Ucrania y la expansión de la Alianza Transatlántica
por Juan Francisco Coloane 3/3/2014 La Haine
La desestabilización de estados antagónicos pareciera ser un eje estratégico de la sociología política de ahora y de siempre. Los sucesos de Ucrania caen en una dimensión que es mucho más que la vieja disputa entre Europa y Asia. Lo de Ucrania es la cápsula que concentra una historia europea conocida que se pacifica en apariencia, con la paz de Westfalia que siempre ha sido la pátina del verdadero propósito. Las guerras han sucedido en Europa por el tema de la supremacía global, que es lo que más preocupa a esa Europa tipificada como fuera de la influencia rusa y china.
La severidad de la crisis en Ucrania, por lo trascendido en el plano político, también indica un nivel mayor de complejidad al tratarse de una lucha entre tres poderes. Una situada entre esa Europa Comunitaria ambiciosa en emular una suerte de ?Estados Unidos de Europa?, pero debilitada, y su aliado principal, Estados Unidos. La otra, entablada con el enemigo eterno, Rusia y aliados asiáticos. Esa Europa desprovista de la influencia soviética y rusa, reconstruida con el altruismo pragmático de su principal aliado para combatir al comunismo, en su esencia cultural, es anti norteamericana y eso fue revelado en esta crisis.
En Ucrania se ha demostrado nuevamente que la única forma consolidar la Alianza Transatlántica, es a través de enfrentar enemigos comunes y esta crisis, así como la de Siria, es en ese sentido paradigmática y lo que está detrás es la noción acendrada de la supremacía.
El papel de la OTAN para incidir en el quiebre del gobierno legítimo del depuesto presidente Yanukovich fue clave y reveló una vez más que la Alianza Transatlántica aspira a la supremacía total y el equilibrio unipolar. La conclusión precipitada de que el fin de la guerra fría era el comienzo de una nueva arquitectura de equilibrio multipolar fue más bien una aspiración que una predicción derivada de un cuidadoso análisis. El resto del proceso permaneció velado bajo el manto de la globalización convertida en la madre de todas las explicaciones de lo bueno y lo malo.
La crisis en Ucrania tiene que ver con la formación de un gobierno global dentro del cual tendrá que haber un espacio para Rusia y China que son los países que antagonizan el predominio Transatlántico. Puede convertirse en una crisis mundial, no por el carácter militar territorial del problema que es acotado aún, sino por su fondo político. Al ampliar el foco, éste tiene un alcance mayor porque incide en los equilibrios a nivel global y bajo qué circunstancias y a través de qué medios se obtienen. Un tema central al respecto es la desestabilización de los estados.
La globalización tiene una cara que se ha expresado con vehemencia en las desestabilizaciones (de estado y de instituciones políticas) por los cuatro costados el planeta. Asia Mayor y Menor las tienen a granel y así mismo África, de norte a sur y de este a oeste. América del Norte tiene una desestabilización significativa (de Estado) en México y Estados Unidos no se priva del fenómeno de la inestabilidad aguda que corre todavía por carriles políticos y económicos que ha puesto a la funcionalidad de estado en el límite. El partido republicano no cesa de asestar golpes en la integridad del gobierno federal que implique una refundación institucional, bandera favorita del sector dominado por el conservadurismo extremo.
En el resto de América, Venezuela protagoniza el proceso mayor de desestabilización inducida que se ajusta plenamente al proceso de reforma institucional en las naciones que apunta a la formación de una gobernabilidad planetaria uniforme. El ajuste estructural a las economías introducido en la década de 1980 ?tema reiterado en estas páginas- requiere de un ajuste institucional más profundo del que se aplicó con las desregulaciones y las privatizaciones.
El modelo económico introducido en esa década y al que astutamente se le dejó identificar con doctrinas liberales, necesita de un estado y un sistema político de intermediación que lo sustente con bases sólidas para garantizar su legitimidad. Hoy eso no está sucediendo porque el descontento de los sectores asalariados de ingresos medios y sectores que transitan estacionalmente entre estos niveles y la pobreza, es generalizado. En una mayoría de países, en los que también se debe incluir a los desarrollados e industrializados, el estado y los partidos políticos fueron en general cooptados por el gran capital. No había otro método para sustentar un modelo anti natura respecto a la esencia del sistema de bienestar social, que fue el gran dividendo resuelto después de la hecatombe mundial de 1939-1945. Si en lo específico esta realidad es inescrutable por la ausencia de un registro formal/oficial aceptado universalmente, la aproximación sociológica está diciendo que el indicador son las diversas crisis políticas que viven una mayoría de países que forman la comunidad internacional y que una más y otra menos, podrían derivar en la desestabilización de sus estados.
