sábado, 4 de febrero de 2012

Las protestas contra el régimen militar se extienden por Egipto.

EGIPTO

Las protestas contra la Junta Militar que gobierna Egipto se han endurecido tras la masacre del estadio de fútbol de Port Said y se extienden por Egipto. Al menos cinco personas han muerto y más de mil han resultado heridas en los choques con la Policía. El centro de El Cairo, pero también Suez y Alejandría, fueron de nuevo escenarios de una batalla campal. Los militares, cada vez más cuestionados, acusaron a «partes extranjeras e internas».

GARA | EL CAIRO
«Saben proteger un ministerio, pero no un estadio», gritaban los manifestantes en el centro de El Cairo. Su ira tenía un objetivo claro: «El pueblo quiere la ejecución del mariscal. Dimisión». La cólera desatada contra la Policía y la Junta Militar que gobierna Egipto después de la matanza en el estadio de fútbol de Port Said se ha extendido por Egipto y ha agravado la crisis política que vive el país.
Manifestantes y policías se enfrentaron ayer por segundo día consecutivo en los alrededores del Ministerio del Interior, en El Cairo, durante las protestas por la muerte de 74 personas en los incidentes del miércoles en un partido de fútbol.
Desde que comenzaron los últimos disturbios han muerto cinco personas. Dos de ellas en Suez, a causa del uso de fuego real por parte de la Policía contra una multitud que había intentado asaltar una comisaría, según informaron testigos presenciales y fuentes de los servicios sanitarios. Los disparos de gases lacrimógenos, pelotas de goma y balines también resultaron letales ayer en El Cairo, donde dos manifestantes más murieron asfixiados por los gases lacrimógenos. Además, un soldado murió atropellado por un vehículo policial.
Según el Ministerio egipcio de Sanidad, más de mil personas resultaron heridas, de las cuales 211 son policías. Ahmed, un médico voluntario en un hospital de campaña, consideró que la actual situación «es parecida a la de noviembre», cuando decenas de personas murieron asfixiadas por los gases disparados por la policía.
Aunque en la plaza de Tahrir la situación estaba más calmada, frente al Ministerio del Interior se concentraron numerosos hinchas de fútbol, que también lideraron las revueltas contra el régimen de Mubarak, indignados por la ineficacia de la Policía para impedir la tragedia, que interpretan como complicidad. La calle que lleva al Ministerio del Interior estaba saturada de gas lacrimógeno y las piedras volaban en todas direcciones entre las dos partes separadas por una barricada. Durante las protestas los manifestantes quemaron la sede de los servicios de impuestos inmobiliarios, y sacaron armarios y escritorios para utilizarlos como barricadas.
El llamado «Viernes de la Ira» fue convocado por 38 organizaciones juveniles y partidos políticos para reclamar la dimisión del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, que dirige el mariscal Hussein Tantawi. También se volvieron a producir manifestaciones y choques con la Policía en Suez y Alejandría
Además, varias personas armadas con metralletas asaltaron una comisaría de Policía en Al Marg, al este de la capital egipcia, liberando a los detenidos tras los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, según una fuente policial.
La Junta ve conspiraciones
Las elecciones que ganaron los grupos islamistas no han disminuido el rechazo hacia la Junta Militar, que ayer trató de echar balones fuera y adoptó un tono dramático, acusando a «partes extranjeras e internas» de la escalada de la violencia.
En un comunicado, consideró que Egipto atraviesa «la etapa más peligrosa y más importante de su historia» y reclamó a todas las fuerzas políticas que «asuman su papel para intervenir de manera activa y eficaz para enterrar la discordia y se enfrenten a los intentos de escalada por partes extranjeras y otras internas».
Secuestradas dos turistas en el Sinaí durante varias horas
