“No hubo más remedio; la tortura era útil”
“Con algunos se nos fue la mano”, admitió el coronel retirado Gilberto Vázquez en entrevista con Últimas Noticias. Afirmó que no está arrepentido y que la tortura fue útil y necesaria: “se hacía lo que hiciera falta para tener la información porque del otro lado estaba la vida de nuestros soldados y la paz de la República”. Sobre los desaparecidos, dijo que fueron “casos mínimos”, que obedecieron a “razones económicas” y remarcó que “no se mataba a nadie”.
Consultado sobre si arrepiente de lo sucedido, Gilberto Vázquez respondió: “No, al contrario”. Dijo estar orgulloso de haber participado “en la salvación del país”. “¿Se imagina lo que hubiera sido un Uruguay comunista en medio de la guerra fría? ¿Vio lo que pasó en Vietnam? Acá hubiera sido espantoso. Era una cuestión práctica”, señaló el coronel retirado.
Ante la pregunta de si tampoco se arrepiente de haber torturado y desaparecido gente, contestó que “no había más remedio”. La otra opción, dijo, era permitir que siguieran matando soldados. “Yo no iba a dejar que los siguieran matando aunque me tuviera que embarrar las manos hasta la manija. Me dolía en el alma y me sigue doliendo, pero no había otra”, agregó. “Cuando a uno le toca, tiene que elegir el mal menor. O los reventaba a palos o dejaba que siguieran matando a mis camaradas”.
“Hicimos las cosas lo mejor que pudimos. Algunas cosas lamentables tuvimos que hacer”, dijo. “Fue como cuando un cirujano tiene que amputar una pierna porque con la gangrena, la persona se muere. No corta la pierna porque le guste. Había que hacerlo. Nosotros salvamos al país y estamos orgullosos”.
“La tortura era útil”
Gilberto Vázquez recordó que cuando los 106 tupamaros se escaparon de la cárcel de Punta Carretas, el 5 de setiembre de 1971, la sensación en las Fuerzas “fue de derrota total”. “No se podía con aquella gente, no había forma”, agregó: por eso los torturaban, para detenerlos, justificó.
“Cuando los empezamos a cascar y los tipos entraron a hablar, ellos nos enseñaron cómo funcionaba el MLN y dónde estaba cada uno”, contó. “En un año se vinieron abajo. Pasamos de estar achicados a achicarlos a ellos. Andaban a los saltos. Agarrábamos a uno y el tipo ya llegaba al cuartel pensando: 'Acá me van a hacer pelota'. Entonces muchos llegaban y decían: 'Vamos a hablar bien' y no precisaba mucha tortura”.
De todas formas, reconoció que los torturaban porque “se hacía lo que hiciera falta para tener la información, porque del otro lado estaba la vida de nuestros soldados y la paz de la República”.
Vázquez señaló que antes de aplicar la tortura entera, se daban choques eléctricos entre sí “para ver lo que era”. “No es tanta cosa”, opinó. “Lo que pasa es que era entre nosotros. Uno sabe que no lo van a matar pero cuando es el enemigo, la cosa cambia radicalmente. Uno no va a traicionar las ideas y los compañeros por un dolorcito, pero cuando la cosa viene de que lo van a matar, cambia”.
Por otra parte, sostuvo que se creó “una historia negra” con que los militares violaban y robaban, “pero no era así”. “Nosotros no permitíamos que esas cosas pasaran. Si pasaba, iba preso. No se permitía ni reírse. Era algo doloroso, triste y lamentable. A uno torturar le pesa en la conciencia toda la vida pero no había más remedio”.
Pocas desapariciones, por motivos económicos
El coronel retirado dijo que “al principio”, se entregaban los cuerpos de los fallecidos. Luego, por un pedido de los altos mandos, comenzaron a desaparecerlos. “Nos explicaron que el país tenía un drama económico. El petróleo había subido, la carne había bajado a la mitad, lo mismo pasaba con la lana”, contextualizó. “El problema económico era tremendo y el país se salvaba por el turismo y se necesitaba dar una sensación de tranquilidad para favorecer la inversión. ¿Quién va a invertir en el Congo? Entonces, la orden fue que cuando muriera alguno, no apareciera. Eso vino de arriba. Fue por razones económicas y parecía razonable”.