Recordando otras crisis en que la OTAN fue un actor principal, se debe enfatizar que los Balcanes no son el Cáucaso. La variable rusa en el tema de los equilibrios y la aspiración Transatlántica de supremacía europea y global, plantea inmediatamente una dimensión de carácter universal porque la Rusia de 2014, que está absorbiendo la guerra en Siria y la crisis latente sobre Irán, tiene más aliados de los que tenía en 1995 (crisis en los Balcanes) o en 2003 (crisis con Irak). China en 10 años también ha formado su plataforma internacional y ambas potencias forman el sustento de la contención a la supremacía de la Alianza Transatlántica.
Si existieran bases para un nuevo orden mundial, la OTAN debiera dejar de existir o al menos reformular su mandato y estructura, cambiando la direccionalidad de su habitual matriz como que Europa Occidental fuera a ser devorada por el algún monstruo asiático.
La Alianza Transatlántica está buscando situarse en una posición de supremacía universal casi total y esa condición amenaza a la estabilidad. El tema real es el reordenamiento político en función de los equilibrios en un orden mundial que no se ha pactado y que es la agenda pendiente. La ganancia y la sustentabilidad económica no han podido generar condiciones políticas para que ello ocurra. Ucrania es una cápsula del estado crítico de la globalización y que la Alianza Trasatlántica aspira a resolver con más expansión, con más supremacía.
El debate acerca de la 'paz' conquistada después de la caída de la URSS, ha sido desintegrado y auto referencial en cada nación, después de medio siglo de alineamiento forzado. También ha estado orientado a mantener la supremacía transatlántica como si fuera panacea para los equilibrios internacionales. Así le ha ido a esa alianza. Cuando se indaga en las actuales zonas de conflicto bélico hay un rechazo a esa alianza. Es cuando la globalización aplicada con la versión militarista de la OTAN se convierte en barbarie, precisamente por el rechazo.
por Juan Francisco Coloane 3/3/2014 La Haine
La desestabilización de estados antagónicos pareciera ser un eje estratégico de la sociología política de ahora y de siempre. Los sucesos de Ucrania caen en una dimensión que es mucho más que la vieja disputa entre Europa y Asia. Lo de Ucrania es la cápsula que concentra una historia europea conocida que se pacifica en apariencia, con la paz de Westfalia que siempre ha sido la pátina del verdadero propósito. Las guerras han sucedido en Europa por el tema de la supremacía global, que es lo que más preocupa a esa Europa tipificada como fuera de la influencia rusa y china.
La severidad de la crisis en Ucrania, por lo trascendido en el plano político, también indica un nivel mayor de complejidad al tratarse de una lucha entre tres poderes. Una situada entre esa Europa Comunitaria ambiciosa en emular una suerte de ?Estados Unidos de Europa?, pero debilitada, y su aliado principal, Estados Unidos. La otra, entablada con el enemigo eterno, Rusia y aliados asiáticos. Esa Europa desprovista de la influencia soviética y rusa, reconstruida con el altruismo pragmático de su principal aliado para combatir al comunismo, en su esencia cultural, es anti norteamericana y eso fue revelado en esta crisis.
En Ucrania se ha demostrado nuevamente que la única forma consolidar la Alianza Transatlántica, es a través de enfrentar enemigos comunes y esta crisis, así como la de Siria, es en ese sentido paradigmática y lo que está detrás es la noción acendrada de la supremacía.
El papel de la OTAN para incidir en el quiebre del gobierno legítimo del depuesto presidente Yanukovich fue clave y reveló una vez más que la Alianza Transatlántica aspira a la supremacía total y el equilibrio unipolar. La conclusión precipitada de que el fin de la guerra fría era el comienzo de una nueva arquitectura de equilibrio multipolar fue más bien una aspiración que una predicción derivada de un cuidadoso análisis. El resto del proceso permaneció velado bajo el manto de la globalización convertida en la madre de todas las explicaciones de lo bueno y lo malo.
