martes, 4 de diciembre de 2012

Hace más de dos semanas, el Ejército colombiano incautó en Morales (Cauca) dos misiles tierra-aire Sam7 que estaban en poder de las Farc.


Los Sam 7 de las Farc: ¿primer fruto de las conversaciones “de paz”?

Eduardo Mackenzie
Por Eduardo Mackenzie
2 de diciembre de 2012
 Mediante un lacónico artículo de apenas seis líneas, y sólo hasta el pasado 30 de noviembre, El Tiempo mencionó ese hecho.
La noticia no dió mayores detalles de la cosa. No dijo en qué circunstancias fue hecho ese decomiso. No dijo si hubo combate, ni si hubo capturas, ni si el Ejército encontró otros misiles idénticos en otros lugares. No dijo cómo ese sofisticado material de guerra pudo entrar a Colombia, ni quien lo transportó, ni si esos misiles transitaron por Ecuador.
Semejante hallazgo fue presentado como si se tratara de un decomiso rutinario de armas, como si el Ejército hubiera incautado seis fusiles, o media docena de tacos de dinamita, en un cambuche terrorista perdido en una alejada selva.
En el tono más impersonal del mundo, la nota de El Tiempo dice, que los Sam 7  “pueden derribar una aeronave que vuele a 6,5 km. de altura”  y que las Farc quieren tener ese tipo de armamento, para “equilibrar el conflicto que la Fuerza Pública ha ganado desde el aire”.
Como el principal diario de Colombia parece no decir todo lo que sabe sobre eso, y no hizo un solo comentario editorial sobre el alcance militar de ese descubrimiento, sobre todo en materia de seguridad nacional, tendremos que ser nosotros, los modestos observadores civiles, los que insistamos en que se diga toda la verdad al respecto. Pues el asunto es gravísimo.
Es la primera vez que se comprueba que las Farc han logrado apoderarse de ese tipo de misil de origen soviético-ruso. Si las Farc logran dotarse de esa arma, como parece que lo han hecho, tanto la aviación comercial como la aviación militar de Colombia están en peligro. Los aviones, avionetas y helicópteros civiles, sobre todo en sus fases de decolado y de aterrizaje, puede ser blanco fácil de ese tipo de misil. Una catástrofe podría estar siendo preparada en estos momentos por terroristas en cualquier lugar del país, para “mejorar”, como ellos dicen, sus posiciones en el “diálogo de paz” en La Habana. Por otra parte, la Fuerza Aérea, sus aviones y helicópteros para transporte de tropas y observación, sus caza-bombarderos, sus helicópteros artillados, etc., están bajo una espada de Damocles.
Los SAM 7, ¿cómo llegarían a manos de las FARC?
La nota del matutino bogotano dijo que el Ejército colombiano, con ayuda de “agencias de seguridad estadounidenses”, investiga “si las Farc hicieron una compra a la red terrorista Al- Qaeda”. No hay que ir tan lejos para buscar el comienzo de la madeja. Habría que pensar sobre todo en algunos vecinos de Colombia, como Ecuador, Venezuela, Nicaragua y Cuba, que tantas veces han sido pescados con la mano en la masa en materia de acciones hostiles contra Colombia.  Raúl Reyes preparaba sus ataques desde su cuartel general en Ecuador. Los otros jefes de las Farc tienen sus oficinas y escondederos en Venezuela. Nicaragua trata de quitarle a Colombia su soberanía y sus aguas en el mar Caribe y Cuba ha patrocinado todo lo anterior, fuera de azuzar, entrenar  y dirigir, durante décadas, el terrorismo marxista en Colombia.
Si las Farc lograron introducir al país esos peligrosos misiles, hay que mirar, en primer lugar, a los más directos y permanentes cómplices de las Farc.
