El reloj de la CELAC y los tiempos de la realidad
por Fernando Buen Abad Domínguez
Foto: Ismael Francisco
Cuba es un lugar emblemático para tratar el tema central de la reunión que es la lucha contra la desigualdad y la pobreza y, además, lugar idóneo para declarar a la región Zona de Paz a salvo de aventuras imperiales saqueadoras. En Cuba, el bloque de los países reunidos, sin la tutela norteamericana ni candiese, habrá de pronunciarse sobre la propuesta venezolana de incluir a Puerto Rico en el organismo y la soberanía argentina sobre las Malvinas. Y, muy especialmente, desde la tierra de Martí, condenar -por enésima vez- el bloqueo de EEUU a Cuba. Miles de potencias simbólicas revolucionarias enmarcan la reunión de la muy joven CELAC.
Así, la ?Cumbre? es una oportunidad histórica en la que deben dirimirse, directa, indirecta y proporcionalmente, los derroteros económicos y políticos de la región. La Cumbre no es un día de campo con escenarios tersos ni diálogos fáciles. No es una película de Hollywood. Cuba da escenario, y marco semántico riquísimo, a una Cumbre nutrida de tensiones y divergencias tanto como de soluciones y problemáticas afines con enemigos comunes. Estarán presentes todos los espíritus revolucionarios en cada diálogo. ¿Los escucharán todos? La zona de la Cumbre cuenta con, aproximadamente, 600 millones de personas y sus economías constituyen el tercer motor económico mundial con un producto bruto de 6,06 billones de dólares.
Esta Cumbre rendirá, en muchos sentidos, un tributo necesario a Hugo Chávez y lo hará en la tierra que lo abrazó como hijo y hermano en los momentos duros y en los momentos buenos. Esta Cumbre tiene sabor del Caribe que ha sufrido la avaricia de todos los imperios y ha visto animarse las luchas de todas las revoluciones forjadas por nuestros pueblos a golpes de Historia y esperanza. Esta Cumbre es responsabilidad de todo un continente. Tenemos que decirnos las mejores cosas que puedan ser dichas en reuniones de este tipo. Recordarnos lo esencial y lo urgente. Lo pasado y lo que viene. Lo que podemos y lo que debemos.
En rigor, esta Cumbre exige una capacidad diplomática de nuevo género. No puede ser Cumbre de subordinados viendo cómo inventan gerencialmente halagos y soluciones para los imperios. No puede ser una Cumbre entre complacientes ni entre lisonjeros. De eso ya hemos tenido en demasía. La agenda es cruda y dura. A nadie se le escapa que los participantes sostienen posiciones divergentes y excluyentes. A nadie se le escapa el trazo geopolítico que describen algunas organizaciones, también nacientes, como la ?Alianza para el Pacífico? y lo que eso implica en el paisaje de las tensiones regionales. A nadie se le escapa, pues, que el capitalismo en crisis salvaje tiene puestos los ?ojos? sobre los recursos energéticos del continente y que el agua, la minería, los campos fértiles y la mano de obra barata son banquete codiciado por no pocas jaurías neoliberales. He ahí el desafío para los escépticos y para los optimistas. Es preciso profundizar posiciones anticapitalistas y antiimperialistas en todos los puntos cardinales. Tarea ardua entre miles.
Subestimar las Cumbres de la CELAC es tan malo como sobre-estimarlas. No puede exigirse más de lo que el sentido de la proporción y el sentido de la justicia piden e imponen en una realidad dolorosa y compleja en la que los pueblos cada día tienen más clara su urgencia de soberanía, de justicia social y de dignidad. Por eso uno celebra que la Cumbre de CELAC ocurra en Cuba. Que suceda en la tierra de la Revolución que ha liderado continentalmente ideas y acciones ejemplares a partir de condiciones asimétricas inimaginables. Cualquiera que ejerza un cargo de responsabilidad diplomática está obligado a estudiar y entender la carga política extraordinaria que ofrece la Cumbre de CELAC en el escenario de la Revolución Socialista que el pueblo cubano ha impulsado e impulsa desde sus bases. Debe entender el aporte histórico y moral de una Revolución que defiende a sus 5 Héroes con el corazón solidario de todos los pueblos. Debe entender el clamor mundial por el cese al bloqueo; debe entender la tarea democrática que se incuba desde las bases de la organización social y debe entender el infierno mediático descarnado y monstruoso que ha debido padecer un pueblo, durante más de medio siglo, por el hecho heroico de no querer vivir arrodillado ante el imperio. Esa es otra agenda, transversal en cada diálogo, que debe hacerse visible con una semiótica diplomática de combate a flor de piel en la epidermis geopolítica de los pueblos. Digan los que digan los escépticos.
