sábado, 18 de febrero de 2012

Como ya lo adelantamos; SE MUERE CHÁVEZ.



Nuevamente los rumores sobre la delicada salud del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, vuelven a surgir. Esta vez desde Brasil.
Sucede que un periodista del diario O Globo escribió que Chávez no llegaría a las elecciones presidenciales por la presencia de un proceso de metástasis hacia el hígado.
Merval Pereira aseguró que “las pruebas más recientes, analizadas por médicos brasileños, indican que el cáncer está en proceso de metástasis hacia el hígado, por lo que deja poco espacio para una recuperación”.
En estas condiciones, el presidente venezolano no estaría en condiciones de encabezar la campaña para las elecciones que se celebrarán dentro de 8 meses.
También el ex embajador de los EEUU ante la OEA, Roger Noriega, había escrito un artículo donde expuso que el cáncer de Chávez se extendía más rápido de lo esperado y que le causaría la muerte incluso antes de las elecciones.

Retomar históricas luchas contra el poder patronal.


PRECARIZACIÓN LABORAL






(AW)La conflictividad laboral es un continuo histórico y universal bajo el binomio capital-trabajo. Hoy tiene su turno la precarización laboral o dicho más sencillo: el trabajo en negro. Un clásico embate que enfrenta el derecho laboral argentino para velar por el respeto de los trabajadores y sus derechos reconocidos en el artículo 14 de la Constitución Nacional o de la Asamblea General de las Naciones Unidas que proclama: "Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo. Toda persona que  trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria que le asegure una existencia conforme a la dignidad humana", entre otras históricas y encendidas declaraciones. Estos contenidos jamás realizados son una denuncia permanente de traición e injusticia porque los derechos existen si se los  ejerce. En este sentido, Marcelo Colussi aporta una reseña histórica más datos de actualidad. También abre puertas para el debate, globalizar la resistencia,  recuperar identidades sindicales y que los ricos sean menos ricos. 
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Por Marcelo Colussi
El mundo moderno basado en la industria que inaugura el capitalismo hace ya más de dos siglos ha traído cuantiosas mejoras en el desarrollo de la humanidad. La revolución científico-técnica instaurada y sus avances prácticos no dejan ninguna duda al respecto. Las relaciones laborales que se constituyen en torno a esta nueva figura histórica igualmente condujeron a adelantos en el ámbito del trabajo.

Si bien es cierto que en los albores de la industria moderna las condiciones de trabajo fueron calamitosas, no es menos cierto también que el capitalismo rápidamente encontró una masa de trabajadores que se organiza para defender sus derechos y garantizar un ambiente digno, tanto en lo laboral como en la vida cotidiana. El esclavismo, la servidumbre, la voluntad omnímoda del amo van quedando así de lado. Los proletarios asalariados también son esclavos, si queremos decirlo así, pero ya no hay látigos.

Ya a mediados del siglo XIX surgen y se afianzan los sindicatos, logrando una cantidad de conquistas que hoy, desde hace décadas, son patrimonio del avance civilizatorio de todos los pueblos: jornadas de trabajo de ocho horas diarias, salario mínimo, vacaciones pagas, cajas jubilatorias, seguros de salud, regímenes de pensiones, seguros de desempleo, derechos específicos para las mujeres trabajadoras en tanto madres, derecho de huelga. A tal punto que para 1948 -no ya desde un incendiario discurso de la Internacional Comunista decimonónica o desde encendidas declaraciones gremiales- la Asamblea General de las Naciones Unidas proclama en su Declaración de los Derechos Humanos que "Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo. Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria que le asegure una existencia conforme a la dignidad humana. Toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas." Es decir: consagra los derechos laborales como una irrenunciable potestad connatural a la vida social.

