viernes, 30 de marzo de 2012

EUSKAL HERRIA / PAIS VASCO Una gran base movilizada que permite levantar una alternativa política, económica e institucional.

Objetivamente, la mayoría social movilizada ayer en las calles de Euskal Herria no tiene posibilidad de encontrar respuesta a sus demandas en el marco español, pero constituye una masa crítica suficiente para cambiar el futuro a través de levantar una alternativa política, económica e institucional que desde aquí se proponga como un contrapoder frente a quienes llevan a este pueblo a la ruina.

POR Iñaki IRIONDO

Todos los indicadores subjetivos, incluidas las valoraciones de la propia patronal, y los objetivos, como el consumo eléctrico o la visión de la realidad en la calle, indican que la convocatoria de huelga de ayer tuvo un seguimiento masivo en Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa, mucho mayor que en otras zonas del Estado español.

Todos los indicadores objetivos y subjetivos señalan también que la situación económica y laboral en Euskal Herria, con ser mala, es también mucho mejor que en otras zonas del Estado español.

Mejor situación económica y social; mayor participación en la huelga. No es, ni mucho menos, una contradicción, sino una lección.

Cuando se hacen análisis sobre por qué la realidad económica en Euskal Herria es mejor que la media del Estado español, se habla mucho de la estructura empresarial, del modelo industrial, de la capacidad de adaptación... Es hora también de reivindicar el papel que la conciencia de clase de las trabajadoras y trabajadores vascos y su capacidad de lucha han tenido y tienen para crear unas mejores bases económicas en el país.

El gran hito de la jornada de ayer no fue únicamente el alto nivel de paro -que hizo que incluso los enemigos de la huelga tuvieran que reconocer que había triunfado- sino la enorme movilización que se tradujo en manifestaciones masivas. Decenas de miles de trabajadoras y trabajadores se echaron a la calle para reivindicar sus derechos. Y también en esto la capacidad movilizadora de la ciudadanía vasca superó a la de otras zonas del Estado español. Y esto sí que da lugar a una contradicción.

Quienes ayer movilizaron a la mayor parte de la masa social en Euskal Herria no están representados por la negociación con el Gobierno del PP que reivindican CCOO y UGT en una mesa a la que la mayoría sindical vasca no está invitada y, si lo estuviera, su papel solo podría ser la de convidada de piedra.

En materia laboral y social, a las vascas y a los vascos nos pasa lo mismo que cuando nos dicen que el cauce para conseguir la autodeterminación es llevar una propuesta de reforma constitucional a las Cortes y ganar la votación. Ni aunque todos los vascos votáramos lo mismo podríamos conseguirlo así.

Los huelguistas que ayer tomaron las calles vascas no tienen cauce de participación en las políticas del Estado, pero sí voz, voto y movilización para generar una alternativa política, económica e institucional en Euskal Herria, para forzar que los poderes vascos tomen un camino distinto al de los españoles, tanto por insumisión a sus mandatos injustos (buen momento para recuperar el pase foral), como por construcción de un contrapoder propio.

España nos arrastra a la ruina económica y al esclavismo socio-laboral. ¿Están las instituciones y los partidos vascos dispuestos a salir de ese círculo vicioso? En manos de cuantos se manifestaron ayer está tratar de llevarlos por ese sendero.

En este contexto, la presidenta navarra, Yolanda Barcina, denunció el carácter «político» de la huelga, porque había oído gritos de «independentzia» en la manifestación. Un grito político, sin duda, pero que muchos ven también como una absoluta necesidad económica y social. Por el camino que lleva España, no sería extraño ver pronto a militantes de UPN enarbolando esa bandera.

De momento, lo que se comprobó ayer fue que cada día se hace más incomprensible que PSN y UPN puedan compartir un mismo gobierno y que quienes estuvieron apoyando la huelga estén siendo copartícipes de los recortes económicos en la comunidad.