Cuba, que ha sido sede de incontables encuentros internacionales, de todo tipo, abriga ahora la Cumbre de CELAC y con ello también contribuye a consolidar un espacio en el que se sintetizan sus más caras tesis y luchas en materia de integración regional. Una y muchas veces Fidel insiste en la unidad de nuestros pueblos y, no obstante la ideología de algunos líderes, ese mensaje debe llegar, de mil maneras, hasta las bases sociales. El camino del encuentro y del debate (que es mejor que el del desencuentro y la incomunicación), exige agendas y acciones profundas, sinceras y descarnadas para avanzar en la emancipación de la región, sólo si se entiende quién es el enemigo y cómo hay que combatirlo. Unidos.
Esa lucha es ahora más necesaria y deseable que nunca y también lo es, obligadamente, el ascenso de la conciencia para comprender la dimensión continental de todas las amenazas terroristas orquestadas por el capitalismo que, a estas horas, acechan a los movimientos emancipadores. La agenda tiene textos y sub-textos cuyo recorrido ha de convertirse, pronto, en un programa para frenar el saqueo de los recursos naturales y los daños a los ecosistemas; terminar con el latifundismo en todas sus expresiones; impedir la represión y criminalización de los luchadores sociales; frenar la depredación laboral y la alienación del trabajo y de las conciencias; garantizar asistencia médica y salud para todos; garantizar el acceso al trabajo; garantizar la alimentación para todos; garantizar la vivienda; garantizar la Vida Buena; garantizar la educación para todos en igualdad de oportunidades y de condiciones; garantizar el tiempo libre y la recreación; garantizar la libertad de expresión de los pueblos que las oligarquías de la región nos han usurpado.
El reloj de la CELAC contiene tiempos peculiares. Están los tiempos ancestrales de los pueblos originarios, acuatizándose y protagonizando aceleraciones extraordinarias que no admiten obstáculos burocráticos. Están los tiempos de los jóvenes que usan sus minutos como saetas de futuro marcando rumbos para sortear las mil y una amarguras del narcotráfico, el desempleo, la desolación y la desesperanzas que el capitalismo ha impuesto. Están los tiempos del campesinado usurpado, vejado y desplazado por las perversiones neoliberales y las metástasis de los tratados criminales del ?libre comercio? más irresponsable que hemos conocido. Están los tiempos de la ciencia que no pueden seguir postergándose en garras de ineptitudes o avaricias empresariales. Están los tiempos de la clase obrera que no soporta más el peso demencial de la explotación, de las aberracioneslegaloides que la despojan, de los palos de la policía y los palos del sindicalerismo fascista y parásito. Está un continente entero palpitando, minuto a minuto, su urgencia de justicia social, de justicia económica, de justicia política? de emancipación.
Hay que pedirle a la CELAC lo que la historia reclama. Los sueños más avanzados que la alimentan e impulsan no pueden ser demorados con palabrería de ocasión. Nuestra región no soporta más discursos ni retóricas serviles y la CELAC tiene sobre sí una responsabilidad crucial si quiere ser, como se lo exigen sus pueblos, un motor para acelerar las transformaciones y no para frenarlas. No hay lugar para diplomacia de fotos y cócteles. Los presidentes no serán los protagonistas, la agenda es lo más importante. Estarán en la CELAC los 33 países de América latina y el Caribe y ante ellos Cuba elevará, nuevamente, una voz que ha sabido hablar, con soberanía, alto y claro, con el ejemplo de muchos años de lucha del comandante Fidel Castro y del pueblo cubano. Se trata de un momento crucial que requiere mucho talento político para dirigir correctamente la agenda de la CELAC y para seguir posicionando a la región con más fuerza, con mayor cooperación, entendimiento y solidaridad. Sin demoras.