¿Qué le espera ahora a Colombia si las Farc logran que alguien les venda esos misiles? Nadie lo sabe. En todo caso, sabemos algo: que ese dramático descubrimiento fue hecho en estos días, precisamente en medio de los llamados “diálogos” de paz  en La Habana.  Y que en este periodo el brazo internacional de las Farc está cosechando éxitos. La conclusión es obvia: ese diálogo no es más que una farsa miserable, un distractor de la opinión pública, un medio sibilino para conseguir la impunidad total para los jefes de las Farc. Mientras que la dirección del movimiento narco-terrorista envía a la capital cubana sus segundos cuchillos para que hagan la pantomima del “diálogo”, los jefes más fanáticos siguen en Venezuela dirigiendo la guerra para meter a Colombia en una gran tenaza.
Aunque el gobierno Santos le asegure al país que los diálogos van por “buen camino”, la política real de las Farc es la de aprovechar ese periodo para introducir al país armas que podrían cambiar la relación de fuerza con ellas.
Eso es lo que, sin duda, estaba detrás del pedido de las Farc de un cese al fuego “bilateral” y de su ulterior promesa, violada, de un cese al fuego “unilateral”. Cese al fuego para que las fuerzas del orden no pudieran detectar la entrada de los Sam 7. Por fortuna, dos misiles fueron hallados. ¿Pero dónde están los otros?
Este episodio de los dos Sam 7 puede ser la punta del iceberg. Como en otras ocasiones,  las Farc podrían estar organizando atrocidades de masa contra los colombianos mientras sus artistas en La Habana duermen con sus contorsiones y discursos a los medios y a la gente más crédula.
La proliferación de los Sam 7 en el mundo es muy preocupante y no solo Al Qaeda puede pasarlo a otros: grupos irregulares en Chechenia,  Irak,  Libia, Egipto y en el sur de Filipinas tienen ese tipo de misil. Hasta el IRA irlandés, que envió tres de sus agentes al Caguán durante las conversaciones con el gobierno de Pastrana, ha tenido en sus manos misiles Sam 7 de primera generación. Se sabe que Corea del Norte y el ejército chino están equipados con la versión rusa del Sam 7 y Sam 16 de tercera generación. ¿El ejército venezolano, gran comprador de armas rusas, tiene ese tipo de misiles, o el Igla, su equivalente, también ruso?
La aviación civil es la que más está en peligro. El misil Sam 7 pesa sólo 15 kilos y tiene un detector infrarrojo que le permite buscar y precipitarse sobre una fuente de calor, como la turbina de un avión.  El misil, en su versión mejorada, sale a una velocidad de  dos mil kilómetros por hora en dirección de su blanco.  Su alcance puede ser de  4 000 metros.
En noviembre de 2002, un Boeing 757  israelí estuvo a punto de ser derribado por dos de esos misiles, en Kenia. El piloto alcanzó a ver las dos estelas de humo. El avión se salvó de milagro. “El mayor defecto del Sam 7 ruso, explicó después un militar a la prensa francesa,  es que, a diferencia del Stinger norteamericano,  sus baterías a veces son defectuosas y hacen que el misil pase al lado del blanco”. Los militares de Kenia encontraron los dos lanzadores del Sam 7.
La presencia de dos Sam 7 en Colombia  es signo de que no hemos visto todavía lo peor que le pueden ofrecer las Farc al país. Aprendamos lo que ocurrió en otras latitudes. El 6 de abril de 1994, el presidente Habyarimana, de Ruanda, el presidente Cyprien Ntaryamira, de Burundi, y altos dirigentes de esos dos países, que acababan de firmar los acuerdos de paz de Arusha, perecieron cuando el avión en que viajaban fue abatido a 1 500 metros de altura por un misil Sam 7.  Horas después, extremistas hutus comenzaron a asesinar la población tutsi y los hutus moderados. Durante tres meses mataron a más de 800 000 personas. Ese fue el último genocidio del siglo XX. ¿Algo similar nos reservan las Farc a Colombia?

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