martes, 10 de abril de 2012

Günter Grass linchado por atreverse a denunciar a Israel y sus amenazas a Irán.

Una muestra de dignidad intelectual

El premio Nobel alemán, Günter Grass, ha recibido este jueves una ola de reproches por su poema publicado ayer en varios diarios del mundo en el que rompió la ley no escrita en Alemania de evitar criticar a Israel y arremetió contra un posible ?ataque preventivo? a Irán.

La clase política alemana y las comunidades judías de este país sorprendidas e irritadas por el contenido del poema de Grass, lo han calificado de ?falsificación de los hechos?.

?Estoy espantado con el tono y la dirección que toma el poema? ha declarado el Secretario General del Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Alemania, Hermann Grohe, quien junto con el jefe de la Comisión de Exteriores del Parlamento alemán (Bundestag) han censurado severamente el poema de Grass.

Por otra parte, el portavoz de Exteriores israelí, Yigal Palmor, describió el poema ?lo que hay que decir? como ?una bomba que caerá sobre Israel, una vez que la prensa y los analistas lo digieran?.

El prestigioso escritor alemán, asegurando en su poema que ?Israel, potencia nuclear, pone en peligro una paz mundial ya de sí quebradiza? llamó a la comunidad internacional a reaccionar ante la decisión de Israel para atacar a Irán ?porque mañana podría ser demasiado tarde?.

El ganador del Nobel de Literatura (en 1999), por último propone que una instancia internacional controle de forma permanente y sin trabas tanto el potencial nuclear israelí como las instalaciones atómicas iraníes.

HISPAN TV

EL POEMA DE GÜNTER GRASS
Lo que hay que decir





Günter Grass

Por qué guardo silencio, demasiado tiempo,
sobre lo que es manifiesto y se utilizaba
en juegos de guerra a cuyo final, supervivientes,
solo acabamos como notas a pie de página.
Es el supuesto derecho a un ataque preventivo
el que podría exterminar al pueblo iraní,
subyugado y conducido al júbilo organizado
por un fanfarrón,
porque en su jurisdicción se sospecha
la fabricación de una bomba atómica.
Pero, ¿por qué me prohíbo nombrar
a ese otro país en el que
desde hace años ?aunque mantenido en secreto?
se dispone de un creciente potencial nuclear,
fuera de control, ya que
es inaccesible a toda inspección?
El silencio general sobre ese hecho,
al que se ha sometido mi propio silencio,
lo siento como gravosa mentira
y coacción que amenaza castigar
en cuanto no se respeta;
?antisemitismo?, se llama la condena.
Ahora, sin embargo, porque mi país,
alcanzado y llamado a capítulo una y otra vez
por crímenes muy propios
sin parangón alguno,
de nuevo y de forma rutinaria, aunque
enseguida calificada de reparación,
va a entregar a Israel otro submarino cuya especialidad
es dirigir ojivas aniquiladoras
hacia donde no se ha probado
la existencia de una sola bomba,
aunque se quiera aportar como prueba el temor...
Digo lo que hay que decir.
¿Por qué he callado hasta ahora?
Porque creía que mi origen,
marcado por un estigma imborrable,
me prohibía atribuir ese hecho, como evidente,
al país de Israel, al que estoy unido
y quiero seguir estándolo.
¿Por qué solo ahora lo digo,
envejecido y con mi última tinta:
Israel, potencia nuclear, pone en peligro
una paz mundial ya de por sí quebradiza?
Porque hay que decir
lo que mañana podría ser demasiado tarde,
y porque ?suficientemente incriminados como alemanes?
podríamos ser cómplices de un crimen
que es previsible, por lo que nuestra parte de culpa
no podría extinguirse
con ninguna de las excusas habituales.
Lo admito: no sigo callando
porque estoy harto
de la hipocresía de Occidente; cabe esperar además
que muchos se liberen del silencio, exijan
al causante de ese peligro visible que renuncie
al uso de la fuerza e insistan también
en que los gobiernos de ambos países permitan
el control permanente y sin trabas
por una instancia internacional
del potencial nuclear israelí
y de las instalaciones nucleares iraníes.
Solo así podremos ayudar a todos, israelíes y palestinos,
más aún, a todos los seres humanos que en esa región
ocupada por la demencia
viven enemistados codo con codo,
odiándose mutuamente,
y en definitiva, también ayudarnos.

Traducción de Miguel Sáenz. ?El País?, España.

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