VICKY PELÁEZ: La victoria de Chávez agudiza el choque ideológico en el mundo
Cosas diré también harto notables / de gente que a ningún rey obedecen, / temerarias empresas memorables / que celebrarse con razón merecen (Alonso de Ercilla y Zuñiga, “La Araucana”, canto I)
VICKY PELÁEZ – RIA Novosti – El presidente Lukashenko de la lejana Bielorrusia, ubicada en el otro extremo del mundo, confesó que no durmió toda la noche pendiente del voto del pueblo venezolano. Y no era para menos, pues se trataba del enfrentamiento de dos modelos de desarrollo.
Uno neoliberal representado por Henrique Capriles Radonski y respaldado por el inmenso y avasallador poder de las transnacionales y de sus mercenarios de los medios de comunicación globalizados, y el otro nacional progresista liderado por Hugo Chávez basado solamente en el apoyo popular y la simpatía internacional de los que creen en otros caminos de desarrollo.
En realidad, las elecciones en Venezuela han marcado el inicio de un duelo internacional entre el neoliberalismo en decadencia pero conservando la supremacía militar y financiera a base del artificialmente creado y ya ficticio poder del dólar y de otro lado unos tímidos, no claramente definidos y al mismo tiempo pujantes proyectos de desarrollo basados en la justicia social, solidaridad e integración de los pueblos, como es el modelo venezolano “Socialismo al Siglo XXI”. Las diarias y multitudinarias protestas y huelgas en Europa también están señalando que las estructuras y los pilares del sistema neoliberal han agotado sus posibilidades sin que surja aún una sólida alternativa para desprenderse del pasado.
Venezuela en este aspecto se ha convertido en un pionero en este Siglo XXI. En las condiciones de una sofisticada, bien remunerada y cínica guerra mediática internacional que sin tapujos los llamaban “dictador” , “aliado incondicional de los enemigos de Estados Unidos”, el pueblo bolivariano mostró su voluntad eligiendo a Hugo Chávez para el tercer mandato presidencial 2013-2019 con el 55,26% de votos frente al 44,13% de Henrique Capriles Radonski.
Ni las suculentas remesas del Norte a la oposición, ni el diario bombardeo de la opinión pública con la propaganda contra el que definían “autoritario presidente que está despilfarrando los recursos naturales del país”, ni los informes de los “especialistas” nacionales y extranjeros que advertían sobre una “galopante inflación en el país que está por hundir la economía nacional”, pudieron cambiar la decisión popular de reelegir a Chávez.
Se equivocaron todos los “iluminados” globalizadores quienes, como el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, daban por descontado que ya llegó “la hora de Capriles” para poner punto final al “delirio mesiánico del “dictador de construir un socialismo utópico”. Tampoco le ayudaron a Capriles las 500.000 llamadas a su favor que hacían cada noche desde Miami unos robots a los usuarios venezolanos.
A la vez la declaración del ex presidente de los Estados Unidos, Jimmy Carter asegurando que el sistema electoral venezolano era uno de los mejores en el mundo y mucho mejor que el de Norteamérica, neutralizó a los que trataban de insinuar la posibilidad del manipuleo del voto por los chavistas. Realmente da pena el rol de Mario Vargas Llosa en ese intento.
Los globalizadores desestimaron la capacidad del pueblo que percibió que detrás de la candidatura de Henrique Capriles no sólo estaba la derecha internacional sino todo un proyecto colonial. No en vano el candidato de oposición prometió que al llegar al poder reduciría el Estado, privatizaría el petróleo, disminuiría drásticamente los programas sociales, mandaría a los médicos cubanos a su tierra y se mandaría al trasto el armamento ruso.
No cabe duda que al escuchar estas promesas, el pueblo se acordó que desde 1920 cuando Estados Unidos desalojó a los británicos de Venezuela y hasta la llegada al poder de Hugo Chávez en 1999, este país se había convertido en su segundo proveedor de petróleo después de Canadá, recibiendo por un millón 700,000 barriles diarios, solamente el 1 por ciento de regalías, es decir el oro negro prácticamente no había estado aportando ganancia al Estado nacional.
