martes, 19 de agosto de 2014

GUATEMALA.

 LA NIÑEZ: VIVIR SIN COMPRENDER, MORIR SIN SABER

(AW) Desde Guatemala, Marcelo Colussi aborda una temática desgarradora, desde su condición de psicólogo y su sensibilidad para profundizar y preguntarse el porqué desde los poderes dominantes, la negada niñez. Saber que mueren
Cada día 34.000 niños mueren de hambre lo cual configura un crimen de lesa humanidad. Los datos que nos ofrece Colussi renuevan la seguridad de que no son los niños los únicos privilegiados, contrariando la frase instituida.


 Mi mamá me regaló cuando tenía cinco años; la familia que me crió me pegaba con un alambre.”
Pablo
Doce años después de esa “adopción”:
“Pablo, ¿cuándo fue tu última relación sexual? Ayer; con la mara nos violamos una indita.”

“El mundo no resolverá sus principales problemas mientras no aprenda a mejorar la inversión para el desarrollo de sus niños y niñas.”

UNICEF

I

En nuestro mundo actual, donde se produce aproximadamente un 40% más de los alimentos necesarios para nutrir a toda la Humanidad, cada día 34.000 niños mueren de hambre. Pero muchísimos más, aunque con dificultades, sobreviven; claro que, a veces, a un alto costo: muchos deben trabajar a una corta edad -se calcula en más de 600 millones en todo el globo la cantidad de menores trabajadores, muchos de ellos sin percibir salario-. (Ante cosas así es que cabe cuestionarse cómo es aquello del “trabajo, esencia probatoria del Ser Humano”. ¿Será cierto?). Inclúyase ahí la prostitución infantil, que nos obliga a repensar si eso es un trabajo. Pero todavía estamos hablando de niños que viven bajo un techo; más grave es aún la situación para los 150 millones que viven en las calles de las grandes urbes.

“Los niños primero” suele escucharse. Muy literalmente se entendió esto en la prefabricada guerra de Irán e Irak, entre 1980 y 1988, donde los párvulos iban al frente para detectar las minas enemigas, pisándolas. Pero no: los niños primero no en ese sentido sino como esperanza de algo mejor. Porque a todas luces lo actual puede -¡y debe!- ser mejor (un perrito hogareño del Norte come más carne roja que un habitante del Tercer Mundo.....; uno de los negocios en mayor expansión es la pornografía infantil). ¿La Humanidad se volvió loca, o eso somos?

Menores hambrientos, explotados, marginados; niños víctimas cuando deberían ser privilegiados; niños que mendigan, que no juegan, que no sueñan; chicos que estorban, que sobran, niños-soldados, niños que tienen ya -apenas iniciada su vida- trazado un negro destino. Sin dudas debemos mejorar mucho todavía el cuidado de los menores. Aunque legalmente se supone que todo menor está protegido por derechos constitucionales en cualquier parte del mundo, siguiendo convenciones internacionales que así lo estipulan, la cruda realidad enseña que no son pocos los lugares donde un niño trabaja, no termina su educación académica, padece enfermedades previsibles o se cría en contextos de extrema violencia.

¿Qué significa “menores en riesgo”? Es este un concepto amplio, más descriptivo que operativo; suele hablarse también de “circunstancias especialmente difíciles”. Caen en esta categoría desde niños que viven en zonas de guerra a los hijos de familias disfuncionales (padres alcohólicos o tóxicodependientes, por ejemplo), desde menores de barrios marginales de las grandes ciudades o que se salieron de sus hogares y viven en las calles a huérfanos por los más diversos motivo. Está claro que cualquiera de estas vicisitudes -todas ellas difíciles de sobrellevar por su naturaleza traumatizante- coloca a un ser en formación ante un alto riesgo de afectar su normal desarrollo. A veces se pueden prevenir, y evitar, las circunstancias desfavorables; otras veces, aunque no evitarlas, disminuir los riesgos de su carácter nocivo. Hay ocasiones en que sólo se podrá trabajar una vez consumando algún daño. Estamos, entonces, ante distintos niveles de un mismo e intrincado problema.

La Psicología Clínica es un instrumento definitivamente válido, pero sólo aplicable cuando ya está en curso un trastorno puntual. Ante muchos de los acuciantes problemas de millones de niños en el mundo son, o deberían ser, otros los medios para actuar. El “riesgo” que generan “circunstancias especialmente difíciles” a tantos infantes hay que abordarlo desde otros campos: lo social, lo político.