En Nafarroa, como en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, se observa que hay base suficiente para hacer las cosas de otra forma. En manos de esta ciudadanía que se subleva contra las injusticias está el dotarse de instrumentos organizativos -políticos, sindicales e institucionales- para encauzar esa energía hacia la construcción de una alternativa propia y que no se escape como el agua entre los dedos.


Bilbao, el transporte urbano
«Bastante menos movimiento que un domingo»

EL gobierno de Lakua había fijado en el 30% los servicios mínimos en el transporte público, pero su uso estuvo muy por debajo. Personal de Bizkaibus señaló, por ejemplo, que ayer trasladaron menos del 10% del número habitual de viajeros, y en muchas estaciones equipararon el movimiento de usuarios al de un domingo «o incluso menos».


por Nerea GOTI

La huelga dejó ayer en Bilbo una estampa similar a la de un día festivo, en lo que a tráfico y actividad urbana se refiere. Solo las masivas manifestaciones de los sindicatos llenaron el centro de la ciudad, cuya actividad se redujo a mínimos en sectores como el transporte. A tenor de las impresiones recogidas entre profesionales del sector en la capital vizcaina, hubo mucho menos tráfico de viajeros. Quienes estuvieron al frente de los servicios mínimos -un 30% de lo habitual, fijado por el decreto del Gobierno de Lakua- señalaron a GARA que el uso estuvo muy por debajo.

«No hay ni un 10% de lo habitual», señalaba por la mañana un conductor de Bizkaibus sobre la incidencia de la huelga, y añadía un dato representativo del alto seguimiento que tuvo el paro: «Otras veces, la víspera de la huelga la gente no hace más que preguntar qué autobuses van a circular y cuáles se van a quitar, pero ayer casi no preguntaron, porque no pensaban coger el autobus», explicaba. «Hay mucha menos gente y los viajeros que hemos movido hoy no son gente habitual», precisaba este chófer, que se confesaba buen conocedor de los seguimientos de las huelgas, porque en las últimas convocatorias no se ha librado de cubrir los servicios mínimos.

Igual de gráficas eran las impresiones recogidas en Termibus, donde la empleada de un establecimiento que por la mañana mantenía sus puertas abiertas decía que el de ayer era «el peor día del año». «Ni en Año Nuevo», apostillaba sobre la escasa afluencia de viajeros.





En Termibus, a media mañana apenas una decena de viajeros esperaba la salida de su autobús. «La gente no está viajando», señalaban sobre la incidencia de la huelga en las pocas ventanillas que estaban abiertas con el cartel de «Servicios Mínimos». Una de las empleadas comentaba que el servicio que más había funcionado durante el día era el telefónico para la reserva de billetes en verano y agregaba que la mayor parte de los clientes del día eran turistas extranjeros, que se estaban encontrando completos los autocares que circulaban ayer.

En la estación de Abando, terminal de los trenes de cercanías  a Urduña y Muskiz y de largo recorrido de Renfe, confirmaban que los pasillos no mostraban el ritmo habitual de usuarios a horas de máxima frecuencia. «Como un domingo o menos», resumían.

Otro de los puntos de especial incidencia fue el areopuerto de Loiu, donde el comité denunció el incumplimiento de servicios mínimos. Fuentes sindicales señalaron a GARA que «desde la mañana» la dirección del aeropuerto autorizó vuelos al margen de los protegidos por los servicios mínimos, ante lo que los representantes sindicales se reunieron con la propia dirección para denuncar la vulneración de los servicios que se h- abían pactado.

«Les hemos dicho que no podían meter más vuelos porque estaban autorizando vuelos sin medios para atenderlos», explicaba José Manuel Lorenzo, quien destacó que «estamos hablando de medios que afectan a la seguridad, porque no hay bomberos, no hay señaleros, no hay gente que asigna los medios...»

De entre los vuelos protegidos, cuatro fueron cancelados por falta de pasajeros o medios para sacarlos adelante, según precisó, y en total fueron unos 74 los vuelos que resultaron cancelados por efecto de la huelga en la terminal vizcaina.


