“El tiempo pasa y los inversores que debían sustituir a Repsol como socios del estado argentino en YPF, no llegan. Axel Kicillof, el cerebro detrás de la expropiación de las acciones de la empresa española, en abril del 2012, ya no sabe qué explicación dar a Cristina Kirchner, ante la ausencia de candidatos para poner en marcha a la nueva YPF, que debía surgir de las cenizas de la antigua compañía.
¿Acaso no fue él quien convenció a la presidenta de que en pocos meses se notaría un cambio positivo? El cambio se produjo, pero a la inversa de lo que pronosticaba el chico maravilla que se jactaba de tener hechizada a Cristina. Resulta que en los primeros siete meses del 2012, Argentina ha gastado 2.668 millones de dólares en la compra de gas al exterior, lo que representa un aumento del 90% en relación al mismo período en el 2011. La sangría coincide con la aplicación de las medidas más severas para evitar que el ciudadano de a pie compre dólares y se los gaste en sus viajes al exterior.
El turista argentino ya no vuelve a casa cargado de paquetes, pero los gastos en que podría incurrir son una gota en el océano de pérdidas que supone la compra de gas a Bolivia y a otros proveedores.
El presidente Evo Morales puede coincidir plenamente con Cristina en lo que concierne a los perjuicios del modelo neoliberal, pero a la hora de cobrar por el gas que le vende, el boliviano no se anda con remilgos.
El precio del fluido que llega desde el sur del Altiplano -unos 3.030 millones de toneladas cúbicas- aumentó en un 6% en los últimos ocho meses. La provisión se completa con los 2.813 millones de toneladas cúbicas de Gas Natural Licuado (GNL) que llegan por barco de otros países y cuyo precio ronda los 16 dólares por BTU (medida inglesa que equivale a 252 calorías), muy por encima de los 2,5 dólares que cuesta el escaso gas producido en las plantas argentinas de Neuquén.
A todo esto hay que añadir que la producción gasífera de YPF (después de la salida de Repsol) experimentó una caída del 11, 24% en la primera parte del año. Y la amarga verdad, que Axel Kicillof intenta endulzar con luminosas proyecciones a futuro, es que YPF no dispone de recursos propios, para revertir la crisis energética.
Paradójicamente, en vez de producir hidrocarburos, la flamante empresa estatal ‘pos-Repsol’ se ha convertido en una agencia de importación de combustibles y en un gigantesco boquete, por donde escapan las divisas que con tanto celo, el gobierno cicatea a los ciudadanos”.
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