¿Por qué mueren de hambre tantos niños? ¿Por qué cantidades tan enormes están condenadas a criarse en los límites de la subsistencia?: poca comida, sin agua potable, escasa o ninguna escuela o atención médica. ¿Por qué un niño puede ser regalado o vendido? ¿Acaso alguien elige trabajar a los 6 años de edad? ¿Alguien elige compartir el escaso pan con una docena de hermanos, o soportar los castigos de un padre alcoholizado? No son los niños quienes deciden la guerra.

La estructura económico-social que presenta el mundo beneficia a unos pocos y condena a los más. Esta tendencia se acentúa (uno de cada dos nacimientos se da en una zona urbano-precaria del Tercer Mundo). La Psicología poco tiene que hacer al respecto. Para la lógica dominante la mejor alternativa a la pobreza es detener la proliferación de más bocas que alimentar (¿léase más pobres?). De ahí la insistencia en campañas de contracepción, no precisamente con un ánimo reivindicativo para la mujer. Si ahora a eso se le llama “planificación familiar”-nombre políticamente más correcto- no deja de tener en sus orígenes la idea de “control de la natalidad”, pergeñada por los centros de poder del Norte.

El riesgo que corren millones de pequeños (hay 3 nacimientos por segundo) es sencillamente nacer pobres, nacer marginados; en definitiva: nacer. La única prevención posible para que ese alumbramiento no agregue una cifra más a las estadísticas de menores en condiciones de alta vulnerabilidad no es evitarlo, sino evitar que siga habiendo pobreza. Tal vez todo el mundo sabe que, retomando nuestro segundo epígrafe, la situación de la Humanidad no mejorará mientras no se potencie al máximo el cuidado y preparación de los niños; creo que cada vez va siendo más palmariamente notorio que la riqueza de las naciones es su gente. Pero, aunque se sepa ¿qué impide que se actúe en consecuencia? ¿Por qué, más allá de pomposas declaraciones, la situación no mejora?

II

Tenemos aquí un primer nivel de acción: trabajar en la estructura económico-social que, por sí, es ya riesgosa para muchos. Trabajo político, sin dudas. Quizá la Psicología, tal vez no la práctica clínica sino su dimensión colectiva, tenga algo que aportar. Al menos si se piensa que hay quienes, desde las actuales condiciones, apelan a ella para perpetuar el estado de cosas. “En la sociedad moderna el rumbo lo marca la suma de apoyo individual de millones de ciudadanos incoordinados que caen fácilmente en el radio de acción de personalidades magnéticas y atractivas, quienes explotan de modo efectivo las técnicas más eficientes para manipular las emociones y manejar la razón” (Z. Brzezinski, asesor presidencial de Carter y mentor de los Documentos de Santa Fe). Aunque duela, eso también es una forma de Psicología; no precisamente la que buscamos, pero sin dudas esa forma de encarar esta ciencia existe, y por cierto da resultados.

Ahora bien: no sólo constituye un riesgo para millones de chiquitos su status material; también lo es la dimensión cultural, los valores y creencias en que se crían. El machismo, la discriminación étnica, la intolerancia, el verticalismo, la negligencia paterna, la impunidad y la corrupción, la cultura de la violencia en su sentido más amplio son otras tantas formas de sembrar problemas en los futuros adultos, por tanto de cosechar problemas en el tejido social.

Son pocos los lugares donde realmente es tenida en cuenta la palabra de un menor, donde alguien puede ir preso por golpear a un niño. Los derechos infantiles no son, de momento, una realidad inamovible; son aspiraciones. La consigna de: “el que manda, manda, y si se equivoca vuelve a mandar” (de algún militar latinoamericano) ocupa aún un lugar de privilegio en la cosmovisión de mucha gente en muchos sitios. Modificar muchos patrones adoptados como normales y que no son objeto de cuestionamiento (que “los pantalones los llevan los varones”, que “los homosexuales son despreciables”, que “a los...... hay que matarlos a todos” -y ahí llénese el espacio en blanco con lo que se desee: negros, judíos, musulmanes, comunistas, drogadictos o vagabundos- que “a golpes se hacen los hombres”) puede ser un poderoso factor protectivo y promover bienestar. La Salud Mental de una comunidad no es la falta de conflictos a su interior sino su madurez para afrontarlos y tratarlos. Quizá no “resolverlos”, como pretende cierta tendencia funcionalista, pero sí procesarlos: poder no matar a nadie por negro, judío, comunista o lo que fuere sino tolerar y respetar las diferencias. Y también tomarse en serio aquello de los derechos de la niñez; o considerar la discriminación femenina no como un problema sólo de las mujeres sino de todos, o tener la valentía como para afrontar tabúes.