La huelga también fue masiva en Navarra

Iruñea/Pamplona se revuelve con rabia pese al castigo policial

La huelga general tomó unas dimensiones históricas en Iruñea, con una marea humana incapaz de salir en manifestación desde la plaza del castillo, que se quedó pequeña. El Corte inglés concentró los incidentes.


Aritz INTXUSTA

Todo tenía ayer un tamaño desmesurado en la capital navarra, como el bicipikete. Esta protesta, que parecía que parecía de lo más light, acabó desatando una de las operaciones represivas de mayor entidad. Unas 120 personas, con chalecos amarillos y bocinas y silbatos, empezaron a dar vueltas por las arterias principales de la ciudad a las siete de la mañana. El caos circulatorio desató una gran operación policial, que los persiguió en moto por las aceras y llegó a cruzar coches patrulla para impedirles el paso. «Parece `Loca Academia de Policía'», describió Nerea, una de las ciclistas. Al final no hubo detenidos, pero sí que se produjeron forcejeos y, finalmente, la Policía Municipal se incautó de 35 bicicletas para acabar con la protesta pacífica.

Desde los barrios y pueblos de Iruñerria comenzaron a llegar noticias de cargas policiales. Para las once de la mañana, se habían registrado cargas policiales en Barañain, en la que participaron policías forales y guardias, cargas en Arrotxapea, en Donibane y Ermitagaña. En la Txantrea, la policía también actuó con violencia para intentar disolver los piquetes. La tensión no bajaba en Alde Zaharra.

El nivel de reivindicación de los huelguistas también fue fuerte. Contenedores volcados, barricadas cortando las calles... Las sucursales de los bancos fueron objetivo prioritario. Muchas de ellas acabaron pintadas y, otras tantas, con los escaparates rotos. Llamó la atención el ataque a Caja España, puesto que la Delegación del Gobierno está al otro lado de la calle. La sede de la CAN estaba blindada.

Sin embargo, el lugar que concentró las iras de la clase trabajadora fue El Corte Inglés, donde las cargas fueron continuas. El edificio comercial contaba con uno de los despliegues de protección policial más importantes con antidisturbios de la Policía española. En una de sus cargas se produjo el incidente más grave de la mañana, cuando un joven recibió el impacto de un pelotazo en la cara. Afortunadamente, sus heridas no revistieron gravedad. A pesar de sus custodios uniformados, El Corte Inglés tuvo que cerrar cuantas veces reabrió.

Que la huelga de ayer era de naturaleza distinta a las últimas se sentía en cualquier calle. Las columnas obreras, que suelen ser recibidas entre aplausos cuando entran en la Plaza del Castillo, se quedaron sin ovación. El punto de encuentro estaba tan lleno que la llegada de otros mil ni se notaba. La picaresca del pequeño comercio, que echa la persiana solo al paso de los piquetes para abrir inmediatemente después, también desapareció. Esta vez, el comercio «esquirol» echó la llave a las persianas. El radio de las tiendas cerradas también se amplió, adentrándose ampliamente por el Ensanche.

La manifestación del medidía fue tan descomunal que terminó sin que la mayoría de la gente se hubiera enterado de que la cabecera había abandonado ya el punto de encuentro. La gente estaba tan agolpada en la Plaza del Castillo que, en el momento álgido, la marea de huelguistas cubría todas las calles adyacentes. Mitxel Lakuntza, de ELA, intentó poner orden, con el objetivo de llenar todo el recorrido. Fue inútil. La multitud era ingobernable y la salida de Carlos III se convirtió en un monumental tapón humano.

No se recuerda una movilización obrera de tales dimensiones en Iruñea desde hace décadas. Desde que se dispersó la multitud, a las 14:00 horas, las cargas policiales regresaron a Alde Zaharra. El Corte Inglés seguía en sitio permanente con centenares de obreros.

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