PANAMÁ - BANCO MUNDIAL: EDUCACIÓN POR COMPETENCIAS |
(AW) Decía Paulo Freire que todo acto educativo es un acto político. Y este enorme pedagogo entendió que el aprendizaje en este mundo oprimido no podía ser alienante sino de liberación permanente, lo cual ejerció hasta su último aliento. Pero en Panamá pisa fuerte el Banco Mundial, entre otros países de occidente, con su Educación por Competencias. Un sistema oscuro, como brazo del neoliberalismo, que se expresa en una sociedad consumista, acrítica y teledirigida. El compañero Beluche ofrece un informe sobre la resistencia de la comunidad educativa, la metodología desde la cual la realidad es construcción mental del observador o la subjetividad del educando. Un panorama que lleva varios años de vigencia y rechazo de varios sectores sociales. Por Olmedo Beluche
La educación por "competencias" pretende presentarse como una pedagogía de "última generación" capaz de salvar al sistema capitalista de su crisis y a las nuevas generaciones del desempleo. Es el concepto mágico al que se apegan los ministerios de educación para justificar las reformas educativas ordenadas por el Banco Mundial, incluido no sólo el currículo académico, sino también las relaciones laborales con los docentes.
En Panamá, país donde los vuelos teóricos no alcanzan grandes alturas, la doctrina de las "competencias" ha sido resumida por el MEDUCA en su Decreto Ejecutivo 920, fuertemente denunciado por los gremios docentes. Sin la menor pretensión de creernos expertos en pedagogía, pero forzados por las circunstancias de la lucha de clases que rodea nuestras aulas, nos hemos visto obligados a un repaso rápido del tema para tratar de comprender todo lo que está en juego detrás de las benditas "competencias". Empecemos por señalar que hay tres elementos implicados en este asunto: 1. La base epistemológica subyacente a la teoría de las competencias; 2. La propuesta pedagógica concreta; 3. El marco social, económico y político en que surge.
La epistemología de las competencias
La epistemología o concepción teórica y metodológica subyacente a la pedagogía de las competencias suele ser falsamente presentada como un desarrollo del constructivismo pedagógico de Piaget, Vygotsky y Freinet. Nada que ver. En todo caso su origen epistemológico es completamente opuesto al constructivismo pedagógico.
Según Nico Hirtt, pedagogo belga dirigente del grupo Appel pour une Ecole Démocratique (APED), la pedagogía de las competencias nace del "constructivismo filosófico" (también llamado radical o epistemológico o "relativismo") no del "constructivismo pedagógico". Para el constructivismo filosófico, la realidad depende de la construcción mental del observador, la cual, a su vez, se basa en las experiencias personales. De manera que para esta perspectiva la ciencia no busca la "verdad", ni el conocimiento "objetivo", porque existen tantas verdades como observadores haya. Hirtt nos alerta para no confundir "constructivismo pedagógico" (Piaget, Vigotsky) con "constructivismo epistemológico". Para Piaget y Vygotsky, la existencia del mundo real u objetivo no estaba cuestionada. La pedagogía debía llevar al estudiante hacia el conocimiento (como fin último de la educación) mediante una serie variada de técnicas en la que el educando es ente activo para que vaya "construyendo" ese conocimiento a partir de experiencias concretas y compresibles para él: "... los conceptos se adquieren más fácilmente y más eficazmente cuando durante el aprendizaje el educando pasa por un proceso de (re)construcción de conocimientos..., por su participación en un proceso hipotético-deductivo", dice Hirtt. Para el "constructivismo filosófico", lo que está en construcción no es el conocimiento, sino la propia realidad. Desde esta perspectiva la realidad es hasta cierto punto "inventada" (por las experiencias anteriores, las percepciones y los datos empíricos). Nunca se podrá llegar a conocer la realidad tal como es, o sea, nunca habrá conocimiento objetivo. Esta perspectiva se remonta a Kant y hasta el subjetivismo extremo. En ella han trabajado epistemólogos muy reputados en las universidades del siglo XXI: Watzlawick, Glaserfeld, Prigogine, Luhman, Morin y Maturana. Porque no viene a cuento, no vamos a entrar aquí en el debate epistemológico, ni en la crítica correcta de las deformaciones del positivismo con toda su carga de pretendida "objetividad" al servicio de intereses concretos, sin caer en los extremos relativistas de esta corriente "constructivista". Para el debate pedagógico, que es el que nos interesa ahora, el problema del "constructivismo filosófico" es que desdeña el conocimiento (en el cual no cree) como objetivo último del proceso educativo, y cambia el acento hacia los procedimientos, las metodologías, las actitudes y aptitudes subjetivas del educando, como fin primordial de la educación. De ahí deriva que se valore más la capacidad del docente de desarrollar "programas analíticos por competencias" que su real capacidad para transmitir conocimientos. De ahí que, como es el caso de Panamá, sea un requisito para ser docente pasar por los cursos de docencia superior (volcados al manejo de las TIC's) que los postgrados de especialidad.
