En 2002, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) instituyó el 12 de junio como Día Mundial contra el Trabajo Infantil. A partir de ese momento, esta fecha pretende concientizar sobre la deuda que aún se mantiene en relación a esta problemática, que constituye un obstáculo para el ejercicio de los derechos de miles de niños y niñas.
Un niño que trabaja es un niño que no cuenta con las mismas posibilidades que sus pares para ejercer sus derechos. El derecho a la educación, al juego, a la práctica de deportes, al tiempo libre, todos son derechos que deberían ser inherentes a la condición de niños. Sin embargo, no es así para todos.
Las leyes de protección de la infancia sancionadas en nuestro país luego de ratificada la Convención Internacional sobre los Derechos de Niño, no han sido capaces de revertir esta situación. Por un lado, la Ley N° 26.390 prohíbe el trabajo infantil y eleva a 16 años la edad mínima de admisión al empleo, mientras que la Ley N° 26.061 aboga por la protección integral de derechos de niños, niñas y adolescentes.
No obstante ellas, aún hay miles de niños que viven con claras privaciones de derechos, producto de una inclusión temprana en el mercado más cruel de la economía. La exposición a riesgos y privaciones de derechos no sólo limita el desarrollo de sus capacidades sino que constituye un eslabón central de los procesos de reproducción intergeneracional de la pobreza y la precariedad laboral. En muchos casos, cuando la precariedad laboral del sostén de hogar es tan grave, son los niños quienes contribuyen con sus ingresos al sostenimiento del grupo familiar, constituyéndose en un eslabón fundamental de las estrategias de supervivencia. Frente a tales situaciones, revertir este proceso aún es mucho más complejo.
Vendedores en los trenes, limpiavidrios, abre puertas de los taxis, vendedores de flores en las esquinas, improvisados músicos y cantautores, hermanas a cargo del cuidado de hermanos más pequeños, talleres de costura y otros tantos ejemplos surgen al momento de pensar en trabajo infantil. Todos ellos son casi excluyentes de la idea de escolaridad formal y, con ello, se produce además la pérdida de un sinnúmero de hábitos y oportunidades. En la infancia, la escuela representa la institución social prioritaria para el desarrollo personal y social, y el ámbito por excelencia luego de la familia. En aquellos casos donde con un gran y valorado esfuerzo se proponen insertarse en el sistema educativo, en general se obtienen magros resultados de aprendizaje, historias de repitencia y abandono temprano. Con estas experiencias, la frustración es aún mayor y el estímulo a un nuevo intento se vuelve cada vez mas diluido.
Desde Aldeas Infantiles SOS trabajamos en pos de los derechos de los niños, niñas y adolescentes y decimos NO al trabajo infantil: · Porque hay un conjunto de leyes que claramente lo prohíben. · Porque atenta contra los derechos de los niños, niñas y adolescentes. · Porque hay un momento para cada etapa de la vida y cuando se es niño el momento es el de la escuela, con los amigos, jugando. · Porque sin esto no será posible convertirse en un adulto formado y con capacidades para integrarse en la economía formal que le brinde recursos para mejorar sus condiciones de vida y las de su grupo familiar.
Alguien dijo una vez que para erradicar el trabajo infantil no hay que pensar en cuánto gana un niño sino en cuánto pierde. Desde Aldeas Infantiles SOS renovamos nuestro compromiso para trabajar en pos de la erradicación del trabajo infantil fortaleciendo a las familias y a las comunidades para que puedan resguardar los derechos de niños y niñas, y continuaremos reclamando respuestas al Estado sobre esta deuda pendiente con los niños, víctimas de tantas promesas incumplidas.
Por la Lic. Alejandra Perinetti
Directora Nacional de Aldeas Infantiles SOS Argentina
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