EL PARTIDO COMUNISTA COLOMBIANO EXIGE EXTIRPAR A LOS ANTICOMUNISTAS
Colombia: Los comunistas quieren “extirpar” a todo el país
Eduardo Mackenzie
Por Eduardo Mackenzie
3 de julio de 2014
Hace unos días, el jefe del Partido Comunista de Colombia, Jaime Caicedo, declaró que los anticomunistas en Colombia deben ser “extirpados”. Hay que tomar muy en serio esas palabras, que son algo más que palabras. Puede ser una orden disfrazada, o una señal secreta para poner en movimiento quien sabe qué barbaridad. En todo caso, algo debe estar organizando el PCC en ese horrible sentido cuando ese personaje, Jaime Caicedo, se permite lanzar formalmente exhortaciones tan graves y de ese alcance. Empero, a pesar de su carácter letal, esa noticia no ha sido comentada por la prensa. Esta sigue durmiendo tranquilamente el sueño de los justos frente a las amenazas abiertas contra amplios sectores de la población.
En castellano, “extirpar” quiere decir “acabar completamente con un mal o vicio fuertemente arraigado”. “Extirpar” es sinónimo de exterminar y de erradicar. Esos tres verbos eran los preferidos de Lenin. Ellos aparecen en los decretos que firmaba para liquidar físicamente a sus adversarios y a las masas rusas que se oponían a su dictadura.
Jaime Caicedo quiere, por su parte, “extirpar” de Colombia el anticomunismo, es decir a los anticomunistas (pues es imposible “extirpar” una idea: se “extirpa” a los hombres y mujeres que defienden esa idea). Y no sólo eso, él quiere que el gobierno de Juan Manuel Santos le ayude a hacer eso: “Queremos que el gobierno flexibilice su postura ante estos temas”.
Caicedo trata de hacerle creer a la opinión que la gente que repudia a las Farc, la gente que quiere vivir en un país libre, es decir esa parte abrumadoramente mayoritaria del país (que el encierra dentro de la categoría de “anticomunismo”) y no el comunismo, es decir las Farc y sus otros aparatos criminales, son los que “causan la violencia contra el pueblo” y el que genera “exterminios y genocidios” en Colombia. Y que por esa razón, el anticomunismo debe ser “extirpado de la Colombia en paz”. Es decir, que una vez las Farc le firmen a Santos un papel en el que prometen la paz, sin haber entregado las armas y sin haber desmantelado su aparato político-narco- paramilitar, el gobierno deberá pasar a la fase de la “extirpación de los anticomunistas”.
Caicedo estima que “la guerra en Colombia” no se la debemos a los comunistas, pues estos son, por el contrario, las víctimas heroicas de su cuento. Caicedo está convencido de que los que “encendieron la guerra” fueron “el Estado, los empresarios y la clase dominante”. Pero estos sectores, según el jefe comunista, no son los únicos que deben ser “extirpados” por ser anticomunistas. En su entrevista, Caicedo menciona los sectores adicionales culpables, que ellos, los comunistas, deben “extirpar”. Vean la lista: “el aparato militar gigantesco que asusta los países vecinos”, “el fascismo”, “la ultraderecha”, “el uribismo”, los “siete millones de votos de Óscar Iván Zuluaga” y “el neoliberalismo”.
‘Los anticomunistas deben ser extirpados’, pide Jaime Caicedo. Acá con sus copartidarios Jorge Robledo y Carlos Lozano Guillén
Eso es mucha gente, aunque para Caicedo todos son la misma cosa: enemigos de la paz que deben ser barridos del planeta. Caicedo, sin embargo, no es original. Sus mentores ideológicos lo precedieron en la proclamación de semejante ideal. ¿Cuándo el comunismo se dijo que exterminar a millones de personas era inhumano? Nunca. Las exterminaron y proclamaron que esa exterminación era necesaria pues esa era la vía para construir la sociedad perfecta socialista, y el “hombre nuevo”. Ya sabemos en qué terminó todo eso.
Eso es lo que se desprende de la declaración siniestra de Jaime Caicedo en la entrevista que le hace el semanario comunista Voz del pasado 25 de junio de 2014, sin que tal invitación a la matanza de colombianos inquiete al presidente Santos, ni al señor Fiscal Eduardo Montealegre, ni al ministro del Interior, ni a las buenas almas que controlan la información en Colombia. Nadie mueve un dedo pues todos tragan entero lo que les dicta Jaime Caicedo: que preconizar el exterminio de los anticomunistas es tener “una cultura de paz, de libertades, de la inclusión”.
La frase exacta de Jaime Caicedo dice así: “El anticomunismo debe ser reconocido como causa de violencia contra el pueblo y del exterminio y los genocidios, que debe ser extirpado de la Colombia en paz. Queremos que el gobierno flexibilice su postura ante estos temas, no solo le exija a los insurgentes hacerlo. No se puede seguir culpando a los comunistas de la guerra en Colombia, el informe Basta Ya exonera al Estado de culpas en el conflicto y también libera a los empresarios y la clase dominante de responsabilidades, pero ellos encendieron la guerra.”
El jefe del PCC dice esto a pesar de que sabe muy que su partido, al fundar clandestinamente en los años 50 el aparato de muerte
Jaime Caicedo y Clara López Obregón
que llamarán después Farc, fue el primero en organizar deportaciones masivas de campesinos, incendios y matanzas en las llamadas “repúblicas independientes”, que el país descubrirá apenas en 1961, y que desde entonces esa estructura no ha cesado su actividad criminal. ¿Acaso los que Caicedo llama “insurgentes” no trataron de “extirpar” a Fernando Londoño Hoyos el 15 de mayo de 2012? ¿Acaso no son los mismos que al momento de escribir esta nota están “extirpando” campesinos y soldados y destruyendo oleoductos en Arauca, Boyacá, Casanare y los Santanderes?
Jaime Caicedo se equivoca por completo. El anticomunismo no es generador de guerras. Es una reacción legítima de los pueblos ante los crímenes del comunismo. Es la corriente que logró sacar pacíficamente a la ex URSS y a Europa del Este de la opresión más abyecta. El comunismo es, en cambio, una ideología totalitaria que, con el fascismo, desató la segunda guerra mundial y que hoy está, por fortuna, en retroceso en todos los continentes. El comunismo, quien dijo en un momento que representaba la perspectiva humana fundamental, fue la ideología y el sistema estatal que produjo, como dice el historiador Martin Malia, “la matanza política más colosal de la historia”.