Sin dudas es un importante elemento para reducir los riesgos de la marginación (y posterior condena) de cualquier minoría el promover una actitud tolerante (no digamos ya solidaria): reconocer que no hay “escoria” social sino que una sociedad “produce” sus marginales, que todos tenemos que ver con ese asunto. ¿Quién decide lo que sobra? ¿Pero acaso “sobra” alguien?

Como siempre en cualquier orden el eslabón más débil es el primero en cortarse. Cuando hay pocos recursos económicos, cuando se vive al borde de la subsistencia, la vida no vale nada y no existe proyecto de futuro, ese eslabón lo ocupan casi indefectiblemente los niños. En los sectores más sumergidos los primeros en recibir los golpes -en todo sentido- son los menores. Y ser marginado dentro de la marginación no da muy buen pronóstico.

Seguramente el grupo en más alto riesgo psicosocial que pueda encontrarse son los niños que, por distintos motivos, dejaron su hogar de origen y viven en la calle. Ahí el riesgo es casi absoluto: riesgo de morir (en Río de Janeiro, Brasil, los escuadrones de la muerte “limpian” cinco cada día), de tornarse drogadicto, delincuente, prostituirse. Y en general el riesgo de todo esto se materializa.

III
   
¿Puede la Psicología hacer algo al respecto? Como práctica profesional está lejos de actuar sobre los cimientos sociales que producen desigualdad y exclusión. Pero puede ser un importante instrumento para la prevención de prejuicios estigmatizantes, de más violencia. Por otro lado, cuando las condiciones de vida sirven para producir daño en la subjetividad de alguien, cuando asistimos a conductas erráticas o en cortocircuito con lo esperado, a partir de lo que se genera malestar, es momento de intervenir clínicamente.

Un menor criado en contextos desfavorables y donde el peligro de que suceda algo no deseado, traumatizante, desgraciado, ya dio lugar a un problema de disfuncionalidad (porque delinque, o se droga, o es madre soltera, o se callejizó, o porque presenta síntomas psicológicos diversos: desadaptación, mal rendimiento académico, inhibiciones varias) necesita un abordaje clínico. ¿Es un enfermo acaso?, ¿se reconoce él como tal? Lo significativo es que, en general, estos niños no demandan explícitamente tratamiento psicológico, ni sus familias. Tal vez ahí está el meollo: nadie demanda por ellos. ¿Cómo pensar en un sano desarrollo si no hay Otro que vele por el pequeño ser en formación? Puede haber ser humano normal en tanto hay otro (función simbólica de la familia, transmisión de la Cultura, de la Ley). Como dijo Bertolt Brecht: “sólo no eres nadie, es preciso que otro te nombre”.

Todo ser en formación que atraviesa experiencias traumáticas (sea conflicto armado, pobreza extrema, violencia familiar, abuso sexual) presenta secuelas psicológicas asociadas. Las posibilidades de recuperación están en estrecha relación con la estructura profunda y la historia previa. La guerra, una catástrofe natural o un accidente importante dejan marcas, a veces indelebles. Pero hay -la experiencia clínica lo confirma- muchas y buenas posibilidades de superación. Esas agresiones vienen, por así decirlo, totalmente de por fuera de la historia del sujeto. Impactan, con mayor o menor fuerza, sobre una estructura psicológica ya de alguna manera preformada. Eso es lo que hace que puedan ser medianamente absorbidas. Distinto es el caso de agresiones a al integridad subjetiva de un pequeño ser dadas no por aquel tipo de cataclismos externos sino por condiciones estructurales.