Dos turistas estadounidenses y su guía egipcio fueron secuestrados por beduinos armados en la península del Sinaí y liberados poco después. Según responsables de seguridad, los asaltantes pararon un autobús turístico en Wadi al-Soal, al sur del Sinaí, llevándose a las dos mujeres y su guía. Los secuestradores primero se llevaron dinero y objetos de valor y luego, tras un aparente cambio de opinión, se llevaron a las dos mujeres. El autobús viajaba desde el monasterio de Santa Catalina a Sharm el Sheikh. Una fuente beduina indicó que las autoridades accedieron a liberar a cuatro miembros de su tribu detenidos a cambio de las dos turistas. GARA
Los hinchas más radicales del Al-Ahly tuvieron un rol fundamental en la organización de la revuelta. La barra brava del club es un grupo conocido como el Ahlawy, con todas las características de cualquier barra del mundo. Entrevistado por Al Jazeera, Alaa Abd El Fattah, uno de los bloggers más leídos de Egipto, graficó: «En esta revolución, los ultras jugaron un papel más preponderante que cualquier otro grupo político».
El Al-Ahly fue históricamente el club más involucrado en el plano político. Su nacimiento mismo, en 1907, se dio como forma de repudio al dominio del Imperio Británico. Era un club egipcio, no un club inglés. Por eso rápidamente se transformó en el más popular.
Las camisetas rojas del Al-Ahly abundaron en la plaza Tahrir del centro de El Cairo. El rojo simboliza la bandera egipcia de la época precolonial. Según reportó «La Gazzetta dello Spor»t, allí también estaba Wael Gomma, capitán y jugador símbolo. En buen inglés, Gomma resumió el descontento: «Hablé con la mayoría de mis compañeros de la selección y todos están a favor de un cambio. En Egipto hay muchas injusticias sociales, demasiada disparidad entre ricos y pobres. Los jóvenes no tienen esperanzas en el Egipto actual. Espero que este cambio llegue sin un baño de sangre. No puedo estar contento al ver mi país en llamas, con civiles asesinados, periodistas extranjeros hostigados por bandas criminales. Temo una guerra civil, una guerra entre hermanos. Mubarak hizo lo que hizo, ahora debemos dar vuelta la página y trabajar para construir un país más justo».
En cambio, Zamalek, el club más oficialista, operó bajo el «silenzio stampa» y ni siquiera suspendió los entrenamientos de su plantel. Hassan Ibrahim, director deportivo, amenazó con multar a los jugadores que no se presentaran. «Solo los que viven fuera de El Cairo están teniendo problemas con el toque de queda», dijo el dirigente al retornar de Kenia. El equipo se había quedado varado allí después de ganarle 4-0 en la ida al Ulinzi, por la Liga Africana de Naciones. La CAN suspendió la revancha, originalmente pensada para el 13 de febrero. Pero la dirigencia del Zamalek intentó por todos los medios trasladar el partido a Libia.
El show debía continuar. Ese era el mensaje. «Nosotros seguimos en acción y ya estamos pensando en amistosos. Pero la Liga debe volver pronto, porque el deporte es muestra de que nuestro país es fuerte y que ha retornado a la vida normal», agregaba Ibrahim, como si nada. Era lo que necesitaba la prensa oficialista, que publicó: «Lentamente, todo vuelve a la normalidad», con la imagen del equipo entrenándose. Zamalek siempre fue el equipo de la clase alta, los que apoyaban a la monarquía y a los británicos. Su nombre original, Al Mohtalet, quería decir «La Mezcla».
Curiosamente, los últimos gestos de Mubarak para ganarse la simpatía de la gente vinieron a través del fútbol. El mismo fútbol que, en definitiva, ayudó a derrocarlo. En enero del año pasado, Egipto ganó su séptima Copa Africana de Naciones. Por cadena nacional, el plantel fue recibido en la Casa de Gobierno por el presidente. La foto infaltable para cualquier gobernante que busque mejorar su imagen positiva. Manotazos pour la gallerie para alinearse con el pueblo. Hubo un último atisbo de Mubarak, apuntándoles a los Mundiales 2018 y 2022. Pero Egipto retiró su intención primaria de candidatura antes de que se oficializaran los postulantes. Y la pelota amiga se transformó en un pelotazo en contra.

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