Luego, “fueron casos mínimos”, indicó, al tiempo que sostuvo que no se mataba a nadie. “En Chile los mataban, en Argentina el sistema era hacer desaparecer. Acá está (José) Mujica presidente, el Ñato (Eleuterio Fernández Huidobro) senador, (Eduardo) Bonomi de ministro. Acá fueron veinte. Con algunos se nos fue la mano y otros eran tipos enfermos, que de repente llegaban y sin tocarlos, les daba un infarto. El tema fue que entre miles de tipos, alguno se quedaba. Ese desaparecía”.
Respecto al segundo vuelo, señaló que se trata “de un invento”. “Yo nunca supe nada. En el primero los trajimos porque allá los iban a matar. Los salvamos, no por cuestiones humanitarias sino porque para nosotros eran fuente de información importante. Nos servían, pero nos trajo terribles problemas con Argentina porque el sistema de ellos era otro”, argumentó.
Por otro lado, afirmó que no robaron niños. Sobre el caso de Macarena Gelman, dijo que “eso fue una cosa rara”. “Cuando nosotros teníamos a un argentino, se lo dábamos a ellos porque les podía servir como fuente de información y nos traíamos a los uruguayos; pero traerse a una argentina para acá, no tiene la menor lógica”, explicó, al tiempo que calificó el caso como un daño colateral. “Es como cuando tiramos para matar en un lado y uno se tara o le erra, y encaja un bombazo en una escuela. Son cosas que salen del objetivo militar. Nunca pude entender para qué la trajeron”.
Dijo no tener “ni idea” dónde está María Claudia. “Yo no estaba. No lo hubiera permitido porque esas cosas no se hacían”.
Cuando la periodista de Últimas Noticias preguntó dónde están enterrados los desaparecidos, Vázquez respondió: “no están” porque “vino la Operación Zanahoria”. Contó que a fines de 1984 “se desenterraron a los que había, se quemaron y se tiraron las cenizas a un arroyo”, cree que al Manga. Ahora, “no hay nada: lo saben en las Fuerzas Armadas, en el MLN y en el Partido Comunista”.
“En la limpieza, alguno quedó”, dijo, en referencia a los cuerpos de Miranda y de Cháves Sosa.
La Operación Zanahoria la ordenó el general Washington Varela, ahora fallecido. “Éramos amigos y, en aquel momento, me dijo que era una decisión política porque había gente que ya estaba muy cerca y entre los militares algunos querían seguir y volver a la democracia”, contó el coronel retirado, en este momento preso en la cárcel de Domingo Arena (a la que definió como un geriátrico).
Presos a pesar de los acuerdos
Según Gilberto Vázquez, los militares fueron presos por “una venganza del Partido por la Victoria del Pueblo (PVP), que fueron los que tuvieron más desaparecidos en Argentina”.
“Los tipos fueron a la guerra con la mujer y niños chicos. Encima la embarazaban y la metían en el baile, una cosa que a un militar no se le pasa por la cabeza”, comentó. “Mi mujer no sabe nada de nada, y mis hijos menos”.
A diferencia de la relación con el PVP, con los tupamaros -dijo Vázquez- tuvieron contacto hasta que los militares fueron presos. “Siempre quedó claro que ellos no guardan rencor. Los tupa no hicieron denuncias, las denuncias son las del PVP y parte del Partido Comunista”.
Para el gobierno, “esto no es un tema de Justicia: es un negocio”, afirmó el coronel retirado. “Al principio nos dijeron: 'Si aparece algo de la Gelman (María Claudia García), el fiscal tranca las cosas, desactiva el caso y el presidente (Tabaré Vázquez) hace un discurso para decir que se da vuelta la página y esto se terminó'. El tema fue que en el lugar que marcaron no estaba la Gelman y ahí volvió a empezar la cosa”.
El comandante en jefe del Ejército -primero Ángel Bertolotti y después Carlos Díaz- habló directamente con Gilberto Vázquez. “Me dijo: 'Lo quieren preso sí o sí. Son ocho años y hay que hacerse cargo del caso Soba'. Uno de los camaradas que estaba ahí, dijo: 'Yo estuve en miles de operativos, ¿me tengo que hacer cargo de alguien que no se quién es?'. Y además ocho años a nuestra edad, es como perpetua”.
Fueron presos igual, “pero con comodidades y en la Fuerza Aérea, por ejemplo, no fue nadie”, remarcó. “Lo que pasa es que cambiaron los que hicieron el negocio. No está (el comandante Enrique) Bonelli y no está Tabaré (Vázquez) y la cosa cambió”.
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