Un Ser Humano, para conformarse como tal, necesita de un complejo y arduo proceso de humanización. Un nacimiento, en su dimensión puramente biológica, no asegura por sí mismo el futuro de la criatura llegada al mundo en orden a una posición social, una identidad sexual, una aceptación de su entorno. Todo esto implica un recorrido; al final del mismo puede encontrarse, quizá, la normalidad (que es siempre relativa, coyuntural, histórica). Devenir un ser adaptado, uno más de la serie, es algo que se mediatiza a través de la incorporación de la Ley. La Ley como principio ordenador que pone límites y permite la vida social. Eso se juega siempre en una dinámica intersubjetiva que, hoy por hoy y en nuestra Cultura -ni la única ni la mejor- asume la forma de la actual familia exo y monogámica, pater familias a la cabeza. ¿Qué pasa cuando ello falla? Ahí la agresión a la subjetividad tiene un carácter estructurante. Si falla el modo de ingreso a la dimensión de la Ley, si eso no se efectúa como proceso “natural” en el seno de una pareja parental, si la realidad de un pequeño es solamente violencia física, carencia afectiva y ausencia de transmisión de normas (todo lo cual sucede cada vez más frecuentemente en muchos sectores sociales: los más postergados, los excluidos) las consecuencias psicológicas pueden ser fatales: nos encontramos con menores desintegrados de la red social, con todo lo que ello conlleva.

Las políticas neoliberales en curso producen cada vez más exclusión. En todas las grandes ciudades crecen vertiginosamente sus cinturones periféricos (los sin-tierra del área rural deslumbrados por la megápolis). Crece también en forma alarmante la delincuencia juvenil, los niños de la calle (en general son las zona urbano-precarias las productoras de estos fenómenos). La marginación, cruda realidad de nuestros días, aumenta. Los que no están integrados a la normalidad, a la lógica dominante, los que “sobran” son cada vez más. ¿Puede alguien sobrar? Técnicos en economía llegan a hablar de “poblaciones excedentes”. Estar de más es estar por fuera de la Ley, de la norma social. Los barrios marginales están al margen de la Ley (se habla de “asentamientos irregulares”). El riesgo que corren los que allí se crían es quedar al margen de la Ley, en todo sentido; la psicología de un “sobrante” se moldea en relación a ello. Pero, realmente ¿puede alguien “sobrar”, o es eso una patética y perversa construcción social hecha desde asimetrías injustas? ¿En nombre de qué ejercicio de poder alguien puede arrogarse el derecho de decidir quién sobra?

Un niño crecido en esas circunstancias, donde lo posible es, con suerte, la pura subsistencia, donde la violencia de los hechos tiene el fragor de una guerra pero con la diferencia de ser no un acontecimiento extraordinario sino lo cotidiano, ha de manifestar dolorosamente todo lo recibido. Si su condición humana es transgredida día tras día, luego será transgresor.

Nuestra experiencia nos confronta con menores que, crecidos la margen de todo (buena alimentación, familia integrada y funcional, respeto, escolarización, atención médica, afecto) tienen severas dificultades para salirse de su situación de marginales. Son niños expulsados; expulsados de todo: de sus hogares, de la dinámica intersubjetiva de sus familias, de las normas sociales. ¿Niños que “sobran” en sus casas? ¿Niños que “sobran” en poblaciones que “sobran”? Si alguien se siente “de sobra” (“mi mamá me regaló cuando tenía cinco años”), ¿cómo y por qué habría de apegarse a la Ley? La creciente violencia delincuencial de las sociedades latinoamericanas no es sino una expresión de sociedades tremendamente violentas, que violentan a cada instante a las grandes mayorías, hambreándolas, segregándolas, reprimiéndolas cuando intentan levantar la voz.

Con una intervención clínica pueden comenzar, a veces, no todos, a construir una historia nueva. ¿Qué cosa autoriza entonces un acercamiento terapéutico si no hay un pedido expreso al respecto? Tengamos en cuenta, además, que no nos referimos a una aproximación psiquiátrico-forense para “certificar” la “locura” o “desadaptación” de alguien legalizando, desde una pretendida asepsia técnica, su reclusión en un manicomio o en un reformatorio. ¿Por qué, pues, psicología clínica para estos niños víctimas de historias tan abrumadoras, de abuso, violencia, miseria, humillación? Simplemente porque lo necesitan, aunque no puedan decirlo. Nadie dudaría que un desnutrido o un lisiado necesiten una intervención médica. De lo que se trata es de brindar las condiciones necesarias para que esas historias puedan ser puestas en palabras. He ahí el arte de la Psicología Clínica: propiciar la expresión, invitar -y conseguir- que alguien pueda preguntarse acerca de sí, pueda hacerse cargo de su propia historia.