Mal o bien, sin dudas con grandes errores no corregidos en su debido momento pero al menos no olvidándolos en sus idearios, los socialismos reales desarrollados durante el siglo XX -los Estados obreros y campesinos- impulsaron y profundizaron esas conquistas de los trabajadores. En otros términos: hacia las últimas décadas del pasado siglo esos derechos ya centenarios podían ser tomados como puntos de no retorno en el avance humano, tanto como cualquiera de los inventos del mundo moderno: el automóvil, el televisor o el teléfono. Por cierto no sólo en los países socialistas: las conquistas laborales son ya avances de la humanidad. Pero las cosas cambiaron. Y demasiado. Cambiaron demasiado drásticamente, a gran velocidad en estas últimas décadas.

Con la caída del bloque soviético y el final de la Guerra Fría el gran capital se sintió vencedor ilimitado. En realidad no fue que "terminaron la historia ni las ideologías", como el triunfalista discurso del momento lo quiso presentar: en todo caso, ganaron las fuerzas del capital sobre las de los trabajadores, lo cual no es lo mismo. Ganaron, y a partir de ese triunfo -la caída del muro de Berlín, vendido luego en fragmentos, es su patética expresión simbólica- comenzaron a establecer las nuevas reglas de juego. Reglas, por lo demás, que significan un enorme retroceso en avances sociales. Los ganadores del histórico y estructural conflicto -las luchas de clases no han desaparecido, aunque no esté de moda hablar de ellas- imponen hoy las condiciones, las cuales se establecen en términos de mayor explotación, así de simple (y de trágico). La manifestación más evidente de ello es, seguramente, la precariedad laboral que vivimos.

Todos los trabajadores del mundo, desde una obrera de maquila latinoamericana o un jornalero africano hasta un consultor de Naciones Unidas, graduados universitarios con maestrías y doctorados o personal doméstico semi analfabeto, todos y todas atravesamos hoy el calvario de la precariedad laboral.

Aumento imparable de contratos-basura (contrataciones por períodos limitados, sin beneficios sociales ni amparos legales, arbitrariedad sin límites de parte de las patronales), incremento de empresas de trabajo temporal, abaratamiento del despido, crecimiento de la siniestralidad laboral, sobreexplotación de la mano de obra, reducción real de la inversión en fuerza de trabajo, son algunas de las consecuencias más visibles de la derrota sufrida en el campo popular. El fantasma de la desocupación campea continuamente; la consigna de hoy, distinto a las luchas obreras y campesinas de décadas pasadas, es "conservar el puesto de trabajo". A tal grado de retroceso hemos llegado que tener un trabajo, aunque sea en estas infames condiciones precarias, es vivido ya como ganancia. Y por supuesto, ante la precariedad, hay interminables filas de desocupados a la espera de la migaja que sea, dispuestos a aceptar lo que sea, en las condiciones más desventajosas. ¿Progresa el mundo? Visto desde la lógica de acumulación del capital: sí, porque cada vez acumula más. Visto de las grandes mayorías trabajadoras: ¡definitivamente no! Por el contrario, se vive un claro retroceso.
Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) alrededor de un cuarto de la población planetaria vive con menos de un dólar diario, y un tercio de ella sobrevive bajo el umbral de la pobreza. Hay cerca de 200 millones de desempleados y ocho de cada diez trabajadores no gozan de protección adecuada y suficiente. Lacras como la esclavitud (¡esclavitud!, en pleno siglo XXI -se habla de cerca de 30 millones en el mundo-) o la explotación infantil continúan siendo algo frecuente y aceptado como normal. El derecho sindical ha pasado a ser rémora del pasado. La situación de las mujeres trabajadoras es peor aún: además de todas las explotaciones mencionadas sufren más todavía por su condición de género, siempre expuestas al acoso sexual, con más carga laboral (jornadas fuera y dentro de sus casas), eternamente desvalorizadas. Definitivamente: si eso es el progreso, a la población global no le sirve.

¿Qué hacer ante todo esto? Resignarnos, callarnos la boca y conservar mansamente el puesto de trabajo que tenemos, o pensar que la lucha por la justicia es infinita, y es un imperativo ético no bajar los brazos. Si optamos por lo segundo, podemos:

• Informar pormenorizadamente de lo que está pasando aprovechando todos los canales alternativos, contar las cosas desde otra perspectiva, ya que los medios de comunicación oficiales presentan la noticia según los intereses políticos y económicos del poder.