La propuesta pedagógica de las Competencias
Aclarado lo anterior, es fácil comprender las diferencias abismales entre la pedagogía constructivista (Piaget, Vygostky) y la pedagogía fundamentada en la "educación por competencias". El objetivo central de la educación, para el constructivismo piagetiano, era el conocimiento, es decir, la comprensión del mundo (natural y social) mediante conceptos que el educando iba construyendo con una batería de técnicas propuestas por el docente que llevan al estudiante a resolver problemas. Aquí las técnicas pedagógicas son un medio para un fin: el conocimiento. En la educación por competencias, el conocimiento como tal deja de ser el objetivo central del proceso educativo, y pasa a jugar un papel secundario, dándose prioridad a las técnicas, las cuales pasan de medios, para convertirse en el objetivo prioritario de la educación. Eso es lo que está detrás del famoso slogan de: "saber hacer". La educación por competencias se carga de un plumazo todo lo que en la educación procuraba la "comprensión" de la realidad, al calificarlo como "saberes muertos", sin valor (ni de mercado, ni moral). De manera que es más importante, para las competencias, que el estudiante sea capaz de manipular un "data-show", a que haya comprendido cabalmente los conceptos centrales de las ciencias naturales y sociales. El corazón de las competencias, y el objeto de la evaluación, no son los saberes (conocimiento), sino las actitudes y el comportamiento del estudiante: responsabilidad, eficiencia, iniciativa, ejecución, trabajo en grupo, adaptación a circunstancias cambiantes, etc. (...)Eso explica que las reformas educativas en boga lleven a su aniquilación a los cursos cuyo objetivo es la reflexión y comprensión del mundo: filosofía, historia, sociología. Y los cursos enfocados al conocimiento concreto, tengan por objeto, no el conocimiento conceptual, sino las técnicas (saber hacer). Por eso en Panamá, el MEDUCA se ha cargado cursos como el de "Historia de las Relaciones de Panamá con Estados Unidos" y en general ha comprimido la Historia en un pensum abigarrado a abordar en poco tiempo, más volcado a fechas y personajes, que a la comprensión de los procesos. Por eso en las universidades, cursos como Sociología, Historia y Filosofía tienden a ceder espacios a favor de Inglés y las famosas TIC's.
¿Quiénes están detrás de las competencias?
