martes, 29 de enero de 2013

Estado vasco, por más que cierto, no hace sino levantar barreras comunicativas.

EUSKAL HERRIA / PAIS VASCO

EL DEBATE ESTRATÉGICO

Por  Ion Andoni del Amo

Todos los procesos de transición abren a la vez expectativas y complicaciones. Y miedos, temores y precauciones, algunas veces excesivos o quizás sana prevención; normales en todo caso, y que conviene siempre encauzar y desdramatizar. Como readecuación estratégica que suponen, requieren reflexión al respecto.

El que se vive en Euskal Herria no lo es menos. Aunque la reflexión estaba ya presente en las propias respecto a la necesidad de cambio de ciclo, parece llegado el momento de detenerse un poco a pensar. La tregua en la vertiginosa dinámica electoral que nos ha tenido bastante ocupados, la referencia fundamental del debate constituyente de Sortu, o la tumultuosa irrupción de Eusko Ekintza, marcan un momento oportuno para ello.

Bien es cierto que en el plano ideológico también se han abierto importantes, necesarios e interesantes debates, algunos clásicos, otros con novedosas formulaciones. Pero puesto que los tiempos del debate ideológico son más largos, empezaremos por plantear algunos de los hitos presentes en el debate estratégico, el más apremiante. Aunque todas ellas están interrelacionadas y comprenden en su seno varias, dibujaremos esquemáticamente tres cuestiones principales.

¿Conciliación o confrontación?
La primera de las grandes cuestiones estratégicas atañe a la resolución del conflicto y cómo afrontarlo. La hoja de ruta marcada en el Acuerdo de Gernika o la Declaración de Aiete dibuja la que sería la secuencia lógica; la unilateralidad ha permitido retomar la iniciativa política, pero llega un momento en el que determinadas cuestiones (las consecuencias del conflicto o el fondo del mismo) recomiendan acuerdos amplios y multilaterales. Y ahí donde se requiere la participación de otros agentes, parece retornamos al bloqueo.

Si desde el Estado se utilizó la existencia de la lucha armada como recurso retórico para negar cualquier debate soberanista, una vez desaparecida ésta, el bloqueo se centra en el siguiente punto del orden resolutivo: en la solución a las consecuencias del conflicto. Y el bloqueo al respecto por parte del Estado parece contener una amenaza velada: si queréis dar solución a la cuestión de los presos, nada de follones soberanistas. Ha hecho de los presos rehenes políticos. Con lo cual, si la amenaza funciona, cerrará el circulo perpetuando el bloqueo, pues ese nudo es el último que impide desatar aquel al que el Estado nunca quiere entrar, el del derecho a decidir.

¿Qué Hacer? La ponencia de Sortu sigue apostando por el discurso conciliador y la necesidad de acuerdos multilaterales: hay que dar una oportunidad al nuevo contexto. Entre tanto, se puede continuar con la reorganización y acumulación de fuerzas. No obstante, advierte que tal estrategia tiene límites, y que si el bloqueo persiste habrá que pensar en avanzar unilateralmente, hacia una fase de confrontación democrática se supone. Eusko Ekintza considera que ese momento ya ha llegado.

Parece claro que el Estado está cómodo en la situación actual de bloqueo, y que solo entrará a una fase resolutiva si se ve arrastrado. En tal sentido, la apertura de un proceso soberanista unilateral, precisamente lo que intenta evitar bloqueando la resolución de las consecuencias del conflicto, aparece como palanca de avance. Con todo, hay que explorar distintas vías y calibrar bien las fuerzas, aunque sin dejar escapar estructuras de oportunidad política. Y sobre todo, por ser la cuestión de las presas y presos especialmente delicada y cargada de afectividad, plantear abierta y consensuadamente las estrategias.

¿Hegemonía política o hegemonía ideológica?
Es éste un largo y viejo debate en la izquierda, no por ello resuelto. Entendamos hegemonía política en términos político-electorales y hegemonía ideológica como construcción, articulación y difusión de unos valores y visiones del mundo diferentes a los dominantes.