• Crear foros de debate para discutir sobre las injusticias y el reparto de la riqueza en el mundo, para ver cómo sensibilizar y hacer tomar conciencia a las grandes masas respecto a estas problemáticas.

• Movilizar a la gente por medio de la manifestación y huelga en protesta por los recortes sociales.

• Conocer y hacer conocer en detalle, exigir y reivindicar la Tasa Tobin para redistribuir mejor la riqueza mundial.

• Globalizar las resistencias, unir nuestras fuerzas, apoyarnos mutuamente en nuestras reivindicaciones y denuncias.

• Retomar banderas históricas de la lucha sindical, hoy caída prácticamente en el olvido, desvalorizada y cooptada por un discurso patronalista.
Si es cierto -siguiendo el análisis hegeliano- que "el trabajo es la esencia probatoria del ser humano", hoy, dadas las actuales condiciones en que vivimos, ello no parece muy convincente. De nosotros, de nuestra lucha y nuestro compromiso depende hacer realidad la consigna que "el trabajo hace libre".

Monsanto recibe sanciones en dos países mientras anuncia inversiones.


LATINOAMÉRICA-MONSANTO

La multinacional de semillas y agroquímicos, Monsanto, fue suspendida en Argentina y condenada por primera vez en Francia. Estos anuncios fueron realizados en la misma semana en que la empresa comunicó que triplicará sus inversiones en Paraguay.
Monsanto fue suspendida la pasada semana en Argentina "por incorrecta conducta fiscal". Así lo determinó la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) de ese país.
De este modo, el organismo encargado de recaudar impuestos en Argentina inhabilitó a la multinacional su permiso para operar como exportador de granos.
Fue luego de realizar una fiscalización a la empresa en la que hallaron una deuda por impuestos mal liquidados. Sin embargo, el monto no fue dado a conocer. La suspensión será por 60 días.
Si la firma no regulariza su situación puede quedar excluida del registro de operadores del mercado de granos del país. Esto condicionaría a la empresa para seguir exportando.
Por otra parte, Monsanto resultó condenada en la misma semana por el Tribunal de Gran Instancia de Lyon, en Francia. Fue por la intoxicación de un agricultor con uno de sus productos en 2004.
Se trata de Paul François, quien quedó temporalmente en coma tras inhalar accidentalmente el herbicida Lasso, producido por la empresa biotecnológica.
La justicia del país europeo determinó que las afecciones del agricultor estaban relacionadas con el uso del producto. Además, el abogado del demandante señaló que la compañía no detalló la composición del producto en su etiqueta
En 2007, ese pesticida fue prohibido en Francia por indicación de la Unión Europea.
Mas allá de estas condenas recibidas, la empresa estadounidense anunció que triplicará sus negocios en Paraguay y aumentará la presencia de sus organismos genéticamente modificados en ese país (OGM). (PÚLSAR)

Christian Wulff, presidente alemán, presentó su renuncia en Berlín, tras ser acusado de corrupción por tráfico de influencias.



La dimisión fue anunciada en una conferencia de prensa en su residencia, el Palacio de Bellevue, después de que la justicia se lo solicitase tras la acusación de corrupción en su contra.
“Alemania necesita un presidente que cuente con la confianza ilimitada de una amplio espectro de la población y pueda afrontar los inmensos retos nacionales e internacionales”, aseguró Wulff.
“El desarrollo de los últimos días y semanas mostró que esta confianza y con ella las posibilidades de obrar se han visto afectadas de forma duradera. Por ello renuncio para allanar rápidamente el paso a un sucesor”.
Sin embargo, le dedico una crítica a los medios que destaparon el escándalo, manifestando que “nos hirió a mí y a mi mujer”. Es la primera vez en la historia de Alemania que se pide levantar la inmunidad de un jefe de Estado.
La acusación en su contra es por haber sacado ventajas personales de su posición en el poder con vacaciones gratuitas, créditos bancarios ventajosos y beneficios en la adquisición de automóviles y otros bienes de consumo.