jueves, 30 de mayo de 2013

La inamovible perseverancia de las FARC-EP.

COLOMBIA

"Tenemos todo el derecho a llamarnos revolucionarios y a ocupar el lugar que nos merecemos en la construcción del nuevo país".

Por Gabriel Ángel

La ideología de las clases dominantes nunca bramó con tanta soberbia como tras la caída de la Unión Soviética. Lanza en ristre, políticos, académicos, intelectuales, militares y hasta comunistas arrepentidos se echaron encima del pensamiento revolucionario, alegando que carecía de lugar, pretendiendo ridiculizar a sus defensores y celebrando misas por su muerte intempestiva.

Absurdas elaboraciones sin el menor sustento histórico o científico pasaron a remplazar lo que llamaron con desprecio el metarelato. El fin de la historia, el choque de las civilizaciones, la ola democratizadora, sucesivamente emergieron novísimas interpretaciones de la realidad, bendecidas de inmediato por el gran capital y universalizadas con loas por los grandes medios. 

Peor aún la avalancha desatada contra los revolucionarios en armas. Al tiempo que los marines norteamericanos pertrechados con el arsenal más moderno, amparados por sofisticada artillería, naves de guerra y aviones de alta tecnología destructiva, humillaban al Ejército iraquí en la Tormenta del Desierto, se nos hizo saber que nada justificaba ahora las rebeliones armadas. 

Sin importar el lugar, las condiciones históricas,ni la naturaleza de las contradicciones económicas, sociales, políticas o culturales que particularizaban la situación de las distintas luchas de los oprimidos, un decreto expedido en las alturas imperiales, y aplicado de inmediato por sus cipayos en cada país, sentenciaba que sólo tenían algún sentido los medios pacíficos.

Dando por sentado, por supuesto, que en todas partes existían condiciones plenas para ejercicio de tal expresión de la lucha popular. Y partiendo de la premisa de que todas las manifestaciones, armadas y no armadas de inconformidad y rebeldía, habían tenido origen exclusivo en el interés soviético por ampliar su dominio en el mundo. Muerta la madre, había que sacrificar los hijos.

Si todas las formas de la lucha contra la explotación capitalista eran inyectadas por el comunismo ruso, si las presuntas injusticias y opresiones contra las que se alzaban los pueblos no eran más que invenciones de la propaganda subversiva promovida por Moscú, si el capitalismo era el escalón más alto e insuperable alcanzado por la humanidad, no había más remedio que rendirse.

Entre otras cosas, porque con el derrumbe del paradigma se pretendía probar la imposibilidad de una alternativa distinta. Todos los medios y discursos repitieron incesantemente que la salvación buscada no existía, como acababa de ser demostrado, pero sobre todo porque el peligro jamás había existido tampoco. El capitalismo nunca había sido un monstruo, sino una bendición bendita. 

Canallas, miserables, dinosaurios despreciables y estúpidos, momias congeladas en las nieves del tiempo, piezas desechables de museo, ciegos sin lazarillo y sordos sin remedio, qué no se dijo de quienes perseveramos en la lucha contra las injusticias. La furia reunida de todos los huracanes era pequeña ante temible tsunami que se abalanzó sobre los revolucionarios y rebeldes.

Muchos cedieron, es verdad. Bebieron de la nueva fuente de la sabiduría y quedaron perplejos, anonadados por el descomunal gigantismo del poder omnímodo. Resignaron sus ideas y sus esfuerzos por transformarlo todo y construir su verdad. No merecen una palabra más que se refiera a ellos. Nosotros no, nosotros seguimos apostando a la causa y seguros de triunfar.

Desde entonces todas las iras imperiales y oligárquicas cayeron sobre nuestras humanidades, no hubo infamia que no se atribuyera a nuestra organización. Perseverar en la lucha se convirtió en estigma, patíbulos ejemplarizantes se irguieron para ejecutarnos con sevicia, los círculos del poder celebraron al unísono una y otra vez cada golpe que recibíamos. Nos volvieron malditos.

Aun así seguimos adelante. Inspirados entre otras cosas por la dignidad del pueblo de Cuba, esa nación de titanes que iluminados por las palabras del Fidel y El Che, se levantaba invencible en las  narices del Imperio. Animados por la claridad diáfana del pensamiento de nuestros fundadores. Reivindicando la sangre y el honor de aquellos de los nuestros que caían en la embestida.

