Por Tiberio Graziani*
La estructuración del nuevo sistema multipolar está principalmente condicionada por la capacidad que dispone Rusia de ejercer un papel directivo en dos cuadrantes importantes a nivel mundial. Estos son el de Asia Central y el del Mediterráneo. Moscú, para cumplir eficazmente con esta función debe reforzarse en su frente interno. Putin, hace poco reelegido a la presidencia de la Federación, se verá obligado a enfrentar contemporaneamente desafíos muy importantes, en particular, aquellos que tienen que ver con la paz social, los procesos de modernización del sistema económico-productivo nacional y el ajuste del aparato de defensa.
Veinte años de Federación rusa
Han transcurrido tan sólo dos décadas desde la implosión de la Unión Soviética y del contextual desenlace del sistema bipolar que surgió después de haber finalizado el segundo conflicto mundial. Por lo general, veinte años son un lapso de tiempo muy exiguo para efectuar un análisis de carácter geopolítico; sin embargo, la confirmación de Rusia como actor global en tan sólo doce años merece una reflexión apropiada, necesaria para la evaluación de las direcciones que emprenderá la futura política exterior de Moscú y, sobre todo, su práxis geopolítica en particulares áreas del planeta.
La federación rusa nació de las cenizas de la Unión Soviética, después de una primera década de inestabilidad ha recobrado eficazmente su propio rol de gigante internacional. En el delicado y fugaz contexto unipolar – caracterizado por la progresiva expansión norteamericana en la masa eurasiática (por otra parte impulsada por la práxis de las guerras “humanitarias” en los Balcanes, en Irak y en Afganistán) – Moscú, una vez superadas sus dificultades iniciales, ha recuperado de lleno su prestigio ya sea en las naciones de los ex países soviéticos, ya sea ante los actores globales emergentes, en particular con China, India, África del sur y Brasil.
El prestigio recobrado ante las nuevas naciones independientes ha permitido la actuación de un equilibrio sustancial – apenas ofuscado por la crisis georgiana del 2008 – del inmenso espacio ex soviético. En este nuevo orden que podemos definir “grande regional” y pro euroasiático, la Federación rusa, lejos de asumir una posición hegemónica, ha privilegiado los aspectos cooperativos tendientes al desarrollo socioeconómico y a la seguridad colectiva de todo el área. La práxis cooperativa adoptada por Moscú ha también caracterizado las sucesivas relaciones entrelazadas con los nuevos países emergentes – Brasil, India, China y África del sur. Como es notorio, en la actualidad Rusia representa junto con estos países una formidable agrupación geoeconómica denominada BRICS, cuyo destino es el de repercutir de forma cada vez más profunda en las futuras escenas globales.
Por consiguiente, la confirmación de Moscú en el marco internacional mundial ha sido posible gracias a dos factores principales: en primer lugar, gracias a la conciencia de la clase dirigente rusa liderada por Putin por lo que concierne al papel fundamental de la relación que pasa entre la cohesión interna y losassett estratégicos del país y, en segundo lugar, gracias al restablecimiento de nuevas y adecuadas relaciones internacionales con el “vecino exterior”.
La transición uni-multipolar y la hipoteca militar
El resurgir de Rusia como actor principal en las dinámicas internacionales, por otra parte muy sólido debido a una serie de acuerdos que agrupan a las mayores naciones asiáticas (OTSC, EURASEC, OCS, la recién Unión Aduanera eurasiática entre Rusia, Bielorrusia y Kazakistan) y Brasil (BRICS), constituye uno de los elementos esenciales que caracterizan la actual fase de transición del sistema unipolar al multipolar. Hoy en día, en el contexto de la estructuración del nuevo orden multipolar, la Federación tiene, sin embargo, que enfrentar importantes desafíos en el plano interior y, como es evidente, en el internacional. Los desafíos del “frente interno”, bajo ciertos aspectos análogos a los que posee Rusia, debido a las difíciles condiciones de su entorno, espléndidamente superados durante los dos primeros mandatos presidenciales de Putin, tienen que ver principalmente con la paz social, la renovación de la estructura pública, la modernización de los procesos industriales y el ajuste del aparato de defensa. Las de tipo internacional tienen que ver, sin embargo, con la consolidación del status de Rusia como nación-continente y, en particular, la función que ésta desempeña en la aceleración del proceso multipolar.
Las pruebas que la nueva presidencia rusa se apresta a enfrentar están estrictamente relacionadas. La superación de los desafíos internos, en particular, los que se refieren a la modernización del sistema de defensa, constituyen, de hecho, la precondición para la estructuración de un nuevo sistema multipolar. Como ya se sabe el sistema geopolítico occidental, liderado por los norteamericanos, se está expandiendo por evidentes razones geoestratégicas en dos áreas de “interés” del planeta: el Mediterráneo y Asia Central. Por lo que se refiere al Mediterráneo, los EE.UU y sus principales aliados (Gran Bretaña, Francia e Israel) practican este tipo de expansión por medio de acciones militares directas o encubiertas, así como se ha observado en los recientes y aún actuales casos de Libia y Siria. El objetivo inmediato que persiguen los estrategas del Pentágono es la debilitación, a través de su fragmentación, de “la cremallera mediterránea”, para asegurarse un canal de acceso hacia el espacio centroasiático, definido por los euroatlánticos como los “Balcanes eurasiáticos”. El hecho de que los norteamericanos insistan en sus intentos de resolver las tensiones internacionales mediante el empleo de la presión militar, directa e indirecta, atestigua por un lado la dificultad en la que se halla la actual administración dirigida por Obama y por la Clinton en querer gestionar por vía diplomática las dinámicas geopolíticas en curso, es decir la transición uni-multipolar, por el otro, la ineficacia de las soluciones hasta ahora adoptadas por Washington para superar la persistente crisis económico-financiera que ha arremetido a todo el sistema occidental. La tenacidad con la que Washington utiliza el alistamiento militar revela también, sin embargo, la presencia de otro elemento: la inadecuación de los sistemas de defensa de Rusia, China e India. Esta inadecuación se demuestra, en particular, en la sede del Consejo de Seguridad de la ONU, en donde después de las primeras y motivadas denegaciones, Moscú y Pequín se hallan prácticamente obligados a tener que sufrir la iniciativa occidental. En concreto, parece que los EE.UU., bajo algunos aspectos, intente jugar bien sus cartas a través de la disuasión militar, así como ya lo habían experimentado en el contexto del bipolarismo.
Estas cartas, sin embargo, no comportarán en el medio plazo una jugada ganadora, ya que el nuevo panorama geopolítico, sumamente dinámico, a través de las agrupaciones arriba mencionadas, adquiere una fisionomía cada vez más de signo multipolar que tiende a limitar las presunciones norteamericanas incluso en el plano militar.
*Tiberio Graziani, presidente del IsAG – Instituto de Altos Estudios Geopolíticos y Ciencias Auxiliarias, director de Geopolitica, revista del IsAG.
www.istituto-geopolitica.eu - www.geopolitica-rivista.org
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