martes, 24 de julio de 2012

La muerte de Oswaldo Payá.


Al centro de la carretera: la muerte de Oswaldo Payá.

Por ARTURO LÓPEZ LEVY
(Especial para Infolatam).- La muerte del opositor Oswaldo Payá Sardiñas representa un duro golpe para la oposición política cubana. Paya era el líder del Movimiento Cristiano Liberación (MCL), organización propulsora de la iniciativa opositora de más alcance desde la victoria comunista en la guerra civil cubana de los años sesenta. A tenor del artículo 88 (g) de la constitución cubana, el MCL se propuso recoger un número mayor a las 10 000 firmas requeridas para generar una iniciativa legislativa en torno a los derechos de los cubanos a la libre expresión, movimiento, asociación y a la propiedad privada. Para el año 2002, a pesar de considerables obstáculos interpuestos por las autoridades, Paya y varios de sus seguidores entregaron más de 11 000 firmas a la Asamblea Nacional, el parlamento cubano.
El hecho de que un movimiento opositor recogiera ese número de firmas no representó una amenaza inmediata para el gobierno de Fidel Castro ni una crisis de gobernabilidad como los gobiernos de George W. Bush y José María Aznar trataron de presentar. En términos de reconocimiento público y capacidad de convocatoria, tanto la capacidad de Payá y el MCL, como de la oposición política toda era y es exigua. El merito opositor de Payáestaba en haber estructurado un camino posible, una agenda moderada basada en demandas desde la calle cubana, para retar al gobierno cubano a partir de su propio orden constitucional.
A diferencia de otros grupos opositores que se reciclan entre declarados opositores al gobierno cubano, Payá y el MCL tenían una conexión a la población más general a través de comunidades religiosas, fundamentalmente católicas. Aunque la jerarquía católica nunca tomó partido respecto al Proyecto Varela, si expresó en varias ocasiones su respeto por el carácter cívico, no violento del mismo y toleró la iniciativa individual a favor de Payáen algunas (nunca un numero mayoritario) de las parroquias del país. El MCL también organizó grupos de encuentro regular y estructuras a nivel de algunos pueblos y ciudades, algo de lo que carece la mayoría de los opositores cubanos, con muchos contactos con la prensa internacional e internet pero sin convocatoria ni institucionalización popular real.
Ni Pa’ya ni pa’ca:
Unos días después de la entrega de las firmas del Proyecto Varela a la Asamblea Nacional de Cuba, la isla fue visitada por el ex presidente norteamericano James Carter en mayo de 2002.  En su discurso en el aula magna de la universidad de la Habana, con Fidel Castro sentado en el auditorio, y ante las cámaras de la televisión cubana, el también premio Nobel de la Paz abogó por una discusión publica del proyecto de reformas presentado por Payá como parte de un proceso de diálogo entre todos los cubanos y de distensión con EE.UU. Washington debía comenzar con la eliminación de la prohibición para los estadounidenses de viajar a la isla.
Entre la visita de Carter a Cuba y el arresto de varios de los líderes intermedios del MCL, Payá disfrutó de una elevación de su perfil internacional..
El debate entre el presidente Carter y varios líderes estudiantiles castristas fue transmitido a toda la isla y reproducido luego en publicaciones oficiales. El gobierno reaccionó con dos estrategias fundamentales: 1) la convocatoria prioritaria a un contra-plebiscito al propuesto por Paya que reafirmase el carácter perpetuo del socialismo cubano, haciendo ilegal el cuestionamiento implícito en el proyecto Varela al dominio unipartidista del Partido Comunista (PCC), 2) en marzo de 2003 arrestó a la crema y nata de los cuadros intermedios del MCL, dejando a Payá cual general sin capitanes, y destruyendo la capacidad de comunicación entre el líder y las bases, que aunque no podían competir con el PCC, estaban en un momento ascendente.  El MCL nunca se recuperó de aquel golpe.
Entre la visita de Carter a Cuba y el arresto de varios de los líderes intermedios del MCL, Payádisfrutó de una elevación de su perfil internacional. Recibió varios premios internacionales incluido elAndrei Sakharov del parlamento europeo y otro del Instituto Nacional Demócrata para las Relaciones Internacionales. Payá visitó Madrid, donde fue recibido por el entonces presidente José María Aznar y Miami, donde recibió el apoyo de un grupo importante de los exiliados de línea moderada y el ataque apasionado de los defensores de la intransigencia total frente al gobierno castrista y el orden constitucional post-revolucionario. La actitud de la extrema derecha cubana exiliada quedó sintetizada en la frase descalificadora de la locutora radial y líder del Consejo para la Libertad de Cuba Ninoska Pérez: “Ni pa’ya, ni pa’ca”.