Pero sobre todo, conscientes de que no porque la repitieran millones de veces, la mentira institucionalizada iba a volverse cierta. Mientras el hambre y la injusticia afectaran a una inmensa mayoría de nuestros compatriotas, mientras la violencia sanguinaria del Estado continuara cercenando miles de vidas en nuestro suelo, nuestras razones al nacer se mantenían vivas.

No porque lograran imponerse por la fuerza de las armas y el miedo, se volvían válidos los argumentos del gran capital para saquear sin tregua las riquezas de nuestro país, para cortar de un tajo los derechos conquistados por los trabajadores en un siglo de luchas, para redistribuir la propiedad de la tierra a su favor mediante la generalización de la masacre y el destierro.

No porque nos llamaran de la peor manera, porque aseguraran que carecíamos de ideas y sólo nos alentaban motivaciones viles, porque sus cantos de sirena nos invitaran a la rendición al tiempo que nos arrojaban toneladas de explosivos y metralla encima, las FARC-EP íbamos a dejar de alentar a nuestro pueblo a la lucha y a arrojar la decencia a un lado del camino.

Somos revolucionarios, creemos en la posibilidad de que el pueblo colombiano reviente las cadenas con que ataron su soberanía nacional, apostamos sin dudar a que de abrirse los espacios para la expresión libre del pensamiento y el ejercicio de la actividad política, sin riesgo para la vida y la libertad, la gente honrada de nuestro país, esa gran mayoría, alcanzará los cambios necesarios.

Siempre hemos sabido que no es mediante la fuerza solitaria de las armas como vamos a conseguir el poder para nuestro pueblo. Pero sí sabemos que en las condiciones violentas y ventajistas en las que la oposición política es obligada a actuar en nuestro país, las solas vías pacíficas resultarán insuficientes. La sola historia de la UP lo demuestra.

En la particular situación que el pueblo de Colombia se ha visto obligado a vivir, el empleo revolucionario de las armas ha sido necesario para sostener la resistencia y mantener abierta la posibilidad de abrir el paso a una verdadera democracia. Ha sido la oligarquía de nuestro país, servil al imperialismo, la que ha hecho siempre la guerra. Nosotros le hacemos frente.

Que todo eso cambie es nuestra aspiración al dialogar con el gobierno en La Habana. Para alcanzar esa Mesa hemos tenido que soportar la más demencial arremetida que haya sufrido algún pueblo en toda la historia de nuestro continente. Durante 49 años continuos, miles de mujeres y de hombres hemos entregado lo mejor de nuestras vidas sin recibir un centavo a cambio. 

Eso no nos confiere el derecho a considerarnos superiores a nadie. También somos conscientes de eso. Pero sin duda que tanto esfuerzo, tantas vidas regadas en el camino, tantos mártires sacrificados en la tortura y las mazmorras, nos otorga el derecho a llamarnos revolucionarios y a ocupar el lugar que nos merecemos en la construcción del nuevo país. Nadie puede negarlo.

Montañas de Colombia, 25 de mayo de 2013. 

El mundo saluda el acuerdo entre el Gobierno colombiano y las FARC

La ONU, Estados Unidos, la UE y varios líderes de países latinoamericanos saludaron ayer el acuerdo parcial sobre la cuestión de la tierra, alcanzado entre el Gobierno de Colombia y las FARC en las negociaciones de paz de La Habana. EEUU confirmó su apoyo al proceso negociador el mismo día en que el vicepresidente estadounidense, Joe Biden, iniciaba una visita oficial en Bogotá.

El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, celebró ayer el acuerdo sobre la tierra alcanzado entre el Gobierno de Colombia y la guerrilla de las FARC. «Es un logro significativo y un importante paso adelante» afirmó Ban tras el anuncio realizado en La Habana, donde tienen lugar las negociaciones de paz entre el Gobierno colombiano y la guerrilla.

Ban deseó también que las delegaciones alcancen «más éxitos en sus esfuerzos para lograr un acuerdo en los asuntos pendientes y poner fin al largo conflicto de Colombia».

La cuestión de la tierra es el primer punto de la agenda pactada para los diálogos de paz que se desarrollan en La Habana con Cuba y Noruega como garantes del proceso, y Chile y Venezuela como acompañantes.