IV

Las instituciones que trabajan con menores en situación de alto riesgo, sean estatales o fundaciones no gubernamentales (obviamente no las hay privadas porque este no es un rubro rentable), con diversas propuestas en su accionar: punitivas (los centros de reorientación públicos) o humanitario-caritativas (en general todas las organizaciones no gubernamentales) no destinan mayores esfuerzos a la intervención clínica. Desde ya -y sería tonto creer lo contrario- los abordajes psicoterapéuticos no son per se la solución para este grupo de población. Pero seguramente (¿por prejuicio, por desconocimiento?) no se los explota todo lo que se podría. Apelar a la buena conciencia, al sermón, al amor incondicional, al saber oficial que indica el camino correcto, pareciera no resolver mayormente los problemas acumulados. Tal vez, y creemos que vale la pena el intento, combinando todo esto con un mayor énfasis en la Psicología Clínica se podría permitir que, quizá, un niño o joven víctima de cualquiera de estas desgarradoras historias (valga como acabada síntesis el primer epígrafe) pueda encontrar nuevos rumbos a sus pesares. Hablar de los propios problemas -y eso se hace en un ámbito de privacidad, donde pueden aparecer las preguntas psicológicas acerca de uno mismo- nunca es malo.

Trabajemos para que no haya injusticia, pobres en el límite de la subsistencia, guerras, tráfico de drogas, niños abandonados; pero si, pese a nuestro empeño, sigue habiendo de todo esto, la Psicología como práctica social (dejemos ahora la discusión en torno a su estatuto epistemológico) puede hacer mucho para remediar sus efectos perniciosos. ¿Por qué pedirle más a un ejercicio profesional? Creo que no son necesarios psicólogos para enseñar que el futuro son los niños.

Por otro lado, y esto es definitorio, debe quedar muy claro que contribuir a arreglar subjetividades es una cosa, importantísima sin dudas, pero que no pasa de eso: una ayuda individual, micro. Los problemas macro no se pueden resolver desde abordajes personales, subjetivos: son temas colectivos, que tocan a toda una sociedad. Los menores abandonados, en riesgo, hambreados, faltos de educación, golpeados, transformados en soldados o en objeto sexual, son problemas políticos, públicos, sociales. Por tanto, las soluciones a todo ello también deben ser políticas. Pero no en tanto acciones técnicas de “profesionales” de la política, sino como preocupaciones de todos nosotros por igual como miembros de una comunidad que nos pertenece por igual a todos.

Bibliografía:
- Ahlert, A. (2007). Ética y Derechos Humanos: principios educacionales para una sociedad democrática. En “Polis”, Revista de la Universidad Bolivariana. Santiago: Año/Vol. 5, Número 16.
- Baratta, A. y Rivera S. (1995). La niñez y la adolescencia en conflicto con la ley penal. San Salvador. Editorial Hombres de Maíz.
- Bettelheim, B. (1960). El corazón bien informado. México. Fondo de Cultura Económica.
- Casa Alianza (1995). Del rechazo al olvido. Guatemala. Casa Alianza Guatemala.
- Forselledo, A. (2002). Niñez en situación de calle. Un modelo de prevención de las farmacodependencias basado en los Derechos Humanos. Montevideo. Instituto Interamericano del Niño.

Persecución de cristianos en Iraq.

¿Qué significa realmente la letra ﻦ- N para el Islam y los musulmanes?



