“Lo de Máxima es una maravilla para nosotros los argentinos, después del Papa. Esto es lo más”, comentó Rosa Poggy, un ama de casa de 58 años, que vino especialmente desde Buenos Aires.
Poggy llegó acompañada por su amiga Nora Morales, de 79 años, que por “nada del mundo” quería perderse este momento.
Las ceremonias comenzarán con la abdicación de la reina Beatriz y seguirán con la entronización de su hijo Guillermo-Alejandro, casado con Máxima desde 2002.
Aunque Máxima haya renunciado, al menos en los papeles, a su nacionalidad de origen, muchos argentinos sienten ahora el mismo orgullo que con la elección del cardenal Jorge Bergoglio, el Papa Francisco, al frente del Vaticano.
Algunos ven esos éxitos como un consuelo ante las dificultades económicas y sociales que perciben en su propio país.
“Máxima es un ejemplo y una alegría para los argentinos, sobre todo ahora que estamos viviendo un momento tan malo”, afirma Nora Morales, llorando.
La fascinación por la princesa se vive en cada rincón de Amsterdam y no es exclusiva de los argentinos: tazas, globos, muñecas, tortas, frascos de mermelada y hasta prendas íntimas con la foto de Guillermo-Alejandro y la futura reina consorte.
Fotos de Máxima y su sempiterna sonrisa en los bares, en las tradicionales florerías y en casi todos los comercios.
Una mujer mayor de la provincia argentina de Córdoba, que no quiso decir su nombre, preguntaba a los transeúntes dónde sería el mejor lugar para ver a Máxima durante la ceremonia.
Llegó acompañada por sus tres hijas. Una de ellas admitió tenerle “mucha envidia” a la princesa de Holanda.
“Me hubiera gustado encontrar yo misma al príncipe. Las holandesas deben de estar furiosas, de entre todas las mujeres lindas que hay aquí, vino una argentina y se lo llevó”, señaló esta mujer de 40 años, que sólo quiso dar su nombre, Cecilia.
“Es un cuento de hadas”, añadió. Un asado argentino en Amsterdam Varios aprovecharon la oportunidad y la popularidad creciente de la princesa.
En las calles aledañas a la céntrica plaza Dam, los restaurantes parrilladas argentinos pululan.
Pero para la mayoría se trata “de una cuestión comercial”, se queja Juan Joaquín Medina, de 61 años, encargado del restaurante “Los Argentinos”, quien sostiene ser el único argentino de toda la cuadra, lo cual no está lejos de la verdad.
En los demás, incluso en un restaurante uruguayo, ni los cocineros ni los camareros hablaban español.
En un restaurante de la cuadra el cocinero es paquistaní y en una parrillada que se presenta como argentina, situada a apenas 20 metros, los camareros son egipcios al igual que todo el personal de cocina.
Medina admite que Máxima ha beneficiado a “los rioplatenses” en un sentido comercial.
Pero tampoco puede olvidar que Máxima es la hija de Jorge Zorreguieta, secretario de Agricultura durante la dictadura militar (1976/83), que dejó miles de desaparecidos.
“Hay muchos argentinos que no están de acuerdo” con el frenesí de los festejos, afirma Medina, que partió de Argentina y llegó a Holanda en los primeros años del régimen militar.
Claudia Piazza, una joven mesera argentina, de 25 años, cree que “el tema del padre de Máxima” ha sido dejado de lado demasiado rápido.
“No porque no venga a la ceremonia o no haya venido a la boda nos olvidamos”, señaló.
AFP
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