También el Gobierno de EEUU expresó, a través de su embajador en Bogotá, Michael McKinley, su satisfacción. «Es un avance alentador que estas negociaciones van a llevar al fin del conflicto en Colombia», indicó el diplomático en el aeropuerto militar de Catam, justo cuando llegaba el vicepresidente de EEUU, Joe Biden, para una visita oficial a Bogotá. «EEUU y la comunidad internacional ha apoyado este proceso y esperamos que sea el primero de muchos avances que lleven a la terminación del conflicto», agregó McKinley.

También, la Alta Representante de Política Exterior y Seguridad Común de la UE, Catherine Ashton, confió en que este avance «clave» sea un primer paso hacia «la paz que los colombianos merecen». Desde la propia Latinoamérica fue especialmente bien acogido. El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, consideró que se trata de un acuerdo histórico. «Es la mejor noticia que podíamos recibir los pueblos bolivarianos», señaló .

Su homólogo boliviano, Evo Morales, también calificó de «histórico» el acuerdo y añadió que se ha cumplido «el sueño de Fidel y de Chávez, de solucionar los conflictos internos a través del diálogo».

«Muy buena noticia que Gobierno colombiano y FARC hayan superado el primer tema del diálogo de paz, el agrario», señaló, por su parte, el ministro de Exteriores de Ecuador, Ricardo Patiño.

Santos: «un paso fundamental»

«Celebramos, de veras, este paso fundamental en La Habana hacia un pleno acuerdo para poner fin a medio siglo de conflicto», saludó el presidente colombiano, Juan Manuel Santos. «Continuaremos con el proceso con prudencia y responsabilidad», añadió. El presidente del Senado y articulador de las Mesas Regionales de Paz, Roy Barreras, lo calificó de «histórico» e «irreversible», y pidió acelerar el proceso para lograr un entendimiento definitivo antes de fin de año en otros temas por negociar como participación política, narcotráfico, víctimas y dejación de las armas.

La exsenadora y líder de la Marcha Patriótica, Piedad Córdoba, se congratuló de que, al fin, se reconozca a los campesinos. «Histórico este avance, esperamos que asuntos de fondo que dieron origen a este conflicto se desactiven con la implementación de lo acordado», manifestó, confiando en «la construcción de un nuevo país». Por su parte, las FARC se felicitaron por el acuerdo pero advirtieron de «salvedades puntuales que necesariamente tendrán que ser retomadas» antes de alcanzar acuerdos definitivos.

El jefe de la delegación guerrillera, Iván Márquez, denunció que «el país sigue soportando medidas políticas y económicas que entregan nuestro territorio a la voracidad de las transnacionales». Advirtió de que «siguen reinando la corrupción y la impunidad, que hoy obstruyen la posibilidad de construir una alternativa de solución diferente a la guerra». Frente a ello, expresó su confianza en la movilización social.

Las FARC afirman que «nos la vamos a jugar» en el proceso de paz
Pablo Catatumbo, miembro del Secretariado de las FARC y negociador con el Gobierno de Colombia en Cuba, aseguró que la guerrilla «se la va a jugar» por la paz, pero rechazó poner plazos al proceso porque 50 años de conflicto armado no se resuelven en meses de diálogo. Catatumbo se expresó así en una entrevista con la revista «Semana», en coincidencia con el anuncio del primer acuerdo en La Habana referido al problema de la tierra. El líder guerrillero afirmó que la guerrilla percibió que era posible un diálogo desde el discurso de investidura del presidente, Juan Manuel Santos, en agosto de 2010, cuando dijo que él tenía la llave de la paz. «Nos pareció que ahí había un mensaje, sentimos que había la posibilidad de llegar a encontrar una solución política, que nunca ha estado ausente de nuestro planteamiento estratégico», señaló el comandante del Frente Occidental de las FARC. «Hay que construir una sólida convicción de que este proceso es posible en ambas partes. Nosotros nos la vamos a jugar toda en este propósito», remarcó, para advertir también de que las FARC difieren con el Gobierno en los tiempos. «No queremos un proceso exprés. A una confrontación que ha causado tanta tragedia en el país y que se ha prolongado durante casi 50 años es muy complicado ponerle plazos», aclaró. Catatumbo rechazó un proceso de paz que pase por una reinserción, al estilo del M-19, guerrilla que se desmovilizó en 1990. «Estamos hablando de un fin del conflicto, pero que nos conduzca a la justicia social. El presidente lo sabe y eso quedó claro en las primeras cartas que nos cruzamos», afirmó.

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