Al regresar a Cuba, Payá se encontró entre dos fuegos. El gobierno acudió al  contra-plebiscito, con instrumentos de cooptación, movilización y represión para la cual  el MCL no tenía mínima capacidad de resistencia. En el exilio, su oposición a las propuestas de congresistas cubano-americanos para restringir los viajes de cubano-americanos a Cuba, y pasadas declaraciones contra el embargo le atrajeron la ira de la derecha exiliada, para la cual su movimiento, centrado en torno a su persona y la representación exterior de su hermanoCarlos Payá, residente en España, no tuvo respuesta efectiva. En lugar de insistir en una postura moderada firme hacia ambos extremos, desarrollando propuestas sobre la base de su posición inicial de usar el orden constitucional post-revolucionario para retar su continuidad, Payá ensayó un discurso ambiguo, intentando desconectar la lucha contra las limitaciones a las libertades y derechos humanos de los cubanos, de la condena al embargo de Washington contra la isla (Carlos Paya llegó a decir que “el gran y único bloqueo en Cuba era el del gobierno”). Fue un error estratégico.
Una nueva circunstancia:
Con el lanzamiento del proyecto de reforma económica gradual, Raul Castro y el PCC se apropiaron de algunas de las propuestas de cambio emanadas no solo dentro de los sectores más pragmáticos dentro del gobierno sino también de la oposición. El inicio del tránsito a una economía mixta y descentralizada, la relajación de la política migratoria y un nuevo dialogo con la Iglesia Católica crearon una nueva situación en la isla que socava las propuestas más atractivas y las metas más urgentes del MCL.
En el proyecto Varela, los derechos reclamados tenían todos iguales valores, en la agenda de reformas, el gobierno ha propuesto una liberalización incompleta, con una secuencia en la ampliación de derechos encaminada a preservar al PCC en el poder. Dadas las incertidumbres y riesgos asociados a una lógica de shock y desobediencia civil, una parte importante de la población cubana (con patrones de envejecimiento no favorables a propuestas revolucionarias al estilo de las sociedades árabes) y las comunidades religiosas, que son las instituciones de la sociedad civil que combinan la mayor independencia del estado y capacidad de convocatoria, han dado un apoyo crítico a ese proceso.
El gobierno de Raúl Castro también inauguró una política de autoritarismo de baja intensidad hacia la oposición activa. A partir de la excarcelación y exilio de la mayoría de los presos de la primavera de 2003, en lugar de condenar a los nuevos arrestados a largas penas, las autoridades cubanas arrestan a opositores de menor perfil internacional, por periodos cortos, para después liberarlos, castigados con multas o sanciones de relativa corta duración. Las circunstancias de represión con largas penas contra los opositores y el estancamiento doctrinario posterior al V Congreso del PCC en 1997, que hacía más atractivo el mensaje de derechos mínimos del Proyecto Varela desaparecieron gradualmente.
Al centro de la carretera:
Al momento de su muerte este 22 de julio, ni Oswaldo Payá ni el MCL se había adaptado a la situación creada a partir de las propuestas de reformas. Ese marasmo opositor es descrito en algunos de sus cables a Washington, revelados en Wikileaks, por varios funcionarios norteamericanos de la Sección de Intereses en La Habana. El proyecto de usar los mecanismos del sistema político de 1976 para retar su hegemonía política desde posiciones moderadas post-revolucionarias seguía siendo el más atractivo para los partidarios pasivos de la oposición. Sin embargo,  la oposición se debate entre erráticas declaraciones hostiles a las gestiones mediadoras de la Iglesia Católica y una falta de hoja de ruta.
La muerte de Payá deja un vacío de liderazgo en la diezmada oposición cubana. A diferencia de la oposición bloguera que sueña con las revoluciones de twitter y facebook, Payá, sabía que para retar al PCC, la clave estaba en “organización, organización y organización”. Su experiencia como católico practicante en los momentos grises del ateísmo oficial le demostró que solo la atracción y organización de una masa crítica de ciudadanos podría revertir las políticas totalitarias.
Las denuncias de su hija Rosa María, sobre un posible homicidio provocado traerán la movilización de los opositores activos y atraerán a pasivos simpatizantes y cubanos que lo admiraban como un cristiano honesto, hombre decente de familia, y trabajador ejemplar en el Hospital donde era ingeniero. En el exterior, algunos del exilio derechista, que en vida sabotearon su propuesta moderada, se rasgaran las vestiduras para elevarlo a la categoría de mártir. Por supuesto, que no discutirán el daño que su intransigencia y radicalismo causó a Payádesde 2002.
En términos de legado, Payá deja un camino apenas empezado: trabajar desde el orden constitucional post-revolucionario para canalizar la vibrante pluralización social de la isla en una alternativa racional y nacionalista, de democracia y estado de bienestar, al proyecto de reformas parciales de Raúl Castro.  Quizás en Washington y Miami se iniciará una reflexión sobre el costo de continuar una política maximalista, contraproducente a la consolidación de un proyecto de oposición moderada. En Cuba, las pintadas obscenas en los muros de la casa de Payá son testimonio de una oportunidad perdida por el PCC para convivir con un cubano que no persiguió nunca la violencia sino el derecho a expresar su discrepancia. Payá murió políticamente en el medio de la carretera, donde hay dos rayas amarillas, y muchas buenas intenciones de centro derecha y centro izquierda, aplastadas por la complicidad de los radicalismos.

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