ﻦ- N es la letra con el que los seguidores del califato del Estado Islámico en Irak están marcando las fachadas de las casas y lugares de culto de los cristianos, además de una advertencia en negro dice “Propiedad del Estado Islámico”. Es la vigésima quinta letra del alfabeto árabe, quiere decir Nasrani- Nazareno, el término despreciativo con la que se designa a los cristianos en el Corán desde el comienzo del Islam en el siglo VII. Es el símbolo del nuevo genocidio cristiano en Irak del siglo XXI.
En mi país natal Irak, desde siempre, los cristianos hemos vivido, la persecución y la desigualdad religiosa entre musulmanes y cristianos, a favor de los musulmanes, no solo en estos últimos años. Desde muy joven, tanto en el colegio como en la calle, tanto mis profesores como mis colegas y vecinos, nos reprochaban o nos llamaban, cristianos, nazareos, sucios e infieles- Kafir- كافر ﻮﺳﺦ ﻧﺼﺮاﻧﻲ. Nos decían vuestro fin será el infierno si no os convertís al Islam. Todavía recuerdo, yo era un niño, cuando mi padre, en paz descansa, construía nuestra casa, nuestros vecinos musulmanes le decían, hacerla bien, porque tarde o temprano, termina ser nuestra cuando os echamos del país.
En el plano formal y popular, tanto el Islam como los musulmanes tradicionales siguen utilizado a menudo la categoría de “creyentes” o “fiel” para los musulmanes y utilizan la palabra kafir o “infiel” para los no musulmanes, los seguidores de otras religiones, especialmente cristianos y judíos, donde se llaman kufar, infieles. Siempre han existido quienes han hablado de la necesidad de la unidad de los musulmanes, y en cierto sentido esa unidad ha existido siempre, a pesar de la diversidad que se da en muchos niveles. Dentro del Islam los chiíes y los suníes, están enfrentados entre si y no están de acuerdo en muchas cosas, pero los dos tienen en común el odio, la persecución a los cristianos.
En el Islam, la palabra “Kafir-كافر, es un término árabe utilizado por el Islam en sentido doctrinal y traducido como infiel o no creyente. El Corán utiliza el término kafir con varios significados de cualidades negativas de una persona, todas las cuales ayudan a precisar su definición, se refiere a una persona que niega a Allah y al Profeta islámico Muhammad, ya que, para el musulmán, el Islam es una forma de vida y quien vive en contra de la ley coránica, es considerado Kafir o infiel. La raíz KFR tiene 482 derivados en el Corán, lo que muestra la importancia del concepto del significado, se utiliza directamente 134 veces en el Corán, y sus conjugaciones y derivados verbales se utilizan alrededor de 250 veces. En la estructura del pensamiento islámico y coránico más fundamental, kufr significa “ingratitud”.
El Islam, ordena implícitamente que en condiciones de ser débiles, por la superioridad de los infieles se adopte una táctica, de parecer amistad, de simularla, para fines de sobrevivencia, en la Shari’a (la Ley religiosa musulmana) leemos en el tratado de Abu Darda’, uno de los compañeros y el primer biógrafo del Profeta del Islam Muhammad: “Muhammad dijo: Sonreímos nuestras caras a algunos no-musulmanes, aunque nuestros corazones los maldicen, es la orden de Allah mandada a través del Profeta”. Se refiere que, los musulmanes se les permite mostrar simpatía amistosa externamente (a los no creyentes; judíos y cristianos), pero nunca internamente. El erudito musulmán Ibn Kathir afirma que “A los creyentes se les permite mostrar el resultado de la amistad hacia el exterior, pero por dentro no”.
Según el Islam y los musulmanes, la salvación para los Infieles es la conversión. Para facilitar el proceso de conversión, la Shari’a tiene la solución al respecto a fin de hacer presentable el Islam a los inferiores diminutos infieles, judíos, cristianos y demás. Sobre estos infieles el Corán prohíbe que los fieles del Islam sean amigos, aunque pueden simular que son amigos, como muestra el Corán en (Sura 3:28) “¡Que no tomen los creyentes como amigos a los infieles en lugar de tomar a los creyentes -quien obre así no tendrá ninguna participación en Alá-, a menos que tengáis algo que temer de ellos. Alá os advierte que tengáis cuidado con Él. Alá es el fin de todo!”.