Es evidente que una pedagogía sustentada sobre las competencias ("saber hacer saber ser") y no sobre el conocimiento ("saberes"), se propone como centro del proceso educativo no la formación de un trabajador especializado o profesional en un área específica, sino de un asalariado dúctil ("capaz de adaptarse a todas las circunstancias"), un "utility". En este enfoque pedagógico de las competencias se profundiza el proceso que Carlos Marx llamaba la transformación del "trabajo concreto" en "trabajo abstracto" que realiza el capitalismo. Es decir, para el sistema capitalista cada vez importa menos la capacidad de un trabajador de crear un producto a partir de su dominio de una técnica o de su habilidad personal. El sistema, promoviendo la simplificación de los procesos laborales y su división social impone tareas simples (mecánicas) que cualquiera puede realizar (Taylorismo y Fordismo). De esta manera se abarata el costo de la mano de obra y se aumenta la plusvalía y la ganancia empresarial. (...) Helen Bertrand, dirigente docente francesa, establece la coincidencia en el tiempo, lugar y origen institucional de la pedagogía de las competencias con la imposición del modelo económico neoliberal en Europa y Francia. Un primer referente es el informe de Michel Drancourt ("Le fin du Travail", 1984), que señala: "Debemos tomar iniciativas políticas... (consistentes) en degradar los reglamentos, los derechos adquiridos, los hábitos administrativos, los corporativismos en el sector público, las estructuras de enseñanza tradicionales típicas del estado de bienestar". Bertrand señala que en 1989, la Mesa Redonda de los industriales europeos (ERT) exigió "una reforma acelerada de los sistemas de enseñanza y de sus programas... (para que) la educación y la formación se consideren inversiones estratégicas vitales para el éxito de la empresa del futuro". En 1991, en Francia, la Ley Aubry, creó "el balance de las competencias" profesionales. En 1995, el Informe Mine, publicó "El trabajo en veinte años", donde se señala la necesidad de reformar el Código de Trabajo y la educación en Francia. La Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) que reúne a las potencias capitalistas, publicó en 1995 "La flexibilidad del tiempo de trabajo" y en 2001 "¿Qué futuro para la escuela?". Entre 2000 y 2006, la Unión Europea aprueba el marco de referencia para las "competencias-clave", necesarias "para el aprendizaje a lo largo de la vida, para el desarrollo personal, la ciudadanía activa, la cohesión social y la empleabilidad". Helene Bertrand cita a todos estos organismos y comisiones europeas quienes confiesan que su objetivo es abaratar el costo de los procesos educativos para transferir al estudiante la responsabilidad por su propia formación ("cultura de la responsabilidad"): "De esta forma, a nombre de la "formación a lo largo de la vida", el asalariado termina siendo responsable de su "empleabilidad". Debe formarse permanentemente, incluso en su tiempo libre, para ser competitivo para la empresa. El patrón se deshace así de la obligación de financiar la formación profesional continua (...). Si el trabajador debe constituir su propio capital de competencias originales y flexibles, que reemplazan el escalafón de calificaciones reconocido a nivel nacional, los diplomas y programas, tal y como se les reconoce en la actualidad, no van a tener utilidad", dice Bertrand. Ojo, porque aquí la siguiente víctima de este modelo de competencias son los diplomas y títulos, los cuales ya no tendrán un peso concreto en el currículo del trabajador, sino que pasarán a ser una "competencia" más entre otras. (...) En esta corriente también entran medidas como las tomadas en el sistema de evaluación de concursos de la Universidad de Panamá, en que las ejecutorias profesionales dejan de tener valor cumplidos los cinco años, con lo que se obliga al profesional a tener que estar buscando títulos constantemente para no perder su status profesional (puntismo). Sin embargo, los programas por competencias no son algo nuevo en Panamá. Si algo bueno se puede decir de la actual ministra de Educación, Lucy Molinar, es que ella no es la única responsable de la implementación del esquema educativo neoliberal. Sus antecesores en el cargo ya habían avanzado por este camino. Los famosos "programas analíticos por competencias", que se han convertido en el fetiche de la reforma curricular, ya son pan de cada día en la básica y la media y en todas las universidades privadas. El balance de la aplicación de esas reformas pedagógicas constituye un mentís a la principal afirmación de las autoridades en el sentido de que estas reformas son la tabla de salvación del país y que nos conducirán por la senda del "desarrollo". Las "competencias" sólo han servido para seguir abaratando la fuerza de trabajo y sometiendo a los docentes mayores dosis de "stress" y explotación. Panamá, 19 de febrero de 2013 |
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