ECOS DE LA CUMBRE DE CELAC
por Alberto Rabilotta
Presidente venezolano Nicolás Maduro hablando en la Cumbre de La Habana
ALAI AMLATINA, 01/02/2014.- Hay silencios que dicen mucho, que muestran la
falta de respuestas y alternativas. Eso me digo después de haber seguido
(desde lejos) la segunda Cumbre de los 33 países que componen la Comunidad
de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que tuvo lugar en la Habana,
Cuba, y de lo que publicaban o no publicaban los poderosos grupos de prensa
en gran parte del mundo norteamericano o europeo, esos que ?forman la
opinión pública? mundial para confirmar cotidianamente que ?no hay
alternativa? al orden neoliberal, como decía Margaret Thatcher.
Que 33 países de América Latina y el Caribe hayan decidido comprometerse
para que en la región "se consolide una zona de paz, en la cual las
diferencias entre las naciones se resuelvan de forma pacífica, por la vía
del diálogo y la negociación u otras formas de solución, y en plena
consonancia con el derecho internacional", y que hayan integrado en el
proyecto las reivindicaciones y agendas de los pueblos indígenas y
afroamericanos, y comenzar a realmente proteger el medio ambiente, no fue
noticia importante ni objeto de un serio análisis en la casi totalidad de
los concentrados medios de prensa en América del Norte o de Europa.
El mismo silencio cómplice se manifestó de manera general en los poderosos
monopolios mediáticos de países latinoamericanos, como oportunamente señaló
la Presidenta Cristina Fernández a través de su cuenta Twitter: ?Cuando
habla en la segunda cumbre de la CELAC, en La Habana, junto a más de treinta
Jefes y Jefas de Estado, tres reuniones bilaterales con Jefes de Estado:
México, Venezuela, Uruguay, Clarín y La Nación mutis por el foro? (1).
En realidad, si lo vemos a partir de cierto realismo, no les quedaba otra
que tratar de impedir la merecida difusión de lo que se dijo y se acordó en
la Cumbre de la Habana, especialmente cuando esos monopolios mediáticos
defienden las políticas de Estados Unidos (EE.UU.) y sus aliados que para
imponer la tiranía de los mercados autorregulados intervienen en sangrientos
conflictos creados a partir de planificadas disputas religiosas y étnicas en
países del Oriente Medio y África, todos ellos con un potencial de terminar
convirtiéndose en guerras regionales.
Quizás no se recuerde lo suficiente, pero una de las principales razones no
invocadas de EE.UU., Francia e Inglaterra para derrocar y asesinar al
Presidente libio Muammar Gaddafi fue la política que siguió, apoyada con
financiamiento a partir de la Declaración de Sirtre, para fortalecer y
asegurar mediante la Unión Africana y un sistema monetario propio, la unidad
e independencia del Continente africano.
Todo esto también explica que en su Discurso del Estado de la Unión el
Presidente Barack Obama (2) no mencionara a la reunión de la CELAC y ni
siquiera a un solo país latinoamericano o caribeño, aunque pensándolo bien
eso ha sido algo bueno, porque los únicos países mencionados por Obama, de
Asia Central, el Oriente Medio y África, y a Ucrania en Europa, en todos
ellos hay conflictos militares o golpes de Estado en curso, y en los cuales
EE.UU. y sus aliados participan activamente.
Comparemos el discurso de Obama con algunas de las conclusiones que al
cierre de la Cumbre de la CELAC leyó el Presidente cubano Raúl Castro, por
ejemplo ?el compromiso permanente con la solución pacífica de controversias
a fin de desterrar para siempre el uso y la amenaza del uso de la fuerza de
la región, así como con el estricto cumplimiento de su obligación de no
intervenir, directa o indirectamente, en los asuntos internos de cualquier
otro Estado () observar los principios de soberanía nacional, la igualdad de
derechos y la libre determinación de los pueblos () la necesidad de fomentar
las relaciones de amistad y de cooperación entre sí y con otras naciones,
independientemente de las diferencias existentes entre sus sistemas
políticos, económicos y sociales o sus niveles de desarrollo? (3).
Analizando esto desde la perspectiva y la experiencia de haber cubierto en
Norteamérica la última etapa de la Guerra Fría, la política contra la
Revolución Cubana y toda la guerra sucia en Centroamérica, no me cabe la
menor duda que si en Washington adoptaron la política de silencio debe ser,
también, porque se han dado cuenta que la CELAC no es un cascaron vacío,
algo que pueden destruir fácil y rápidamente con la propaganda y las
falsedades de siempre, sino que se está frente a la manifestación concreta
del común acuerdo de 33 gobiernos.
