SUDÁFRICA
por J.C. Cartagena et N. Briatte
La muerte de Nelson Mandela ha desencadenado una multitud de alabanzas unánimes en los medios de comunicación y entre los políticos. Sin embargo, algunos hechos han pasado conscientemente en silencio, o han sido totalmente distorsionados.
Muchos políticos occidentales lloran hoy la muerte de Mandela y llenan de elogios su combate y perseverancia. Sin embargo, cuando nos fijamos en sus acciones y declaraciones de la década de 1980, se advierte que sus discursos se acomodaron bien a la historia.
De hecho, son esos mismos países occidentales que apoyaron el régimen del apartheid por razones tanto políticas como económicas. La lista de las multinacionales que se llenaron los bolsillos gracias al apartheid y los políticos que apoyaron el sistema por motivos oscuros y vergonzosas razones de anticomunismo sería muy larga de establecer (1).
En las emisiones y reportajes dedicados a Mandela, la naturaleza de su lucha es frecuentemente distorsionada. En efecto, según los comentadores, habría combatido el régimen exclusivamente por medios pacíficos. Sin embargo, el Congreso Nacional Africano (CNA), del cual Mandela era líder, creó en 1961, en alianza con el Partido Comunista Sudafricano (PCS), la « Punta de lanza de la nación » (Umkhonto we Sizwe)(MK), su brazo armado (2). Mandela y Joe Slovo, Secretario del PCS, eran quienes ejercían el mando.
El Estado sudafricano jamás ha respetado ninguna frontera a la hora de exportar su régimen despreciable y la violenta represión a los países vecinos, incluidos los que se encuentran en pleno corazón de Europa.
Pero nunca se hubiera atrevido a hacerlo si no hubieran tenido el apoyo de los países occidentales más poderosos.
Es así como bajo la presidencia de François Mitterrand los servicios del apartheid pudieron, con toda impunidad y con la complicidad de los servicios secretos franceses, asesinar en 1988 en Arcueil, Val de Marne, la representante del CNA en Europa, Dulcie September (3). Es mediante la intensa actividad de Dulcie que la opinión pública francesa logró descubrir la lucha del pueblo sudafricano por su libertad. Tampoco era la primera vez que los servicios franceses participaban en las operaciones en apoyo al sistema racista. En 1978 en París, época de apoyo abierto al régimen racista, bajo el Gobierno de Giscard d'Estaing, habían sido ya implicados en el asesinato de Henri Curiel, un activista franco-egipcio solidario del CNA (4).
Asi mismo en 1986, Pierre-André Albertini, un joven cooperante francés acusado de llevar valijas para el CNA, había sido encarcelado en Sudáfrica. Es necesario recordar que en este período los franceses estaban realizando negocios florecientes con el régimen sudafricano, incluso en el ámbito nuclear (5). El señor Stirbois del Frente Nacional llegó al extremo de tratar el joven Albertini de «terrorista». Es cierto que hasta el año 2008, los Estados Unidos y algunos países europeos como Inglaterra, consideraban al CNA como una organización terrorista, calificándola de «organización comunista», para, según sus criterios, estigmatizarla (6).
Hoy en día, raros son los medios de comunicación y los comentaristas políticos que han recordado la epopeya cubana en África, que permitió a Namibia acceder a la independencia en 1990, a Angola consolidar la suya, pero que sobre todo hizo tambalear las certezas del régimen de Pretoria. Sin embargo, la batalla de Cuito Cuanavale fue la batalla más importante de la historia de África, según el propio Nelson Mandela, dicha batalla «fue el punto de inflexión en la lucha para liberar el continente y a nuestro país del flagelo del Apartheid!». Mandela afirmó que « los internacionalistas cubanos han aportado una contribución sin precedentes a la independencia, la libertad y la justicia en África » (7).
Tras la caída del apartheid, y a pesar de todos los cantos de sirenas del occidente, Nelson Mandela nunca se equivocó de amigos y reservó su primer viaje al extranjero a la isla de Cuba para agradecer a « su hermano » Fidel Castro, de la ayuda prestada « en las horas más sombiras del pueblo sudafricano » (8). Palabras y actos que hoy se silencian con el fin de ocultar de una parte, la fuerza de la solidaridad internacionalista cubana y en segundo lugar, la profundidad de la debacle del imperialismo en la región.
La historia de la lucha contra el apartheid nos ha enseñado que la combinación de todo tipo de luchas, incluido el ejército, con la solidaridad activa internacionalista, puede superar los regímenes siniestros, incluso cuando están apoyados y protegidos por las fuerzas más retrógradas y poderosas del planeta.