por Fernando Buen Abad Domínguez
Foto: Ismael Francisco
Cuba es un lugar emblemático para tratar el tema central de la reunión que es la lucha contra la desigualdad y la pobreza y, además, lugar idóneo para declarar a la región Zona de Paz a salvo de aventuras imperiales saqueadoras. En Cuba, el bloque de los países reunidos, sin la tutela norteamericana ni candiese, habrá de pronunciarse sobre la propuesta venezolana de incluir a Puerto Rico en el organismo y la soberanía argentina sobre las Malvinas. Y, muy especialmente, desde la tierra de Martí, condenar -por enésima vez- el bloqueo de EEUU a Cuba. Miles de potencias simbólicas revolucionarias enmarcan la reunión de la muy joven CELAC.
Así, la ?Cumbre? es una oportunidad histórica en la que deben dirimirse, directa, indirecta y proporcionalmente, los derroteros económicos y políticos de la región. La Cumbre no es un día de campo con escenarios tersos ni diálogos fáciles. No es una película de Hollywood. Cuba da escenario, y marco semántico riquísimo, a una Cumbre nutrida de tensiones y divergencias tanto como de soluciones y problemáticas afines con enemigos comunes. Estarán presentes todos los espíritus revolucionarios en cada diálogo. ¿Los escucharán todos? La zona de la Cumbre cuenta con, aproximadamente, 600 millones de personas y sus economías constituyen el tercer motor económico mundial con un producto bruto de 6,06 billones de dólares.
Esta Cumbre rendirá, en muchos sentidos, un tributo necesario a Hugo Chávez y lo hará en la tierra que lo abrazó como hijo y hermano en los momentos duros y en los momentos buenos. Esta Cumbre tiene sabor del Caribe que ha sufrido la avaricia de todos los imperios y ha visto animarse las luchas de todas las revoluciones forjadas por nuestros pueblos a golpes de Historia y esperanza. Esta Cumbre es responsabilidad de todo un continente. Tenemos que decirnos las mejores cosas que puedan ser dichas en reuniones de este tipo. Recordarnos lo esencial y lo urgente. Lo pasado y lo que viene. Lo que podemos y lo que debemos.
En rigor, esta Cumbre exige una capacidad diplomática de nuevo género. No puede ser Cumbre de subordinados viendo cómo inventan gerencialmente halagos y soluciones para los imperios. No puede ser una Cumbre entre complacientes ni entre lisonjeros. De eso ya hemos tenido en demasía. La agenda es cruda y dura. A nadie se le escapa que los participantes sostienen posiciones divergentes y excluyentes. A nadie se le escapa el trazo geopolítico que describen algunas organizaciones, también nacientes, como la ?Alianza para el Pacífico? y lo que eso implica en el paisaje de las tensiones regionales. A nadie se le escapa, pues, que el capitalismo en crisis salvaje tiene puestos los ?ojos? sobre los recursos energéticos del continente y que el agua, la minería, los campos fértiles y la mano de obra barata son banquete codiciado por no pocas jaurías neoliberales. He ahí el desafío para los escépticos y para los optimistas. Es preciso profundizar posiciones anticapitalistas y antiimperialistas en todos los puntos cardinales. Tarea ardua entre miles.
Subestimar las Cumbres de la CELAC es tan malo como sobre-estimarlas. No puede exigirse más de lo que el sentido de la proporción y el sentido de la justicia piden e imponen en una realidad dolorosa y compleja en la que los pueblos cada día tienen más clara su urgencia de soberanía, de justicia social y de dignidad. Por eso uno celebra que la Cumbre de CELAC ocurra en Cuba. Que suceda en la tierra de la Revolución que ha liderado continentalmente ideas y acciones ejemplares a partir de condiciones asimétricas inimaginables. Cualquiera que ejerza un cargo de responsabilidad diplomática está obligado a estudiar y entender la carga política extraordinaria que ofrece la Cumbre de CELAC en el escenario de la Revolución Socialista que el pueblo cubano ha impulsado e impulsa desde sus bases. Debe entender el aporte histórico y moral de una Revolución que defiende a sus 5 Héroes con el corazón solidario de todos los pueblos. Debe entender el clamor mundial por el cese al bloqueo; debe entender la tarea democrática que se incuba desde las bases de la organización social y debe entender el infierno mediático descarnado y monstruoso que ha debido padecer un pueblo, durante más de medio siglo, por el hecho heroico de no querer vivir arrodillado ante el imperio. Esa es otra agenda, transversal en cada diálogo, que debe hacerse visible con una semiótica diplomática de combate a flor de piel en la epidermis geopolítica de los pueblos. Digan los que digan los escépticos.