Todo esto cambió en los años 2000, y es la verdadera razón del odio a Chávez. Con las nuevas leyes bolivarianas se elevaron las regalías al 33 por ciento lo que ayudó a disminuir la pobreza del 70 por ciento en 1999 al 22 por ciento en 2012 y la extrema pobreza del 35 al 7 por ciento. Hugo Chávez en realidad ha sido un precursor del Siglo XXI que percibió y puso en práctica la idea de un filósofo de la Universidad de Harvard, Roberto Magabeira Unger sobre la necesidad de rebeldía para cambiar la sociedad.
En una de sus intervenciones en 2001, este profesor declaró que “es falso de que un país puede prosperar por una política de buen comportamiento, ninguna nación prosperó así en el mundo, mucho menos Estados Unidos que fue el más rebelde de todos. Latinoamérica debe abandonar la fantasía de salvarse por obediencia y comprender la necesidad de salvarse por rebeldía”.
El programa bolivariano es en realidad una muestra de esta rebeldía que reivindica el rol del Estado en el desarrollo socioeconómico del país apoyando en la elevación del rol creativo del hombre en la sociedad con la ayuda de la riqueza energética venezolana para sustentar amplias reformas sociales para el beneficio de la mayoría del pueblo. Precisamente, a la incorporación popular al poder no gustaba a la oposición que defiende los intereses de la minoría compuesta por los empresarios tanto nacionales como extranjeros.
El verdadero rostro de esta oposición y sus propósitos se perciben claramente al revisar en YouTube el golpe de Estado de 2002 donde se ve a Henrique Capriles Radonski formando parte de una turba y atacando con un palo, junto con un grupo de sus partidarios y destruyendo un carro de la misión diplomática cubana.
Ahora todo esto quedó atrás, Venezuela inicia la profundización de las reformas bolivarianas bajo la consigna: “Chávez al gobierno y el pueblo al poder”. Es un camino difícil pues requiere el desarrollo y profundización de nuevas formas de la propiedad social en condiciones cuando según el economista venezolano Hugo Álvarez, el sector privado ocupa el rol predominante en la economía nacional – 70 por ciento frente al 30 por ciento del sector estatal.
El futuro de una nueva Venezuela con el más alto grado de inclusión social, redistribución de la renta y desmercantilización de las necesidades sociales va a depender mucho de la capacidad de la economía social para ganar espacios a la economía de la propiedad privada. El rol del Estado atento permanentemente a la crítica del pueblo y el aumento del rol popular en las decisiones del gobierno son vitales para dar un paso adelante hacia una sociedad más equitativa, justa y cada vez más desburocratizada.
Por supuesto, es una tarea harto difícil, precisamente cuando la oposición se está reagrupando con el apoyo externo y preparándose para nuevas batallas contra el proyecto bolivariano. Europa también está clamando que en una democracia nadie puede estar tantos años en el poder como lo está haciendo Hugo Chávez. Paradójicamente los europeos no se dan cuenta que en uno de sus países, llamado Islandia, su político Olafur Ragnar Grimsson está presidiendo el país desde 1994, es decir ya está 18 años dirigiendo el país y nadie le incrimina por esto.
En esta lucha contra el proyecto bolivariano, los que menos duermen son los norteamericanos. Justamente coincidiendo con las elecciones venezolanas, el Departamento de Defensa lanzó el “Western Hemisphere Defense Policy Statement” orientado hacia la mayor integración de las fuerzas armadas del Hemisferio Occidental, dicen que es para ser más inter operativos y lograr mayor participación en el desarrollo de la economía y la democracia en el continente, haciendo énfasis especial en la promoción de los programas: “Nuevo Horizonte” y “Más Allá del Nuevo Horizonte”. Para esto Leon Panetta, Secretario de Defensa visitó varios países latinoamericanos, firmó tratados y asistió a la Décima Conferencia de los Ministros de Guerra de la Américas que se llevó a efecto en Punta del Este, Uruguay. Pero esto ya es tema de otra columna.
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