Traducido por: María Piedad Ossaba para La Pluma
fuente: La Pluma/Le Grand Soir
por J.C. Cartagena et N. Briatte
La muerte de Nelson Mandela ha desencadenado una multitud de alabanzas unánimes en los medios de comunicación y entre los políticos. Sin embargo, algunos hechos han pasado conscientemente en silencio, o han sido totalmente distorsionados.
Muchos políticos occidentales lloran hoy la muerte de Mandela y llenan de elogios su combate y perseverancia. Sin embargo, cuando nos fijamos en sus acciones y declaraciones de la década de 1980, se advierte que sus discursos se acomodaron bien a la historia.
De hecho, son esos mismos países occidentales que apoyaron el régimen del apartheid por razones tanto políticas como económicas. La lista de las multinacionales que se llenaron los bolsillos gracias al apartheid y los políticos que apoyaron el sistema por motivos oscuros y vergonzosas razones de anticomunismo sería muy larga de establecer (1).
En las emisiones y reportajes dedicados a Mandela, la naturaleza de su lucha es frecuentemente distorsionada. En efecto, según los comentadores, habría combatido el régimen exclusivamente por medios pacíficos. Sin embargo, el Congreso Nacional Africano (CNA), del cual Mandela era líder, creó en 1961, en alianza con el Partido Comunista Sudafricano (PCS), la « Punta de lanza de la nación » (Umkhonto we Sizwe)(MK), su brazo armado (2). Mandela y Joe Slovo, Secretario del PCS, eran quienes ejercían el mando.
El Estado sudafricano jamás ha respetado ninguna frontera a la hora de exportar su régimen despreciable y la violenta represión a los países vecinos, incluidos los que se encuentran en pleno corazón de Europa.
Pero nunca se hubiera atrevido a hacerlo si no hubieran tenido el apoyo de los países occidentales más poderosos.
Es así como bajo la presidencia de François Mitterrand los servicios del apartheid pudieron, con toda impunidad y con la complicidad de los servicios secretos franceses, asesinar en 1988 en Arcueil, Val de Marne, la representante del CNA en Europa, Dulcie September (3). Es mediante la intensa actividad de Dulcie que la opinión pública francesa logró descubrir la lucha del pueblo sudafricano por su libertad. Tampoco era la primera vez que los servicios franceses participaban en las operaciones en apoyo al sistema racista. En 1978 en París, época de apoyo abierto al régimen racista, bajo el Gobierno de Giscard d'Estaing, habían sido ya implicados en el asesinato de Henri Curiel, un activista franco-egipcio solidario del CNA (4).
Asi mismo en 1986, Pierre-André Albertini, un joven cooperante francés acusado de llevar valijas para el CNA, había sido encarcelado en Sudáfrica. Es necesario recordar que en este período los franceses estaban realizando negocios florecientes con el régimen sudafricano, incluso en el ámbito nuclear (5). El señor Stirbois del Frente Nacional llegó al extremo de tratar el joven Albertini de «terrorista». Es cierto que hasta el año 2008, los Estados Unidos y algunos países europeos como Inglaterra, consideraban al CNA como una organización terrorista, calificándola de «organización comunista», para, según sus criterios, estigmatizarla (6).
Hoy en día, raros son los medios de comunicación y los comentaristas políticos que han recordado la epopeya cubana en África, que permitió a Namibia acceder a la independencia en 1990, a Angola consolidar la suya, pero que sobre todo hizo tambalear las certezas del régimen de Pretoria. Sin embargo, la batalla de Cuito Cuanavale fue la batalla más importante de la historia de África, según el propio Nelson Mandela, dicha batalla «fue el punto de inflexión en la lucha para liberar el continente y a nuestro país del flagelo del Apartheid!». Mandela afirmó que « los internacionalistas cubanos han aportado una contribución sin precedentes a la independencia, la libertad y la justicia en África » (7).
Tras la caída del apartheid, y a pesar de todos los cantos de sirenas del occidente, Nelson Mandela nunca se equivocó de amigos y reservó su primer viaje al extranjero a la isla de Cuba para agradecer a « su hermano » Fidel Castro, de la ayuda prestada « en las horas más sombiras del pueblo sudafricano » (8). Palabras y actos que hoy se silencian con el fin de ocultar de una parte, la fuerza de la solidaridad internacionalista cubana y en segundo lugar, la profundidad de la debacle del imperialismo en la región.
La historia de la lucha contra el apartheid nos ha enseñado que la combinación de todo tipo de luchas, incluido el ejército, con la solidaridad activa internacionalista, puede superar los regímenes siniestros, incluso cuando están apoyados y protegidos por las fuerzas más retrógradas y poderosas del planeta.
Traducido por: María Piedad Ossaba para La Pluma
fuente: La Pluma/Le Grand Soir
No hay comentarios:
Publicar un comentario