La crisis en Ucrania tiene que ver con la formación de un gobierno global dentro del cual tendrá que haber un espacio para Rusia y China que son los países que antagonizan el predominio Transatlántico. Puede convertirse en una crisis mundial, no por el carácter militar territorial del problema que es acotado aún, sino por su fondo político. Al ampliar el foco, éste tiene un alcance mayor porque incide en los equilibrios a nivel global y bajo qué circunstancias y a través de qué medios se obtienen. Un tema central al respecto es la desestabilización de los estados.
La globalización tiene una cara que se ha expresado con vehemencia en las desestabilizaciones (de estado y de instituciones políticas) por los cuatro costados el planeta. Asia Mayor y Menor las tienen a granel y así mismo África, de norte a sur y de este a oeste. América del Norte tiene una desestabilización significativa (de Estado) en México y Estados Unidos no se priva del fenómeno de la inestabilidad aguda que corre todavía por carriles políticos y económicos que ha puesto a la funcionalidad de estado en el límite. El partido republicano no cesa de asestar golpes en la integridad del gobierno federal que implique una refundación institucional, bandera favorita del sector dominado por el conservadurismo extremo.
En el resto de América, Venezuela protagoniza el proceso mayor de desestabilización inducida que se ajusta plenamente al proceso de reforma institucional en las naciones que apunta a la formación de una gobernabilidad planetaria uniforme. El ajuste estructural a las economías introducido en la década de 1980 ?tema reiterado en estas páginas- requiere de un ajuste institucional más profundo del que se aplicó con las desregulaciones y las privatizaciones.
El modelo económico introducido en esa década y al que astutamente se le dejó identificar con doctrinas liberales, necesita de un estado y un sistema político de intermediación que lo sustente con bases sólidas para garantizar su legitimidad. Hoy eso no está sucediendo porque el descontento de los sectores asalariados de ingresos medios y sectores que transitan estacionalmente entre estos niveles y la pobreza, es generalizado. En una mayoría de países, en los que también se debe incluir a los desarrollados e industrializados, el estado y los partidos políticos fueron en general cooptados por el gran capital. No había otro método para sustentar un modelo anti natura respecto a la esencia del sistema de bienestar social, que fue el gran dividendo resuelto después de la hecatombe mundial de 1939-1945. Si en lo específico esta realidad es inescrutable por la ausencia de un registro formal/oficial aceptado universalmente, la aproximación sociológica está diciendo que el indicador son las diversas crisis políticas que viven una mayoría de países que forman la comunidad internacional y que una más y otra menos, podrían derivar en la desestabilización de sus estados.
Recordando otras crisis en que la OTAN fue un actor principal, se debe enfatizar que los Balcanes no son el Cáucaso. La variable rusa en el tema de los equilibrios y la aspiración Transatlántica de supremacía europea y global, plantea inmediatamente una dimensión de carácter universal porque la Rusia de 2014, que está absorbiendo la guerra en Siria y la crisis latente sobre Irán, tiene más aliados de los que tenía en 1995 (crisis en los Balcanes) o en 2003 (crisis con Irak). China en 10 años también ha formado su plataforma internacional y ambas potencias forman el sustento de la contención a la supremacía de la Alianza Transatlántica.
Si existieran bases para un nuevo orden mundial, la OTAN debiera dejar de existir o al menos reformular su mandato y estructura, cambiando la direccionalidad de su habitual matriz como que Europa Occidental fuera a ser devorada por el algún monstruo asiático.
La Alianza Transatlántica está buscando situarse en una posición de supremacía universal casi total y esa condición amenaza a la estabilidad. El tema real es el reordenamiento político en función de los equilibrios en un orden mundial que no se ha pactado y que es la agenda pendiente. La ganancia y la sustentabilidad económica no han podido generar condiciones políticas para que ello ocurra. Ucrania es una cápsula del estado crítico de la globalización y que la Alianza Trasatlántica aspira a resolver con más expansión, con más supremacía.
El debate acerca de la 'paz' conquistada después de la caída de la URSS, ha sido desintegrado y auto referencial en cada nación, después de medio siglo de alineamiento forzado. También ha estado orientado a mantener la supremacía transatlántica como si fuera panacea para los equilibrios internacionales. Así le ha ido a esa alianza. Cuando se indaga en las actuales zonas de conflicto bélico hay un rechazo a esa alianza. Es cuando la globalización aplicada con la versión militarista de la OTAN se convierte en barbarie, precisamente por el rechazo.
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