Gobiernos que, como fue señalado por los mismos jefes y jefas de Estado o de
gobierno, en muchos casos tienen posiciones políticas muy diferentes, con
algunos de esos países formando parte de tratados comerciales o de las
estrategias de liberalización comercial y de inversiones promovidas por
Washington, pero que en su conjunto están interesados ?o no pueden dejar de
estarlo- en que prosperen las iniciativas de integración y de unidad
regional que fueron creadas y desarrolladas a lo largo de los últimos años
para desplegar el potencial común en materia económica, social, política y
cultural.
Este silencio mediático también se explica en la falta de interés en
Washington en que se expongan y analicen a la luz pública los por qué del
común acuerdo de los 33 países para excluir a EE.UU. y a Canadá de esta
organización.
Este análisis podría revelar que la exclusión es un bien reflexionado y
maduro rechazo a la tradicional prepotencia e injerencia estadounidense en
los asuntos internos de nuestros países, a la política que Washington viene
aplicando contra Cuba desde hace más de medio siglo, directamente y a través
de la Organización de Estados Americanos (OEA), a la complicidad de EE.UU.
para que el Reino Unido siga ocupando las Islas Malvinas, a las políticas de
apoyar a rajatabla a las transnacionales petroleras, mineras o del
agronegocio que están destruyendo el medio ambiente y las comunidades
sociales en varios países, al sistema financiero que controlan y nos está
estrangulando, y también ?entre muchas cosas más- porque ya se abrió paso la
consciencia de que los dos países excluidos no son ni pueden ser nuestros
modelos y árbitros en materia de democracia, de funcionamiento político o
institucional, y menos aún de las políticas sociales y económicas.
Es por todo esto y mucho más que, con todas las limitaciones que la CELAC
pueda tener desde el momento en que responde a la realidad concreta, hay que
leer y recomendar una atenta lectura de la Declaración de La Habana de la
CELAC (4), y de las declaraciones e intervenciones de los jefes de Estado y
de gobierno que participaron.
Montreal, Canadá
por Alberto Rabilotta
Presidente venezolano Nicolás Maduro hablando en la Cumbre de La Habana
ALAI AMLATINA, 01/02/2014.- Hay silencios que dicen mucho, que muestran la
falta de respuestas y alternativas. Eso me digo después de haber seguido
(desde lejos) la segunda Cumbre de los 33 países que componen la Comunidad
de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que tuvo lugar en la Habana,
Cuba, y de lo que publicaban o no publicaban los poderosos grupos de prensa
en gran parte del mundo norteamericano o europeo, esos que ?forman la
opinión pública? mundial para confirmar cotidianamente que ?no hay
alternativa? al orden neoliberal, como decía Margaret Thatcher.
Que 33 países de América Latina y el Caribe hayan decidido comprometerse
para que en la región "se consolide una zona de paz, en la cual las
diferencias entre las naciones se resuelvan de forma pacífica, por la vía
del diálogo y la negociación u otras formas de solución, y en plena
consonancia con el derecho internacional", y que hayan integrado en el
proyecto las reivindicaciones y agendas de los pueblos indígenas y
afroamericanos, y comenzar a realmente proteger el medio ambiente, no fue
noticia importante ni objeto de un serio análisis en la casi totalidad de
los concentrados medios de prensa en América del Norte o de Europa.
El mismo silencio cómplice se manifestó de manera general en los poderosos
monopolios mediáticos de países latinoamericanos, como oportunamente señaló
la Presidenta Cristina Fernández a través de su cuenta Twitter: ?Cuando
habla en la segunda cumbre de la CELAC, en La Habana, junto a más de treinta
Jefes y Jefas de Estado, tres reuniones bilaterales con Jefes de Estado:
México, Venezuela, Uruguay, Clarín y La Nación mutis por el foro? (1).
En realidad, si lo vemos a partir de cierto realismo, no les quedaba otra
que tratar de impedir la merecida difusión de lo que se dijo y se acordó en
la Cumbre de la Habana, especialmente cuando esos monopolios mediáticos
defienden las políticas de Estados Unidos (EE.UU.) y sus aliados que para
imponer la tiranía de los mercados autorregulados intervienen en sangrientos
conflictos creados a partir de planificadas disputas religiosas y étnicas en
países del Oriente Medio y África, todos ellos con un potencial de terminar
convirtiéndose en guerras regionales.
