Chile: Al final la historia sigue igual
El guión escrito por los dueños del país estaba definido y esta elección no fue la excepción, aunque muchos se esperanzaron con cambios de verdad. Hacía mucho que estaba definida la próxima presidenta que, por una parte asegura a los dueños de todo seguirlo siendo sin ninguna molestia, y por otra ofrecerá pildoritas tranquilizantes al descontento social para asegurar la reproducción del modelo de injusticias, sin cambiar absolutamente nada. Bachelet fue elegida por quienes realmente son los que deciden las cosas, quienes deciden el presente y el futuro de este país, su territorio y su pueblo. Porque a esta hora vale la pena ser claros, en definitiva Bachelet no ofreció nada concreto y por lo tanto nada hará por cambiar y ni siquiera corregir las desigualdades.
Durante su gobierno no se pondrá fin a las AFP, no se asegurará la gratuidad de la educación, tampoco se hará una reforma tributaria de verdad, no se renacionalizará el cobre ni ningún otro recurso natural, no se pondrá fin a la explotación irracional del medio ambiente ni se corregirán en definitiva las grandes desigualdades. Durante su segundo gobierno se seguiran regalando las tremendas pero finitas riquezas de este vilipendiado país, al capital foráneo y nacional, multimillonarias lucas para pocas manos.
Así lo aseguró uno de los arquitectos del modelo, José Piñera, con Bachelet no se arriesga nada, todo sigue igual. Y aunque Francisco Vidal diga que este gobierno será el más transformador desde el gobierno de Allende (sin duda más transformadora fue la dictadura militar), sabemos que nada de eso pasará, muchos cuadros se pintaran de nuevos colores para tapar las bases de esta sociedad que permanecerán inamovibles. Si se modifica en algo la constitución, veremos como serán modificaciones cosméticas, al igual que Lagos, Bachelet la volverá a legitimar con su rúbrica. Y no se trata de ser pesimistas o estar contra todo, se trata de ver bajo el agua, se trata de aprender de los años vividos, se trata de entender que las promesas de campaña no son más que eso y solamente eso, palabras que se las lleva el viento, lugares comunes que abundan en la boca de los candidatos como en la peor de las novelas. Es verdad, frente a estos resultados nos sentimos algo solos, son millones los que han validado este sistema y respaldan la continuidad, o bien creen en los cantos de sirena que auguran cambios que una vez más, no vendrán. Un 56 % del electorado participó de estos comisios y quienes tenían más carteles una vez más han ganado en un país desinformado.
Pero también es cierto que la necesidad de cambio es sentida por muchos, por los excluidos y por los integrados a la esclavitud del siglo XXI . Son ellos, somos nosotros los que estamos llamados a seguir trabajando más duro en todos los espacios, trabajar por cambiar todo lo que se tiene que cambiar y trabajar muy duro por la unidad que tanto cuesta gestar. Aquel es sin lugar a dudas el mayor desafío y el más difícil, el imprescindible, antes que sea demasiado tarde y este país se hunda definitivamente, precipicio hacia donde caminamos velozmente hace ya 40 años, hacia donde hoy dimos un nuevo gran paso.
FUENTE: El Ciudadano
El guión escrito por los dueños del país estaba definido y esta elección no fue la excepción, aunque muchos se esperanzaron con cambios de verdad. Hacía mucho que estaba definida la próxima presidenta que, por una parte asegura a los dueños de todo seguirlo siendo sin ninguna molestia, y por otra ofrecerá pildoritas tranquilizantes al descontento social para asegurar la reproducción del modelo de injusticias, sin cambiar absolutamente nada. Bachelet fue elegida por quienes realmente son los que deciden las cosas, quienes deciden el presente y el futuro de este país, su territorio y su pueblo. Porque a esta hora vale la pena ser claros, en definitiva Bachelet no ofreció nada concreto y por lo tanto nada hará por cambiar y ni siquiera corregir las desigualdades.
Durante su gobierno no se pondrá fin a las AFP, no se asegurará la gratuidad de la educación, tampoco se hará una reforma tributaria de verdad, no se renacionalizará el cobre ni ningún otro recurso natural, no se pondrá fin a la explotación irracional del medio ambiente ni se corregirán en definitiva las grandes desigualdades. Durante su segundo gobierno se seguiran regalando las tremendas pero finitas riquezas de este vilipendiado país, al capital foráneo y nacional, multimillonarias lucas para pocas manos.
Así lo aseguró uno de los arquitectos del modelo, José Piñera, con Bachelet no se arriesga nada, todo sigue igual. Y aunque Francisco Vidal diga que este gobierno será el más transformador desde el gobierno de Allende (sin duda más transformadora fue la dictadura militar), sabemos que nada de eso pasará, muchos cuadros se pintaran de nuevos colores para tapar las bases de esta sociedad que permanecerán inamovibles. Si se modifica en algo la constitución, veremos como serán modificaciones cosméticas, al igual que Lagos, Bachelet la volverá a legitimar con su rúbrica. Y no se trata de ser pesimistas o estar contra todo, se trata de ver bajo el agua, se trata de aprender de los años vividos, se trata de entender que las promesas de campaña no son más que eso y solamente eso, palabras que se las lleva el viento, lugares comunes que abundan en la boca de los candidatos como en la peor de las novelas. Es verdad, frente a estos resultados nos sentimos algo solos, son millones los que han validado este sistema y respaldan la continuidad, o bien creen en los cantos de sirena que auguran cambios que una vez más, no vendrán. Un 56 % del electorado participó de estos comisios y quienes tenían más carteles una vez más han ganado en un país desinformado.
Pero también es cierto que la necesidad de cambio es sentida por muchos, por los excluidos y por los integrados a la esclavitud del siglo XXI . Son ellos, somos nosotros los que estamos llamados a seguir trabajando más duro en todos los espacios, trabajar por cambiar todo lo que se tiene que cambiar y trabajar muy duro por la unidad que tanto cuesta gestar. Aquel es sin lugar a dudas el mayor desafío y el más difícil, el imprescindible, antes que sea demasiado tarde y este país se hunda definitivamente, precipicio hacia donde caminamos velozmente hace ya 40 años, hacia donde hoy dimos un nuevo gran paso.
FUENTE: El Ciudadano
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