Kafir no cambia su significado a lo largo del Corán, sino que se acumula su significado a través del tiempo, debido a que el término representa una amplia gama de comportamientos utilizados para describir a los opositores de Muhammad. En los últimos aleyas del Corán, el término kafir comienza a utilizarse para referirse a las personas que tienen que ser atacadas por los Mu’minin, creyentes musulmanes.
El Corán y otros textos islámicos son muy claros al enseñar que no hay igualdad entre los musulmanes y los no musulmanes (judíos y cristianos- kafir), y por lo tanto no hay base para una relación de iguales. Allah a través de su profeta Muhammad describe a los incrédulos como “transgresores pervertidos”, la “peor de las criaturas”, “no amado por Allah”, y destinados a la tortura eterna en el infierno. Por lo tanto, en la interpretación más literal del Corán no tiene sentido en hacerse amigo de “criaturas” de tal inferioridad. Para hacer frente a los no musulmanes, la regla general se menciona en el Corán en (Sura 3:110) “Sois la mejor comunidad humana que jamás se haya suscitado: ordenáis lo que está bien, prohibís lo que está mal y creéis en Dios. Si la gente de la Escritura creyera, les iría mejor. Hay entre ellos Creyentes, pero la mayoría son perversos”. (Sura 4:144) “¡Creyentes! No toméis a los infieles como amigos, en lugar de tomar a los creyentes. ¿Queréis dar a Dios un argumento manifiesto en contra vuestra?”. (Sura 5:51) “¡Creyentes! ¡No toméis como amigos a los judíos y a los cristianos! Son amigos unos de otros. Quien de vosotros trabe amistad con ellos, se hace uno de ellos. Dios no guía al pueblo impío”.
El Corán llega al extremo de llamar a la guerra a muerte a los infieles (judíos y cristianos) por el simple hecho de nuestras creencias en (Sura 9:29) “Hacedle la guerra a matar (qatilu) a los que no creen en Alá ni en el día del juicio, a los que no consideran prohibido lo que Alá y su profeta han prohibido y a aquellos hombres de las Escrituras (judíos y cristianos) que no profesan la creencia de la verdad (Islam). Hacedles la guerra hasta que paguen el impuesto religioso (Yizia), a todos sin excepción, hasta que estén humillados”.
En Sahih Al Bujari, Bab Al- Iman, Hadiz N. 25, habla del Yihad: “Muhammad dijo: Allah me ordenó a luchar contra todos aquellos, que no manifiestan la declaración de la Fe musulmana “No hay más dioses que Allah, y Muhammad su mensajero”, deben de rezar, dan la limosna y ayunan el mes de Ramadán. Si hacen todo eso están salvos, si no lo hacen tienen la muerte segura, nuestras espadas están afiladas para cortar sus cuellos”. Este Hadiz o dicho de Muhammad, tiene mucha importancia en el Islam y para los musulmanes, a pesar de su contenido violento. Por eso, esta repetido siete veces en Sahih Al Bujari, seis veces en Sahih Muslim, cuatro veces en en Sunan Abu Dawd, cinco veces en Sunan Al Talmeḍy y veinte dos veces en Sunan Al Nisa`y.
Este Hadiz o dicho de Muhammad confirme lo que dice el Corán en (Sura 9:5) “Cuando hayan transcurrido los meses sagrados, matad a los asociadores dondequiera que les encontréis. ¡Capturadles! ¡Sitiadles! ¡Tendedles emboscadas por todas partes! Pero si se arrepienten, hacen la azalá y dan el azaque, entonces ¡dejadles en paz! Alá es indulgente, misericordioso”.
La Yihad es una orden que emana de Allah, y que la transmitió Muhammad a sus seguidores para siempre. Es un imperativo universal y para todos los tiempos según el Islam. (Sura 9:123) “¡Creyentes! ¡Combatid contra los infieles que tengáis cerca! Que os encuentren duros! ¡Sabed que Alá está con los que Le temen!”.
El combate, la Yihad, tiene que durar hasta que la humanidad se someta al Islam. En Sahih Al Bujari leemos “Muhammad dijo, Allah me ha ordenado combatir a la gente hasta que digan: Nadie tiene el derecho a ser adorado sino Allah”.
¿Qué tipo de Dios este que ordena a luchar y matar?
Según el Islam y los musulmanes, en la guerra contra los infieles “kufar” es legítimo matar sacerdotes, monjes, mercenarios que los infieles hayan tomado a su servicio, las esposas de los infieles y los niños deben ser sometidos a la esclavitud y las posesiones de los infieles deben ser confiscadas. Está permitido sitiar los infieles en su propio lugar, pueblo y en sus fortalezas y emplear fuego en contra de ellos y atacarlos desarmados. Eso lo que están haciendo los musulmanes en Siria, Egipto, Irak y otros países “árabes musulmanes”