La dinámica electoral e institucional tiende a primar la conquista de cuotas de poder institucional, y para ello a asumir, consciente o inconscientemente, parte del discurso hegemónico mayoritario, buscando una pretendida ?centralidad?. La experiencia histórica ha demostrado lo complicado de articular cambios cuando la llegada al poder no viene acompañada de una contra-hegemonía social e ideológica. Prácticamente Hugo Chávez constituye el único ejemplo en el que la conquista de la hegemonía política precede a la hegemonía ideológica; lo hace en un contexto de fuerte crisis social y económica y con una muy inteligente articulación de mecanismos de reconocimiento de los deseos de cambio, lenguaje y formas populares. La historia de la socialdemocracia, sin embargo, está plagada de ejemplos en sentido contrario. Pero es que, además, incluso la propia conquista de la hegemonía política se torna complicada cuando ésta se convierte en el principal objetivo: porque se juega en un terreno, el de la gestión de lo dominante, en el que las fuerzas conservadoras parten con indudable ventaja.

Solvencia, eficiencia y capacidad de gestión están bien, son necesarios, pero requieren también la construcción de una narrativa ? y práctica ? alternativa, una interpretación y un horizonte de cambio. La construcción contra-hegemónica implica una interpelación ideológica, un trabajo de convicción, pero ante todo la hegemonía se articula. En un contexto de crisis, articular las aspiraciones de cambio y confrontar con los discursos dominantes ha de constituir la principal estrategia: será en un marco de cambio donde las fuerzas transformadoras jugarán con ventaja, porque ofrecen más garantías para gestionarlo.

Este debate tiene también una derivada organizativa: la apuesta por la conquista de la hegemonía ideológica implica primar una organización y acción participativa y de masas. Incluyendo las agrupaciones de fuerzas electorales, especialmente éstas. Pero el organizativo es otro debate, también necesario.

Liberación nacional y transformación social
He aquí otro clásico, en este caso vasco. El debate está solidamente resuelto hace tiempo en el plano ideológico. La cuestión radica en su articulación estratégica en el contexto actual.

Escrita hace años estaba la hoja de ruta: acumulación de fuerzas a la izquierda del PNV como motor del proceso, y luego acuerdo soberanista y confrontación democrática. Todo el rollo este del acuerdo interclasista para la soberanía. Las cuestiones sociales, si bien no se aparcaban, sí se modulaban con la soberanía como objetivo principal.

La cuestión es si en un contexto de crisis y de brutal ofensiva neoliberal, con el modelo social cuestionado, esa hoja de ruta puede mantenerse tal cual. Si no hemos de hablar sobre todo de acuerdo de clase para la transformación social (y la soberanía). Bascular en exceso hacia el discurso soberanista puede tener incluso efectos paradójicos: las fuerzas conservadoras pueden presentarse como ?más preocupadas? por el paro o la crisis. El PNV ya ensaya estas envolventes.

Las estructuras de oportunidad política hay que aprovecharlas, y la presente permite articular discurso social y nacional en una deslegitimación profunda del sistema y la ideología dominantes. Además, posibilita romper el bloqueo actual por un flanco que ya transitase la HB de los 80, acumulando fuerzas por la izquierda, articulando los deseos de cambio y sumando sectores no abertzales al proyecto soberanista. Pero ello requiere articular discursos más sutiles: a esos sectores hay que hablarles en su ?lenguaje?. Comenzar las interpelaciones hablando de la necesidad de la soberanía, no digamos del Estado vasco, por más que cierto, no hace sino levantar barreras comunicativas. Nadie duda de las posiciones nacionales de la izquierda soberanista, reiterarlas solo dificulta la articulación con otros sectores; el discurso nacional ha de estar implícito, dado por supuesto, sutilmente presente en una discurso y una práctica que pivote sobre lo social. Es, de hecho, la estrategia soberanista más inteligente en este contexto.

Estrategia de confrontación ideológica en lo social, de articulación de un marco de cambio, que requiere construir también una narrativa alternativa sólida, un horizonte, lo que remitiría también a algunas cuestiones del debate ideológico.

FUENTE: BORROKA GARAIA DA!

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