Cuba, que ha sido sede de incontables encuentros internacionales, de todo tipo, abriga ahora la Cumbre de CELAC y con ello también contribuye a consolidar un espacio en el que se sintetizan sus más caras tesis y luchas en materia de integración regional. Una y muchas veces Fidel insiste en la unidad de nuestros pueblos y, no obstante la ideología de algunos líderes, ese mensaje debe llegar, de mil maneras, hasta las bases sociales. El camino del encuentro y del debate (que es mejor que el del desencuentro y la incomunicación), exige agendas y acciones profundas, sinceras y descarnadas para avanzar en la emancipación de la región, sólo si se entiende quién es el enemigo y cómo hay que combatirlo. Unidos.
Esa lucha es ahora más necesaria y deseable que nunca y también lo es, obligadamente, el ascenso de la conciencia para comprender la dimensión continental de todas las amenazas terroristas orquestadas por el capitalismo que, a estas horas, acechan a los movimientos emancipadores. La agenda tiene textos y sub-textos cuyo recorrido ha de convertirse, pronto, en un programa para frenar el saqueo de los recursos naturales y los daños a los ecosistemas; terminar con el latifundismo en todas sus expresiones; impedir la represión y criminalización de los luchadores sociales; frenar la depredación laboral y la alienación del trabajo y de las conciencias; garantizar asistencia médica y salud para todos; garantizar el acceso al trabajo; garantizar la alimentación para todos; garantizar la vivienda; garantizar la Vida Buena; garantizar la educación para todos en igualdad de oportunidades y de condiciones; garantizar el tiempo libre y la recreación; garantizar la libertad de expresión de los pueblos que las oligarquías de la región nos han usurpado.
El reloj de la CELAC contiene tiempos peculiares. Están los tiempos ancestrales de los pueblos originarios, acuatizándose y protagonizando aceleraciones extraordinarias que no admiten obstáculos burocráticos. Están los tiempos de los jóvenes que usan sus minutos como saetas de futuro marcando rumbos para sortear las mil y una amarguras del narcotráfico, el desempleo, la desolación y la desesperanzas que el capitalismo ha impuesto. Están los tiempos del campesinado usurpado, vejado y desplazado por las perversiones neoliberales y las metástasis de los tratados criminales del ?libre comercio? más irresponsable que hemos conocido. Están los tiempos de la ciencia que no pueden seguir postergándose en garras de ineptitudes o avaricias empresariales. Están los tiempos de la clase obrera que no soporta más el peso demencial de la explotación, de las aberracioneslegaloides que la despojan, de los palos de la policía y los palos del sindicalerismo fascista y parásito. Está un continente entero palpitando, minuto a minuto, su urgencia de justicia social, de justicia económica, de justicia política? de emancipación.
Hay que pedirle a la CELAC lo que la historia reclama. Los sueños más avanzados que la alimentan e impulsan no pueden ser demorados con palabrería de ocasión. Nuestra región no soporta más discursos ni retóricas serviles y la CELAC tiene sobre sí una responsabilidad crucial si quiere ser, como se lo exigen sus pueblos, un motor para acelerar las transformaciones y no para frenarlas. No hay lugar para diplomacia de fotos y cócteles. Los presidentes no serán los protagonistas, la agenda es lo más importante. Estarán en la CELAC los 33 países de América latina y el Caribe y ante ellos Cuba elevará, nuevamente, una voz que ha sabido hablar, con soberanía, alto y claro, con el ejemplo de muchos años de lucha del comandante Fidel Castro y del pueblo cubano. Se trata de un momento crucial que requiere mucho talento político para dirigir correctamente la agenda de la CELAC y para seguir posicionando a la región con más fuerza, con mayor cooperación, entendimiento y solidaridad. Sin demoras.
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