Son instrucciones de Muhammad a sus hombres antes de una incursión militar. Esta diferencia ente el kafir (cristiano) y el musulmán, y el derecho de este último de asediarles, matarles y esclavizarles se ha saldado con millones de víctimas. Esto proporciona la justificación de los atentados terroristas islámicos, a lo largo de la historia del Islam desde su comienzo en el siglo VII hasta hoy día, han sido enormes.
La historia registra la masacre de los judíos en la Península árabe (Al Medina), entre los años 624 y 627. Cuando Muhammad todavía en vida, ordenó y participó en la decapitación de más de 2500 hombres de las tribus judías Banu Quraida, Mustaliq y Jaybar, además de las mujeres judías que fueron capturadas como esclavas sexuales.
En el año 1011, cerca de 2000 judíos fueron asesinados en Córdoba, España a manos de los yihadistas musulmanes en aquel tiempo.
En el año 1033, más de 6000 judíos fueron matados en Fez, Marruecos a manos de los musulmanes.
En diciembre del año 1066, 4000 judíos fueron masacrados en un día, en Córdoba, España a manos de los musulmanes.
En Abril del año 1182; 60000 cristianos fueron liquidados en Constantinopla y sus mujeres vendidas como esclavas, a manos de los musulmanes.
En septiembre del año 1597, la masacre de Chipre; entre 30000 y 50000 cristianos habitantes de Nicosia fueron asesinados y sus mujeres esclavizadas, a manos de los musulmanes.
Entre los años 1784 y 1799, más de 80000 personas cristianas fueron asesinadas por órdenes del sultán musulmán Tippu en Bangalore, en India.
En marzo de 1822, 120000 personas fueron asesinadas por musulmanes en la isla de Quíos en Grecia.
En 1876, 3000 cristianos fueron masacrados en Batak, Bulgaria, a manos de los otomanos musulmanes.
En 1847; 30000 cristianos fueron matados y sus mujeres e hijos esclavizados en la ciudad de Badr Khan a manos de los otomanos musulmanes.
Entre los años 1894 y 1896, 300000 cristianos fueron exterminados en el imperio Otomano musulmán.
En 1909 30000 cristianos armenios y 1500 asirios fueron ejecutados en Adana, Turquía a manos de los musulmanes otomanos.
Entre los años 1915 y 1923, alrededor de 2 millones de cristianos armenios fueron liquidados en Turquía, en el conocido genocidio armenio a manos de los musulmanes turcos.
Entre los años 1914 y 1920, 500000 cristianos asirios caldeos fueron exterminados en Turquía y en el norte de Irak y Siria a manos de los jóvenes musulmanes.
Entre los años 1914 y 1924, casi un millón de cristianos ortodoxos griegos fueron asesinados en Turquía.
En el año 1933, 3000 cristianos asirios caldeos fueron matados en el Norte de Irak, a manos de los musulmanes turcos. Si sigo contando, no termino… Si comparamos estas cifras con la inquisición española, los islamistas asesinan en un año la misma cantidad de personas que la inquisición en 350 años, en un día equiparan los asesinatos que el Ku Klux Klan cometió en 50 años, y en dos horas, las personas asesinadas en el conflicto de Irlanda del Norte.
Lo que esta pasando en mi país natal Irak y en mi ciudad de origen Mosul, contra mi comunidad cristiana, en estos últimos años es un genocidio de todo regla, es un cremen y una pagina negra más en la historia del Islam y los musulmanes. Miles de hombres asesinados, familias desbaratadas, mujeres violadas, niños esclavizados, casas asaltadas, negocios prendidas, iglesias de los primeros siglos atacadas e incendiadas.
La verdad, que los cristianos en Irak, están pasando muy mal, no quedan muchos cristianos en Irak, los pocos que quedan están pidiendo auxilio porque no saben que futuro les espera. Egoístamente no quiero que mis hermanos cristianos de Irak, salgan del país, porque no quiero perder mis raíces, nuestra historia que tiene más de 2000 años. Tampoco puedo decirlos eso directamente, porque yo vivo aquí en España más o menos seguro, pero quien está sufriendo realmente son ellos.
Señor mío, la situación en mi país es grave y el sufrimiento de mi pueblo cristiano, es intenso. Por ello, Señor mío, concédenos paciencia y valor en nuestras vidas para continuar con nuestros valores cristianos. Señor mío, danos la paz y la estabilidad, para vivir sin miedo, ni ansiedad, con dignidad y alegría.
Raad Salam Naaman
Cristiano católico caldeo de origen iraquí