Quizás no se recuerde lo suficiente, pero una de las principales razones no
invocadas de EE.UU., Francia e Inglaterra para derrocar y asesinar al
Presidente libio Muammar Gaddafi fue la política que siguió, apoyada con
financiamiento a partir de la Declaración de Sirtre, para fortalecer y
asegurar mediante la Unión Africana y un sistema monetario propio, la unidad
e independencia del Continente africano.
Todo esto también explica que en su Discurso del Estado de la Unión el
Presidente Barack Obama (2) no mencionara a la reunión de la CELAC y ni
siquiera a un solo país latinoamericano o caribeño, aunque pensándolo bien
eso ha sido algo bueno, porque los únicos países mencionados por Obama, de
Asia Central, el Oriente Medio y África, y a Ucrania en Europa, en todos
ellos hay conflictos militares o golpes de Estado en curso, y en los cuales
EE.UU. y sus aliados participan activamente.
Comparemos el discurso de Obama con algunas de las conclusiones que al
cierre de la Cumbre de la CELAC leyó el Presidente cubano Raúl Castro, por
ejemplo ?el compromiso permanente con la solución pacífica de controversias
a fin de desterrar para siempre el uso y la amenaza del uso de la fuerza de
la región, así como con el estricto cumplimiento de su obligación de no
intervenir, directa o indirectamente, en los asuntos internos de cualquier
otro Estado () observar los principios de soberanía nacional, la igualdad de
derechos y la libre determinación de los pueblos () la necesidad de fomentar
las relaciones de amistad y de cooperación entre sí y con otras naciones,
independientemente de las diferencias existentes entre sus sistemas
políticos, económicos y sociales o sus niveles de desarrollo? (3).
Analizando esto desde la perspectiva y la experiencia de haber cubierto en
Norteamérica la última etapa de la Guerra Fría, la política contra la
Revolución Cubana y toda la guerra sucia en Centroamérica, no me cabe la
menor duda que si en Washington adoptaron la política de silencio debe ser,
también, porque se han dado cuenta que la CELAC no es un cascaron vacío,
algo que pueden destruir fácil y rápidamente con la propaganda y las
falsedades de siempre, sino que se está frente a la manifestación concreta
del común acuerdo de 33 gobiernos.
Gobiernos que, como fue señalado por los mismos jefes y jefas de Estado o de
gobierno, en muchos casos tienen posiciones políticas muy diferentes, con
algunos de esos países formando parte de tratados comerciales o de las
estrategias de liberalización comercial y de inversiones promovidas por
Washington, pero que en su conjunto están interesados ?o no pueden dejar de
estarlo- en que prosperen las iniciativas de integración y de unidad
regional que fueron creadas y desarrolladas a lo largo de los últimos años
para desplegar el potencial común en materia económica, social, política y
cultural.
Este silencio mediático también se explica en la falta de interés en
Washington en que se expongan y analicen a la luz pública los por qué del
común acuerdo de los 33 países para excluir a EE.UU. y a Canadá de esta
organización.
Este análisis podría revelar que la exclusión es un bien reflexionado y
maduro rechazo a la tradicional prepotencia e injerencia estadounidense en
los asuntos internos de nuestros países, a la política que Washington viene
aplicando contra Cuba desde hace más de medio siglo, directamente y a través
de la Organización de Estados Americanos (OEA), a la complicidad de EE.UU.
para que el Reino Unido siga ocupando las Islas Malvinas, a las políticas de
apoyar a rajatabla a las transnacionales petroleras, mineras o del
agronegocio que están destruyendo el medio ambiente y las comunidades
sociales en varios países, al sistema financiero que controlan y nos está
estrangulando, y también ?entre muchas cosas más- porque ya se abrió paso la
consciencia de que los dos países excluidos no son ni pueden ser nuestros
modelos y árbitros en materia de democracia, de funcionamiento político o
institucional, y menos aún de las políticas sociales y económicas.
Es por todo esto y mucho más que, con todas las limitaciones que la CELAC
pueda tener desde el momento en que responde a la realidad concreta, hay que
leer y recomendar una atenta lectura de la Declaración de La Habana de la
CELAC (4), y de las declaraciones e intervenciones de los jefes de Estado y
de gobierno que participaron.
Montreal, Canadá
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