lunes, 16 de abril de 2012

Cambios en Juan Manuel Santos.

Los más y los menos del "nuevo" lenguaje de Juan Manuel Santos
por Carlos Aznárez
Director de Resumen Latinoamericano


El mundo sigue al revés, como bien lo planteó Eduardo Galeano en su libro hace unos años. Y tan al revés está, que muchas veces cuesta distinguir entre el discurso del ultraderechista presidente colombiano Juan Manuel Santos y el de algún mandatario de los países pertenecientes al ALBA. Algo de eso ocurrió durante el cierre del Foro que se realizó en Cartagena previo a la devaluada "Cumbre de las Américas" o en el propio encuentro de presidentes.  
No se asusten, no se trata de comparar a los mensajes de un dinosaurio, hijo de la criminal burguesía colombiana y la de un presidente con planteos revolucionarios, ya que uno de los dos, finge, engaña, se mimetiza como el camaleón, oculta las cartas y trata de parecer lo que no es. El otro, por supuesto, representa los intereses populares y con sus más y sus menos, porque no hay procesos perfectos, intentará seguir remando contra-corriente para impulsar planteos emancipatorios.

En el caso de Santos, es evidente que, como otros jerarcas latinoamericanos que se identifican con la derecha más rancia, oligárquica y pro-imperialista, se han dado cuenta que los vientos que soplan en el continente no les son muy favorables. Es por eso,  que en aras de no quedarse fuera del tablero, inventam un discurso en el que no creen, e intentan edulcorar las atrocidades cometidas contra sus pueblos.

Ejemplos en este sentido, sobran. Allí está el genocida militar que preside Guatemala, Otto Pérez Molina, quien fue partícipe junto con su colega Ríos Montt de innumerables masacres contra el campesinado indígena durante los años 70-80. El mismo sujeto al que no le tembló el pulso para digitar la política de tierra arrasada que dejó más de 150 mil guatemaltecos muertos, hoy nos habla de "legalizar el consumo de drogas para terminar con el narcotráfico", o de "preservar el medio ambiente". ¿Quién puede creerle a este personaje que debería ser juzgado internacionalmente por haber cometido crímenes de lesa humanidad, si efectivamente  el TPI no fuera un Tribunal monitoreado por Washington, y el ex fiscal Moreno Ocampo no se hubiera convertido en un perrito faldero de la política imperial.

Pero en lo que hace a  Juan Manuel Santos, este falso disfraz de cordero que utiliza para diferenciarse de Alvaro Uribe Vélez, su compañero de partido y (ayer nomás) de gobierno, es mucho menos soportable. Santos, hay que decirlo, para quienes parecen haber perdido la memoria en el continente, fue ese ministro de Defensa de Uribe, que ordenaba -lo mismo que ahora-, operaciones militares devastadoras contra el campesinado colombiano, con la excusa de "aniquilar a la guerrilla". Es también la espada principal de la política que la poderosa burguesía colombiana, desarrolla para conservar sus riquezas, y ha defendido (igual que Uribe) la criminal hermandad entre el Ejército de su país y los estamentos del paramilitarismo. En realidad, Santos es el artífice de una estrategia que asegura a las Aguilas Negras u otras células de los denominados "paracos", el abastecimiento de armas, equipos, y sobre todo, impunidad, provista por los legales uniformados de las tres armas. 

Santos habla, desde su nueva máscara, de "unidad latinoamericana" y de su "agradecida fraternidad con los pueblos indígenas", mientras que sigue  facilitando las operaciones encubiertas de los soldados gringos desde las nueve bases que el imperio ha instalado en territorio colombiano, y avanza decididamente en la concreción de nuevos acuerdos militares bilaterales con Washington, con la vista puesta en agredir a la Revolución Bolivariana de Venezuela.  En cuanto a los maltratados indígenas colombianos, sólo basta con revisar lo que han sido las últimas acciones violentas producidas contra algunas de sus comunidades por parte del paramilitarismo, o los bombardeos que el Ejército instrumentó en zonas habitadas por diversas etnias, a las que se acusa de encubrir a las FARC o al ELN. Ni qué decir de todos los palos en la rueda que su gobierno puso a la hora de impedir la entrega unilateral por parte de las FARC de los prisioneros de guerra que estaban en sus manos. Alcanza y sobra, con mencionar los bombardeos masivos ocurridos hace dos semanas donde fueron asesinados alrededor de 70 presuntos guerrilleros, o los cientos de casos de  "falsos positivos", que es como se conoce a los crímenes de estudiantes o campesinos haciéndolos pasar por insurgentes armados.

Santos es también, a no olvidarlo, el obediente alumno de la política imperial, que se prestó a no cursar la invitación a Cuba a la Cumbre de las Américas, para satisfacer así al mandato impuesto por Obama.
Sin embargo, a pesar de todas estas "medallas" en su contra, Santos simula sentirse cómodo en estos Foros internacionales donde lo más lógico es que se lo repudiara. Mostró la presencia de cada uno de los mandatarios que concurrieron a la Cumbre de las Américas, como un éxito personal de su estrategia. En los encuentros de Cartagena coqueteó a más no poder con el tandem Obama-Hillary Clinton, y fue premiado con un TLC que ajusta aún más la cuerda al cuello de la soberanía colombiana. Aprovechó los espacios de oratoria, para dejar en claro que va a seguir machacando a su pueblo, apelando a la solución militar contra la insurgencia y contra cualquier estamento de la sociedad civil que se le oponga. En declaraciones a la prensa reafirmó que no permitirá la visita de delegaciones humanitarias a las cárceles donde se hacinan 9.500 presos políticos, y volvió a desechar, por último, cualquier salida de negociación política, como lo exigen las organizaciones populares de la sociedad colombiana. De esta manera sigue dando pie para que ejército y paramilitares amenacen de muerte o directamente secuestren y asesinen a los dirigentes sindicales, estudiantiles y de derechos humanos.
De todas maneras, su poderío y ambiciones futuras, así como las de su titiritero Obama, sufrieron varios tropezones en esta Cumbre que armó a su medida. La ausencia digna de Rafael Correa, Hugo Chávez y Daniel Ortega en la misma, la decisión unánime de los países del ALBA en no asistir a ninguna otra Cumbre donde no esté presente Cuba, lo que derivó en la no existencia de un documento final del encuentro, y el reclamo unitario por la soberanía en Malvinas, conspiraron para afearle el día a quienes siguen pensando que los pueblos latinoamericanos son su propiedad.
Pero además, para sumar más dolores de cabeza, el presidente colombiano tendrá que enfrentar el próximo fin de semana una gigantesca manifestación de la totalidad de las fuerzas populares colombianas, quienes a través de la Marcha Patriótica y de la constitución unitaria del Consejo Patriótico, comenzarán a recorrer el camino de la liberación definitiva de Colombia de la prepotencia local derechista y del imperialismo norteamericano. Allí estarán los hombres y mujeres de la Colombia rebelde, insurgente y emancipatoria, que se han decidido a desenmascarar a un presidente que cuando era ministro de Defensa ambicionaba hacer de su país la Israel de América Latina, y ahora, se conforma con ser un portaviones norteamericano de la agresión imperial.

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